Los pastores escondidos de las Iglesias evangélicas

Ministro celebrando un culto en la Iglesia Liga Evangélica cubana (Iglesia Evangélica Hispana)
Ministro celebrando un culto en la Iglesia Liga Evangélica cubana (Iglesia Evangélica Hispana)
Ricardo Fernández

26 de junio 2016 - 18:39

Pinar del Río/El visado religioso para los pastores extranjeros invitados a eventos cristianos existe en todos los países pero, en Cuba, sirve como mecanismo de represión y chantaje por parte del Estado con el objetivo de silenciar las voces que se levantan en su contra dentro de la comunidad cristiana.

En el momento de solicitar este visado, el Gobierno cubano exige a las Iglesias que entreguen un detallado cronograma de los lugares donde van a estar los extranjeros y dónde van a hospedarse desde su llegada al país hasta su regreso. Si dentro del itinerario está alguna de las Iglesias que expresan su desacuerdo con la política estatal entonces le deniegan la entrada al país.

Además, la administración cubana exige a los concilios todos los datos de los predicadores antes de extenderles el visado y, si estos están asociados con alguna Organización No Gubernamental que no simpatice con la “causa cubana” en sus países de origen, se rechaza su solicitud. Si todo está en “orden”, acorde a sus gustos, pero el evento invitó también a alguno de los pastores que disienten del proceso comunista, probablemente también le nieguen la visa. Ante esta cruda realidad la comunidad cristiana se ha visto obligada a esconder a los pastores foráneos que invita a predicar en sus eventos.

La comunidad cristiana se ha visto obligada a esconder a los pastores foráneos que invita a predicar en sus eventos

Esto genera persecución por parte del Departamento de Inmigración y Extranjería, que aplica considerables multas a las Iglesias infractoras o presiona a sus invitados para que abandonen el lugar de conferencia. En muchas ocasiones los hemos visto montando operativos policiales para detener, como si fuesen narcotraficantes, a los pastores que logran llegar a nuestras actividades.

¿Cómo puede la Iglesia esconder a estos predicadores? Para lograrlo se hace derroche de audacia. Lo básico es omitir los nombres en los programas de conferencias que se hacen públicos, que los invitados viajen con un visado de turismo (a veces, a través de un tercer país) y lleguen a la Isla por un aeropuerto de otra provincia.

Cuando entran con visado de turismo (al menos en teoría) pueden moverse libremente por el país. Eso significa que no es ilegal que los encuentren en nuestra Iglesia y, si los encuentran con el micrófono en la mano, siempre podemos alegar que están “testificando” (término que en el habla cristiano es similar a predicar) y no dando conferencias. Como medida de seguridad, estas prédicas no se hacen públicas a través de audios o videos pues en caso de llegar a las redes sociales pueden convertirse en pruebas incriminatorias en contra nuestra.

Los más vejados son los estadounidenses porque aportan la mayor parte del respaldo económico a nuestras congregaciones

Aunque esto ocurre con pastores de todas las nacionalidades, los más vejados son los estadounidenses porque aportan la mayor parte del respaldo económico a nuestras congregaciones. Eso no es ningún “maquiavélico plan del Imperio”. La Iglesia evangélica cubana tiene sus raíces en las congregaciones estadounidenses que desde 1900 comenzaron a enviar evangelistas a nuestra tierra y establecieron las que hoy conocemos.

Al negarles la visa religiosa a pastores de EE UU el Gobierno “castiga” dos veces a las Iglesias contestatarias pues no solo impiden que sus miembros escuchen las palabras del invitado, sino que, además, cortan toda posible ayuda económica.

Esto ocurre en nuestro país en contra de la Carta Magna, que dice en su Capítulo 1 Artículo 8: “El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa. En la República de Cuba, las instituciones religiosas están separadas del Estado. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración”. ¿Cuánto más tendremos que esperar para que se nos reconozca y garantice nuestra libertad religiosa? Y sobre todo: ¿Qué espera el Gobierno para comenzar a respetar nuestros derechos?

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