Sin confianza en el dinero

Billete de 20 pesos con la firma del Che
Billete de 20 pesos con la firma del Che
Reinaldo Escobar

03 de febrero 2015 - 06:05

La Habana/Cualquier día puede ser la víspera de la fiesta o del desastre, tanto para quienes se apresuraron a cambiar sus pesos convertibles (CUC) en moneda nacional (CUP), como para quienes están comprando divisas extranjeras o para los confiados que creen que todo está previsto y calculado de forma que nadie salga perjudicado. Aunque casi puede olerse su proximidad, la "batalla final" del fin de la dualidad monetaria sigue siendo un misterio y la actual falta de transparencia puede poner en peligro sus presumibles objetivos estratégicos.

Los que tienen buena memoria o se han dedicado a hurgar en la historia reciente saben que, mediante la Ley 963 del 4 de agosto el año 1961, se estableció el "canje de moneda obligatorio" por otros billetes de nuevo diseño. Aquella sorpresiva operación se llevó a cabo los días domingo 6 y lunes 7 de agosto del año 1961. Nadie pudo salir ni entrar del país en esos dos días. Solo se permitió que se cambiaran hasta 200 pesos por núcleo familiar. Únicamente se canjearon 724,9 millones de pesos cubanos de los 1.187 millones que se consideraba estaban circulando en el país. El resto perdió su valor, se esfumó.

Algunos ilusos, que tenían sus ahorros en los bancos, confiaron que su dinero sería cambiado íntegramente. Sin embargo, el Gobierno decidió entregar solamente mil pesos anuales, a razón de 100 al mes, durante diez años, aunque sus cuentas fueran de cientos de miles o millones de pesos. Muchos afectados por tan drástica medida se suicidaron. Tan desastroso canje aniquiló de un plumazo no solo a esa parte de la burguesía criolla que aun permanecía en la Isla, sino a toda la clase media. Hizo trizas el trabajo y ahorros de toda una vida y el de generaciones anteriores.

Tan desastroso canje aniquiló de un plumazo no solo a esa parte de la burguesía criolla que aun permanecía en la Isla, sino a toda la clase media

Cuentan que aquella nueva moneda vino de Checoeslovaquia camuflada en grandes cajas de madera, ya que en esa época los contenedores metálicos no eran de uso común. El rótulo inscrito en las cajas y la documentación aduanera indicaban que se trataba de piezas de repuesto para tractores marca Zetor, de fabricación checa. Dos días antes del canje, las cajas fueron abiertas en secreto y distribuido el nuevo peso cubano en todos los bancos del país.

Han pasado más de 53 años y cualquiera puede argumentar que este país ya no es el mismo de aquel 1961. Pero el temor está en que sigue siendo gobernado por las mismas personas de antes, que invocan las mismas "consignas justicieras".

La incertidumbre no solo cuenta con reminiscencias del pasado; tiene sólidos motivos de actualidad. Ninguna autoridad ha dicho de forma oficial cuál será la paridad de la moneda que sobreviva en relación a las divisas extranjeras y ni siquiera se sabe si, en un futuro cercano, será posible cambiar los CUP por dólares o euros. Tampoco se sabe cuánto pagará el Estado por cada CUC que los ciudadanos le entregarán cuando esta moneda deje de circular.

Hasta ahora el único avance visible en el fin de la dualidad monetaria ha sido la posibilidad de comprar con CUP en las tiendas recaudadoras de divisas (TRD). A comienzos de 2015, un obrero con un salario de 480 pesos mensuales (sin parientes que manden remesas y sin ninguna otra oportunidad de que le entren CUC) debe trabajar 23 horas para comprar en esos mercados un kilogramo de leche en polvo; 18 horas para un kilogramo y medio de muslo de pollo; otras 18 para 500 gramos de espaguetis y 19 para un litro de aceite. De manera que, para adquirir esa mínima factura, al cambio actual de 1 a 25, tendrá que laborar poco más de diez jornadas de 8 horas.

Un obrero con un salario de 480 pesos mensuales. al cambio actual de 1 CUC a 25, tiene que laborar poco más de diez jornadas de 8 horas para comprar leche en polvo, pollo, espaguettis y aceite

En el caso de que se cumplieran las ilusiones y el CUC se pusiera a 20 pesos nacionales, significaría que el obrero de nuestro ejemplo podría adquirir todo eso con un poco más de una semana de labor y si ocurriera el milagro que lo pusieran a 15, todo lo resolvería con menos de 5 días de trabajo. No hace falta ser economista para darse cuenta de que el país no está en condiciones de complacer esos sueños. A menos que el delirio llegue al punto de fantasear que desde los túneles secretos donde se guardan hoy los viejos armamentos soviéticos salgan ese día cientos de contenedores de mercancías para abastecer las tiendas que ya no se llamarían TRD, porque no estarían recuperando divisa alguna, y frente a cuyas cajas contadoras no estarían los nuevos ricos de hoy, sino la feliz clase trabajadora viviendo decentemente de su salario.

Saltándonos las quimeras, quedan otras angustiantes preguntas: ¿Habrá un límite en la cifra de efectivo que se podrá cambiar? ¿Valdrá lo mismo el dinero en efectivo que el que se guarda en las cuentas de ahorro? Nadie lo ha aclarado y la falta de compromiso con esas garantías hace crecer aún más la inseguridad, la desconfianza.

En los centros de trabajo donde se recibe primas en CUC, los beneficiarios se preguntan si "el estímulo" se mantendrá con la equivalencia de 1 a 25 en la moneda nacional. En los mercados donde los elevados precios se justificaban como forma de recaudar divisas, los clientes se preguntan si ahora las mercancías valdrán lo que la racionalidad recomienda que se cobre por ellas. ¿Habrá que regular los taxímetros? ¿Se podrán comprar pasajes en líneas internacionales con la nueva moneda?

El secretismo que rodea el fin de la dualidad monetaria no podrá prolongarse por demasiado tiempo

Paralelo a la eventual desaparición del CUC, existe la probabilidad de que todos los billetes CUP que circulan hoy sean desmonetizados y aparezcan nuevas emisiones de 1, 3, 5,10, 20 y 50 pesos con las mismas características de los recientemente estrenados billetes de 200, 300, 500 y 1000 pesos, que dificultan su falsificación. Estos últimos ya están en circulación y en ningún lugar llevan alguna leyenda que diga algo así como que está "garantizado íntegramente por valores internacionales de libre convertibilidad" o "Es canjeable por divisas libremente convertibles en el Banco Central de Cuba", como si dice en su anverso cada CUC en la actualidad y como sí decían aquellos que se estrenaron en el verano de 1961 junto a la firma de quien entonces era el presidente del Banco, un señor que tuvo la desfachatez de firmar los billetes de la República de Cuba con su apodo: Che.

El secretismo que rodea el fin de la dualidad monetaria se trata de justificar con los mismos argumentos de siempre, sobre todo con el de que no se puede confiar en el enemigo. Sin embargo, no podrá prolongarse por demasiado tiempo porque hasta en Cuba, donde ha sido satanizado por décadas, el dinero sigue siendo algo esencial y parte de su valor radica en la confianza que se le tenga.

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