Por un debate sin exclusión

DVD de los debates organizados por la revista Temas. (14ymedio)
DVD de los debates organizados por la revista Temas. (14ymedio)
Eliécer Ávila

10 de julio 2014 - 14:30

La Habana/En los últimos años han aparecido en la escena cubana algunos espacios para el debate. Sin embargo, han tenido una escasa influencia en la toma de decisiones y en la vida práctica del país. ¿Por qué?

1- Casi todos los debates se desarrollan en La Habana.

Por lo general, fuera de la capital no existen oportunidades para dialogar. Las ideas e, incluso, los consensos que nacen a diario en La Habana causan estupor en las provincias del interior. La evolución ideológica es claramente asimétrica en Cuba, y esto se nota en el comportamiento de todos, desde la gente común hasta los funcionarios del Estado, de las instituciones y de las autoridades represivas.

2- No se hace lo suficiente para socializar los debates.

La mayoría de las instituciones, fundaciones y centros académicos que organizan talleres, conferencias y discusiones ni siquiera graban o reproducen en algún formato las intervenciones, los razonamientos y las polémicas. Los debates mueren en el mismo espacio en el que nacen, sin que el resto de los cubanos se enteren de que sus vidas y sus problemas están siendo analizados. Hay algunas excepciones a esta regla, pero el costo de reproducción, tanto en papel como en formato digital, convierte este material en un producto prohibitivo para la inmensa mayoría, que no va a dejar de comprar una librita de carne o seis de arroz para adquirir un DVD.

3- Los medios oficiales están al margen de los debates político-sociales.

La televisión, la radio y la prensa, que debieran ser por excelencia los espacios habituales para el debate, no cuentan con un solo programa de este tipo. Eso sí, tienen numerosos espacios para hablar de la pelota. Sin embargo, muy de vez en cuando pasa algo inesperado y entonces se forma un alboroto, porque un humorista ha expresado alguna crítica o porque "se han filtrado" unos comentarios atrevidos del economista Juan Triana, que es todo un experto en jugar con la cadena sin meterse con el mono. El programa de la Mesa Redonda, que ha servido de inspiración a los mejores chistes por su insoportable parcialización, ahora intenta "polemizar" en algunos puntos no esenciales, pero ya no tiene público ni credibilidad.

Los profesionales calificados que discrepan abiertamente del Gobierno están excluidos de los debates

4- La participación en los debates es mínima.

Los que participan a los debates son una minoría que no representa la diversidad de nuestra sociedad. Los espacios donde se puede dialogar son muy pocos, lo que permite un mayor control del aparato del Estado. Sin embargo, es justo reconocer que al menos en dos de los espacios más notables -las revistas Temas y Espacio Laical-, se ha logrado atraer un público diverso que aporta opiniones y propuestas distintas a las del Gobierno. Como se dice por acá, "del lobo un pelo", y en este caso un pelo ya es algo importante.

5- Los paneles nunca son verdaderamente plurales.

En un país donde existen una riqueza y una diversidad palpables de pensamiento, es desesperante ver que los panelistas coinciden siempre en todos los debates, hasta en los detalles. Se convierten en un "equipo" que, ante los cuestionamientos del público, se une para apagar cualquier llamita que "caliente" el escenario.

6- Los expositores en cualquier debate tienen que "sacar licencia" antes de opinar.

Los panelistas recurren a una estratagema que consiste en "sacar licencia", es decir, usan los primeros minutos de su intervención para recordar que son de izquierda, antimperialistas, latinoamericanistas, martianos y, sobre todo, que el objetivo del debate es aportar a la construcción del "modelo de sociedad que Cuba ha escogido". Dicho esto, ya están "autorizados", y entonces se permiten algunas críticas sobre la economía, la censura, la falta de conectividad con Internet y lo que sea.

7- Nunca se invita a un disidente a formar parte de un panel.

En los debates más importantes, es común escuchar disertaciones de encumbrados intelectuales sobre diversidad, tolerancia, respeto, participación... Pero nunca se atreven a romper el hielo para ser coherentes con sus propios discursos. En todas las ramas existen profesionales altamente calificados que discrepan abiertamente del Gobierno y defienden ideas serias sobre la construcción de una realidad distinta. El hecho de excluirlos resta mucha legitimidad a los debates.

En buena parte del mundo, los ministros y hasta el presidente del país asisten a foros para discutir proyectos e ideas

8- Si el espacio de debate surge desde la oposición, hay patrulla para todo el mundo.

Estado de Sats, la revista Voces, los muchachos de Omni y otros tantos foros con diferentes perspectivas se convirtieron en oasis donde la gente se reunía para debatir, presentar publicaciones, hacer cafés literarios, tardes de cine, conciertos, lecturas de poesía y una larga lista de actividades en las que participaban asiduamente personas de todas las tendencias y de varias regiones del país. El éxito de esos grupos hizo que la Seguridad del Estado decidió desmantelarlos por completo. Detenciones, acoso, amenazas, golpes, actos de repudio y mucha difamación fueron herramientas que a largo plazo terminaron desincentivando a los asistentes. Y no es para menos. No es normal que alguien salga de su casa para asistir a la presentación de un libro y termine lleno de moratones en un calabozo y pierda el trabajo del que comen sus hijos. No se dice nada sobre esto en los debates semioficiales que hoy se mantienen. A fin de cuentas... competencia eliminada.

9- El Gobierno jamás asiste a los debates.

En buena parte del mundo, al contrario de lo que aquí se dice, los ministros y hasta el presidente del país imparten conferencias y asisten a programas de televisión y foros para discutir proyectos e ideas. Acá el Gobierno no conoce el debate, salvo un par de aprietos que han pasado dentro y fuera del país, cuando el guión se ha salido de control. Nunca se sabe cuál es la conexión que existe, si es que existe, entre las discusiones intelectuales y la toma de decisiones por parte del Gobierno. Por otro lado, no son pocos los que creen que un debate a fondo y público entre altos representantes del Estado y de la oposición podría cambiar de golpe la mentalidad nacional y el rumbo del país.

Pese a todos los obstáculos, es imprescindible seguir participando en todos los espacios que aparecen y propiciar que se abran otros, sobre todo en las provincias menos favorecidas, donde no llega el flujo de información pero sí todos los males del sistema. Cada uno de nosotros tiene una cuota de responsabilidad en el fomento de la cultura del respeto, premisa indispensable para el ejercicio de la opinión y el pensamiento, que llevan al cambio y al progreso.

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