Cuba también necesita elecciones democráticas pluripartidistas

Fidel Castro ejerce su derecho al voto desde su casa de La Habana, en abril de 2015. (EFE/EPA/Cubdebate/Estudios Revolucion)
Fidel Castro ejerce su derecho al voto desde su casa de La Habana en las últimas elecciones. (EFE/EPA/Cubdebate/Estudios Revolucion)
Pedro Campos

29 de diciembre 2015 - 09:57

La Habana/Cuba es el único país de este hemisferio que no realiza elecciones democráticas, pluripartidistas, por las que se hizo la Revolución de 1959 y por la que vienen abogando hace años distintas corrientes de la izquierda democrática y de las fuerzas opositoras de todos los colores.

La democratización del proceso político-económico es una necesidad impostergable de la sociedad cubana. Una deuda histórica con el pueblo. La Revolución de 59 concitó el apoyo de todos porque se proponía restablecer la Constitución democrática del 40 y el sistema institucional interrumpido con el golpe de Estado de 1953. Aquello se postergó indefinidamente.

Para nadie es un secreto que el modelo estatal centralizado económica y políticamente, impuesto en Cuba en nombre del socialismo, ha fracasado en toda la línea. Su incapacidad para cumplir sus propios acuerdos del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba es concluyente. El modelo ni siquiera es capaz de instrumentar las modificaciones aprobadas por su propio partido y dirigentes.

El presidente Raúl Castro dice que se retira de la dirección del Gobierno en el 2018. Con él se irá también la base fundamental en que se ha sustentado el poder del régimen durante más de medio siglo: las glorias del Moncada, el Granma y la Sierra. Y por mucho que lo quieran los que vengan detrás, ya no tendrán aquel aval. Y no podrían, ni aunque traigan su apellido, por una simple y sencilla razón, no estuvieron allá, la marca de agua impuesta por los mismos hermanos Castro. La Revolución fue su fuente de poder, pero la legitimidad es otra cosa.

Si antes de retirarse, Raúl Castro no se somete al escrutinio popular directo y secreto, siempre quedará la duda de si la labor de los hermanos Castro contó o no con el apoyo mayoritario del pueblo

Si antes de retirarse definitivamente del Gobierno, Raúl Castro no se somete al escrutinio popular directo y secreto, siempre quedará la duda para todas las generaciones posteriores de si la labor de los hermanos Castro contó o no con el apoyo mayoritario del pueblo.

Si fuera electo presidente, podría igualmente retirarse y cumplir su promesa de abandonar el poder, pero dejando al vicepresidente que ya no tuvo aquellas glorias, pero contaría con una legitimidad ganada en las urnas. Y si no quiere o no puede ir a las elecciones, que el candidato del PCC que él apoye y por el que haga abierta campaña, se someta al voto popular. El triunfo o fracaso de su candidato sería el de los Castros.

Pero si ni siquiera su candidato es sometido a ese escrutinio, no solo seguirá la duda sobre el apoyo popular real a los Castros, sino que la legitimidad del sucesor podría ser siempre cuestionada, porque ni siquiera tiene aquellas glorias, ni fue electo por el voto popular.

Como los líderes y la alta burocracia actual del Partido Comunista están convencidos de que siempre han contado con el apoyo mayoritario de los cubanos, no debe haber ninguna razón para que en las próximas elecciones no sean electos por el voto popular el presidente y vicepresidente de la República, los gobernadores provinciales y los alcaldes municipales.

Esto supondría enormes ventajas para el actual Gobierno. De hecho, de iniciarse y desarrollarse en este año próximo 2016 un proceso de democratización que implique un respeto a los derechos fundamentales de los cubanos como la libertad de expresión, asociación, elección y de actividad económica, el establecimiento de una nueva Constitución y de una nueva ley electoral que posibiliten elecciones verdaderamente democráticas, prácticamente quedaría sin fundamento lo que subsiste del bloqueo-embargo norteamericano, que obligaría a su replanteo inmediato en el Congreso de EE UU.

Esto sería, de hecho, un triunfo de su Gobierno que le ayudaría en su elección democrática y podría contribuir, también, a que gane quien gane en las próximas elecciones en EE UU, la normalización de relaciones con ese país siga un camino expedito.

A Mijaíl Gorbachov no lo tumbó la oposición, fueron los militares conservadores. Aquí creo que ningún militar podría hacer algo semejante

Pero además, en un par de años, una liberación económica y política generaría un rápido crecimiento económico, debería frenar el éxodo, todos los cubanos se sentirían libres de poder expresarse, organizar partidos y asociaciones, promover sus propuestas políticas, votar por quien les dé su real gana y desplegar sus capacidades económicas y de todo tipo, lo cual sería visible para el momento de las elecciones y podría favorecer ampliamente el apoyo popular al candidato oficialista si este estuvo en la vanguardia de esa democratización.

"Estas soñando, Pedro Campos", comentarán no pocos lectores. No, amigos, no es sueño. No son esperanzas tampoco, aunque ¡pobre del que no las tenga! Estoy tratando de brindar alguna luz a un camino por el bien de todos. Que lo tomen o no, es otra cosa. Algunos piensan que si hay apertura, la oposición borraría al Gobierno. No, si la apertura es verdaderamente democrática y auténtica.

Está muy claro que quienes encabecen ese proceso de democratización, ahora o después, son los que van a liderar el país en los años siguientes. A Mijaíl Gorbachov no lo tumbó la oposición, fueron los militares conservadores. Aquí creo que ningún militar podría hacer algo semejante. Y lo otro que también es evidente para todos los cubanos es que este modelo capitalista monopolista de Estado, disfrazado de socialismo, no tiene ningún futuro. "Este modelo no sirve ni para nosotros mismos", dijo una vez el mismísimo Fidel, aunque después "aclaró" que lo habían mal interpretado.

Imagino que nadie querrá pasar a la historia como enterrador de la Revolución, sobre todo si puede quedar como el que posibilitó la apertura que abrió el camino a la plena democratización y desarrollo de su país.

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