El canciller cubano defiende la prensa de Putin mientras censura '14ymedio'

Allí donde los bulos y la manipulación florecen, Bruno Rodríguez ve a periodistas a los que hay que salvar de la censura

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, durante la conferencia de prensa a medios extranjeros tras las manifestaciones del 11J, en La Habana. (Captura)
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, durante la conferencia de prensa a medios extranjeros tras las manifestaciones del 11J, en La Habana. (Captura)
Yoani Sánchez

03 de marzo 2022 - 21:08

La Habana/Si al canciller cubano, Bruno Rodríguez, le quedara algo de vergüenza, presentaría su renuncia. Pocos días antes de la invasión rusa a Ucrania, el ministro de Exteriores aseguraba que las advertencias sobre un posible conflicto solo eran parte de "la histeria propagandística" de Occidente. Ahora, sale en defensa de varios medios rusos cuyas transmisiones han sido cortadas en varios países y lo hace en nombre de la libertad de prensa, la misma que está perseguida en esta Isla.

Por menos que eso, la dimisión estaría tocando a las puertas de un funcionario público en cualquier parte del mundo, pero Rodríguez no ocupa el puesto por su talento, carisma o decencia, sino por la docilidad y agilidad con que repite el guion que le escriben otros. En este caso, le ha tocado interpretar el papel de paladín de la información y de los derechos de la ciudadanía a tener varias fuentes noticiosas, y lo asume en nombre de Sputnik, Rusia Today y otros medios de propaganda del Kremlin, empecinados en narrar la guerra como una "operación militar especial" para salvar a los ucranianos.

Allí donde los bulos y la manipulación florecen, el ministro cubano ve a periodistas a los que hay que salvar de la censura y denuncia que "grandes empresas tecnológicas han decidido coartar el acceso" a la tóxica parrilla noticiosa que difunden estos canales controlados por el Kremlin. Para más absurdo, Rodríguez utiliza la red social Twitter, una de esas gigantes compañías de las que abomina, para lanzar su cínico espaldarazo a las campañas de desinformación que promueve Vladímir Putin.

Su presencia también se haría notar en el Ministerio de Justicia, los tribunales provinciales y las estaciones de policía cada vez que un ciudadano fuera interrogado por la Seguridad del Estado

Si la cruzada del canciller fuera sincera, tendría que incluir igual reclamo por todos los medios independientes censurados en los servidores cubanos, como 14ymedio y otros tantos; una exhortación a la excarcelación inmediata de Yoan de la Cruz, quien transmitió a través de Facebook con su teléfono móvil las primeras protestas en San Antonio de los Baños el 11 de julio pasado, y un reclamo enérgico a las autoridades cubanas para que eliminen la prohibición de viaje fuera del país que pesa sobre tantos reporteros.

Si estas declaraciones de Rodríguez no fueran "puro teatro", al decir de una popular canción, el ministro estaría ahora mismo frente al Centro Internacional de Prensa alzando su voz para que cesen los chantajes y las presiones contra los corresponsales extranjeros radicados en la Isla. Su presencia también se haría notar en el Ministerio de Justicia, los tribunales provinciales y las estaciones de policía cada vez que un ciudadano fuera interrogado por la Seguridad del Estado, multado o sus dispositivos tecnológicos confiscados por difundir una noticia que no gusta al régimen.

Ni hablar del activismo que podría desplegar el rostro de la diplomacia cubana para impulsar una legislación que permita y salvaguarde la existencia de medios de prensa que no estén subordinados al Partido Comunista de Cuba, de su imprescindible participación en campañas que protejan al gremio periodístico de abusos y represiones, o de la encendida diatriba que pronunciaría frente a los micrófonos reclamando el derecho a que la audiencia pueda elegir qué periódico leer, qué canal sintonizar o cuál programa radial escuchar.

Todo eso y más debería hacer Bruno Rodríguez para acercar a sus compatriotas la libertad de prensa que tanto exige para otros. Pero sus rabietas, ya sabemos bien, están pensadas para un escenario exterior, donde interpreta el personaje del canciller democrático que no puede dormir cada vez que silencian a un periodista. Sus declaraciones no están redactadas para llegar a nuestros oídos, sino para congraciarse con Putin y molestar a Europa y Estados Unidos.

Nosotros ni siquiera le importamos. Ante sus ojos no nos merecemos acceso a otro discurso que no sea el suyo... ese que alguien le escribe tras la cortina.

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