El amanecer de un nuevo periodo de Desmesura Cubana
La Habana/Hace unos días, 14ymedio publicó lo que integrantes de su consejo de redacción conversaran con el columnista de The New York Times de visita en Cuba. Unas horas antes del 17 de diciembre de 2014, nuestro día D, le decía a Reinaldo Escobar que la posición que en aquel cuarto de hotel suscribió Yoani Sánchez acerca del embargo me parecía lo más profundo que se hubiera pronunciado en este país desde 1959. Un par de días después, sin embargo, ese discurso de hondo -pero no cegato- nacionalismo ha intentado ser secuestrado por quienes antes desbarraban o se mofaban de sus palabras, y, en general, de cualquier nacionalismo. Pero lo que en labios de la Cubanita de Martí se siente salido de las entrañas de esta Isla, resulta hasta risible en la de tanto nacionalista de última hora.
Porque uno no consigue encontrarle ni pies ni cabeza a ese nacionalismo de cartelito mal prendido. ¿A qué tanta indignación porque los norteamericanos hayan decidido dejar las medidas de presión directa sobre la dictadura, que de paso sufríamos todos los cubanos? O, en realidad, solo los cubanos, pero no Raúl Castro y su familia real repleta de príncipes y princesas... de Birán. ¿En un final al comenzar a abandonarlas no han permitido por fin lo que estos nacionalistas claman solo ahora, o sea, el que la libertad de Cuba sea cosa que solo nos toca alcanzar a los cubanos? ¿Cómo es que antes no les molestaba una posición que los convertía en nada más que en auxiliares de la política norteamericana, que se suponía era la que debía tumbar a la dictadura mediante el embargo y el aislamiento?
Habrían hecho bien estas señoras y señores en leer despacio las palabras de Yoani Sánchez. Quizás así hubieran logrado eliminar las inconsecuencias de su... nacionalismo.
Resulta todo un misterio cómo operan las mentes de algunos opositores o exiliados nuestros. Sí, es cierto, el raulato no concederá nada de buena gana; esperar otra actitud suya me parece muy pueril. En el aspecto económico, por ejemplo, tratará de no cambiar el actual marco económico y, sobre todo, el jurídico sobre el que aquel se asienta. A los lineamientos y a eso que parece cualquier otra aberración menos un ministro de economía, el raulato se aferrará con sus largas garras y sus colmillos babeantes. Pero al hacerlo solo va a conseguir redirigir hacia él toda la indignación de un pueblo hastiado de años y años de carencias de lo más elemental. De un pueblo digno al que se ha obligado a vivir en la indignidad. Un pueblo que en los últimos días ha vuelto a tener esperanzas, que ha vuelto a tener ese brillo peligroso en los ojos cuando te paran en la calle y te preguntan: "¿Y tú crees que esto mejore... bajarán los precios... pa cuándo tú crees que váyamos a vivir como la gente... me dejarán tener el negocito con que siempre he soñado...?".
Los norteamericanos han hecho lo que debían. Ahora nos toca a esa cosa indefinible, inefable, que somos los cubanos
Un pueblo que ahora verá con absoluta claridad quién impide la realización de esas esperanzas y sueños. Quién, con su espesa maraña de trabas legales o simplemente voluntaristas de Macho Alfa, no permite la enorme prosperidad que podría traer a la Isla el fin del embargo unido a la más completa libertad económica o de contratación para los ciudadanos cubanos. La más absoluta liberación de la incomparable ingeniosidad y laboriosidad del cubano, a consecuencia de una apertura a la inversión extranjera sobre bases legales claras y no a discreción de los "Revolucionarios Justos" del Consejo de Estado.
Y es que el cubano es un pueblo desmesurado al que no es muy saludable cortarle las esperanzas, cuando las concibe. Un pueblo que en verdad o no llega o se pasa. Pero cuando ocurre lo último, cuando lo sublime inunda los espíritus de esta Isla normalmente tan dados al hedonismo, ese pueblo es capaz de sacar de aquí al Ejército más numeroso que jamás haya cruzado el Atlántico de este a oeste, más numeroso en sí que la suma total de todos los que alguna vez hayan hecho ese recorrido; o ponerse de acuerdo tácitamente, como en el verano de 1933, a no dejar sus casas "hasta que se vaya el Animal". El anterior General Presidente, Gerardo Machado Morales, por cierto.
Los norteamericanos han hecho lo que debían. Ahora nos toca a esa cosa indefinible, inefable, que somos los cubanos. ¿Cuál debe ser la política ahora que la tiranía promete una mayor libertad de acceso a Internet? Pues remachar constantemente las posibilidades que se abren ante Cuba y cómo podemos perder esas oportunidades, que solo se dan cada doscientos años, por el empeño de una familia con ínfulas reales, sus esbirros, sus guatacas, sus chivatos y un discurso demagógico de aliento dizque socialista.
Y si terminamos en una cuneta con la boca llena de hormigas, no olvidemos que "morir por la patria es vivir".