El derecho de soñar y el sueño de tener derechos

El régimen nunca valoró lo suficiente este producto audiovisual y fue incapaz de prever lo increíblemente rentable que se volvería la industria de las telenovelas

La burocracia cultural cubana, aburrida, pedante y elitista, ha visto siempre por encima del hombro estas producciones, considerándolas superficiales y prescindibles. (Cubadebate)
La burocracia cultural cubana, aburrida, pedante y elitista, ha visto siempre por encima del hombro estas producciones, considerándolas superficiales y prescindibles. (Cubadebate)
Yunior García Aguilera

18 de julio 2023 - 17:35

Madrid/Comenzó en la televisión cubana El derecho de soñar, un homenaje a los creadores de la radio y al clásico título de Félix Benjamín Caignet. Su obra El derecho de nacer se estrenó en la emisora CMQ en 1948 y contó con 314 capítulos. Su éxito fue tal que incluso llegaron a suspenderse sesiones del Congreso de la República que coincidían en horario.

Fue noticia en sus días la trágica muerte de la actriz protagónica, a la altura del capítulo 199. La española María Valero, exiliada en Cuba al terminar la Guerra Civil Española, se había ganado el sobrenombre de la "Gran Dama de la Radio Cubana". En la madrugada del 26 de noviembre de 1948, cuando varios artistas se congregaban frente al Malecón para contemplar el paso de un cometa, ocurrió el desastre. La Valero cruzaba la avenida del Puerto, su chalina se enredó en las ruedas de un vehículo y la actriz murió, golpeándose la cabeza contra el pavimento. Fue sustituida por Minin Bujones, quien se consagró a partir de entonces, encarnando a Isabel Cristina del Castillo.

Otra anécdota muy conocida fue el silencio de Don Rafael. El actor español José Goula exigió un aumento de sueldo y el director del Circuito CMQ optó por despedirlo y eliminar a su personaje. Fue aquí donde el ingenio de Caignet se lució como nunca. En lugar de eliminarlo, lo dejó mudo. Don Rafael haría algunos sonidos, sin necesidad de que el actor pusiera un pie en los estudios de grabación. Pero el personaje era portador de un gran secreto. Su importancia creció y los radioyentes se desesperaban preguntándose cuándo hablaría Don Rafael. Gracias a Caignet, el actor consiguió su aumento y el personaje, finalmente, habló.

Contrario a lo que se piensa, 'El derecho de nacer' no fue la primera radionovela cubana, ni siquiera fue el primer guion de Caignet para la radio

Contrario a lo que se piensa, El derecho de nacer no fue la primera radionovela cubana, ni siquiera fue el primer guion de Caignet para la radio. El origen de las radionovelas se discute, aunque es obvia la influencia de las soap operas norteamericanas. Posiblemente el primer título en Latinoamérica haya sido argentino: La caricia del lobo (1929). Y la primera telenovela conocida fue la brasileña Sua vida me pertenece (1951).

Lo que sí está claro es que el paradigma fue impuesto por los creadores cubanos y, en esa escuela, El derecho de nacer ha sido considerada como la más influyente. Tras 1959, muchos artistas cubanos partieron al exilio, llevando su talento y su experiencia hacia otras latitudes y ayudando a consolidar ambos géneros (radionovela y telenovela) en países como Venezuela, Colombia, Brasil o México.

El régimen nunca valoró lo suficiente este producto audiovisual y fue incapaz de prever lo increíblemente rentable que se volvería la industria de las telenovelas. La tecnología, controlada desde entonces por el Estado, se fue quedando obsoleta, incapaz de competir con el pujante desarrollo en otros países. El éxodo de artistas y técnicos creó un vacío, que no siempre fue posible llenar con nuevos rostros y saberes.

Cuba pudo haber sido una potencia indiscutible en esta industria. Las telenovelas no solo son un fuerte renglón exportable, también son embajadoras de la cultura de un país

Cuba pudo haber sido una potencia indiscutible en esta industria. Las telenovelas no solo son un fuerte renglón exportable, también son embajadoras de la cultura de un país. Son capaces, además, de generar importantes debates en la sociedad. En más de una ocasión han ayudado a derribar tabúes, creando conciencia sobre determinados problemas y contribuyendo a sus soluciones. La burocracia cultural cubana, aburrida, pedante y elitista, ha visto siempre por encima del hombro estas producciones, considerándolas superficiales y prescindibles. Ignoran que el mismísimo Gabriel García Márquez señaló entre sus mayores influencias a nuestro Félix Benjamín Caignet y sus creaciones.

Pero los regímenes autoritarios y las telenovelas nunca se han llevado bien. En Venezuela, Chávez prácticamente les declaró la guerra. En 2004 se aprobó la Ley Resorte (Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión), aumentando el control y la censura sobre la industria. En 2007 cerró la cadena RCTV, acusándolos de estar "al servicio del golpismo". También decidió colocar su propio programa, Aló Presidente, en horario estelar, para competir con la audiencia de las telenovelas. Y para colmo decidió "renovar" el género, haciendo su propia "novela socialista". En un país que gozaba de prestigio en el género, las medidas absurdas, la censura, la inflación y la inseguridad del chavismo se cargaron las telenovelas.

El cubano ya sufre su propio culebrón de la vida real. Algunos buscan unos minutos de distracción frente a sus pantallas, asqueados del melodrama que nos imponen Díaz-Canel y otros villanos secundarios. Mientras se transmite El derecho de soñar, otros soñamos con conquistar nuestros derechos.

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