El brazo sobre el hombro, metástasis del poder en Cuba

El partido único es un tumor enquistado en el cuerpo de la nación

En las filas del PCC y la UJC reinan la opacidad, la mediocridad y la ausencia de liderazgos auténticos. Bastaría con fijarse en el personaje que ha sido colocado en la cima de la pirámide visible: el primer secretario, Díaz-Canel. (Cubadebate)
En las filas del PCC y la UJC reinan la opacidad, la mediocridad y la ausencia de liderazgos auténticos. Bastaría con fijarse en el personaje que ha sido colocado en la cima de la pirámide visible: el primer secretario, Díaz-Canel. (Cubadebate)
Yunior García Aguilera

19 de julio 2022 - 20:23

Madrid/Para millones de cubanos está claro que la soberanía no reside en el pueblo, sino en el Partido Comunista. Incluso podríamos afirmar que el artículo 5 de la Constitución es la Enmienda Platt de nuestros tiempos, aunque en este caso no se trata de un simple apéndice extirpable, sino de un tumor enquistado en el cuerpo de la nación.

Dicho artículo establece que el partido único es la fuerza superior de la sociedad y del Estado. Cualquier iniciativa, propuesta, idea o solución que se oponga a este poder totalitario es automáticamente tachada de apátrida o anticubana. El principal enemigo del autoritarismo cubano hace mucho tiempo que dejó de ser externo. Hoy, todos los cañones del régimen apuntan contra sus propios ciudadanos.

Hasta en organizaciones supuestamente culturales se comprueba la omnipresencia del Partido. Los estatutos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde el segundo artículo, establecen su obediencia plena al PCC. Y lo mismo ocurre, aunque con un tono todavía más fundamentalista, con la Asociación Hermanos Saíz. Sus estatutos rezan: "La AHS reconoce la orientación política del Partido Comunista de Cuba y de la Unión de Jóvenes Comunistas, organización dirigente del movimiento juvenil cubano. Por lo que se establece como principio, la más firme voluntad de todos sus integrantes en defensa de los ideales de la Revolución Cubana".

Queda claro por qué ambas organizaciones dieron la espalda a sus propios miembros tras las protestas del 27N o el 11J. Resulta más que evidente que no se trata aquí de organizaciones de la sociedad civil que promuevan la creación de sus artistas, sino de burdos mecanismos de control por parte del Estado para vigilar y controlar al gremio relacionado con la cultura.

Es difícil comprender la magnitud del ridículo cuando uno está sumergido en ese caldo de adoctrinamiento y propaganda que normaliza el absurdo. Pero resulta impensable que, en sociedades democráticas, una asociación cultural tuviese que jurar lealtad en sus estatutos a un partido político para poder existir.

La política de cuadros del Partido no tiene arreglo, porque sus arquitectos no toleran la competencia. Sus víctimas son escogidas desde edades tempranas, y el 'casting' se realiza en los matutinos escolares

La ciudadanía cubana tampoco puede elegir libremente a sus representantes, sino que estos son cuidadosamente seleccionados por las Comisiones de Candidatura, las que a su vez están controladas por el Partido y la Seguridad del Estado. La Plataforma Otro18 demostró de manera contundente cómo opera la policía política para impedir que candidatos opositores se postularan como delegados en sus circunscripciones.

Por otra parte, la política de cuadros del partido único está diseñada para que no sean los más capaces quienes escalen peldaños, sino los más obedientes. En las filas del PCC y la UJC reinan la opacidad, la mediocridad y la ausencia de liderazgos auténticos. Bastaría con fijarse en el personaje que ha sido colocado en la cima de la pirámide visible: el primer secretario, Díaz-Canel. Si este individuo fue la mejor elección del dictador Raúl Castro para ocupar su cargo, ya podemos imaginar cómo estaba el resto de la tropa.

Pareciera que en la Ñico López (Escuela Superior del PCC) se encargaran de anular individualidades. Al escuchar al presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, José Ramón Cabrera, tras las protestas en Los Palacios, uno siente que está ante un presentador del noticiero pioneril. La mayoría de estos "cuadros" o "factores de la comunidad" poseen los mismos gestos, enfatizan las mismas palabras, son entrenados en la demagogia más simplista: esa de colocar el brazo sobre el hombro de los inconformes, sin ofrecer ninguna solución concreta, solo justificaciones.

La política de cuadros del Partido no tiene arreglo, porque sus arquitectos no toleran la competencia. Sus víctimas son escogidas desde edades tempranas, y el casting se realiza en los matutinos escolares. Desde allí, el joven cuadro comienza una carrera de autoanulación. Las continuas, interminables e inútiles reuniones le impedirán asistir frecuentemente a clases, pero su ausencia estará justificada. Jamás podrá desempeñarse como un buen profesional en su rama, porque la "Revolución" acapara todo su tiempo.

Ahí tenemos a Pedro Jorge Velázquez, joven promesa de la propaganda oficialista. El mozalbete se promociona como el súper periodista "cool y sexy", aunque en realidad se trata de un estudiante sin muchas luces, repitente, con una exagerada necesidad de ser tomado en cuenta por la nomenclatura, pero con pobrísimos resultados profesionales. Y el colmo de esa política es el mismísimo "presidente". La paradoja de Díaz-Canel es ser, justamente, un ingeniero electrónico, mientras Cuba sufre bajo su mandato la peor situación energética de los últimos 30 años.

El partido único es un tumor que ya hizo metástasis.

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