Un día más en la "guerra económica"

Una mujer compra alimentos en una venta realizada en un edificio del plan habitacional gubernamental "Misión Vivienda". (Miguel Gutiérrez/EFE)
Una mujer compra alimentos en una venta realizada en un edificio del plan habitacional gubernamental "Misión Vivienda". (Miguel Gutiérrez/EFE)
Reinaldo Poleo

27 de enero 2016 - 09:47

Caracas/Son las seis de la mañana. Como es usual, comienzan a sonar en la radio las notas del himno nacional en la versión cantada por el difunto teniente coronel. Un recordatorio más de que el presidente vive. Hemos quedado sumergidos en una necrocracia.

Aunque dentro de mi auto parecería un día normal, definitivamente no lo es. Desde las 3:20 de la tarde del día anterior, dejó de serlo.

Habitualmente, ya estaría llegando a mi oficina en el este de Caracas. Sin embargo, en este momento voy rumbo al oeste, me dirijo a la ciudad de Valencia, a 120 kilómetros de mi casa. Una aventura más, arrastrado por las circunstancias que nos ha tocado vivir... ¿O tal vez las que hemos permitido?

Comienzan a sonar en la radio las notas del himno nacional en la versión cantada por el difunto teniente coronel. Un recordatorio más de que el presidente vive

Para mayor exactitud, el miércoles 20 de enero, he recibido un correo que dice:

"Buenas tardes, puede pasar mañana jueves 21 de enero por la tienda X a partir de las 8:30 am para montar los dos cauchos que se le asignaron.

Su cita vence a las 10:00 am"

¡Vaya buena noticia!

Soy un hombre con "suerte", hace un año solo tardé cinco días en conseguir una batería para mi auto. Ahora he conseguido dos cauchos tan solo en mes y medio.

Decidí cancelar toda mi agenda del jueves. No había nada más importante que obtener dos cauchos para mi automóvil. He corrido con la suerte de recibir la mitad de lo solicitado, pero al menos ya solucioné dos cauchos. Puede ser que me asignen los dos faltantes en alguna de las cuatro listas más en las que me he inscrito.

Al igual que las baterías, repuestos y otras especies automotrices, los cauchos se convirtieron en otro artículo regulado por el Estado en su lucha contra la "guerra económica".

La radio permanece apagada, no puedo evitar que mi mano salte a callarla cuando escucho lo que parece ser una eterna invocación de alguna secta nigromante en busca de un futuro perfecto, tras un pasado imperfecto.

A esa hora debería estar en Maracay, sin embargo, mi ruta se extendió 186 kilómetros más. Una protesta por la escasez de agua ha cerrado completamente la vía y me obliga a desviarme. En Venezuela, la protesta es variable a tomar en cuenta al planificar cualquier cita.

Un día perdido, un día en el cual dejo de producir. Un día que se suma al miércoles, que es cuando puedo conseguir, si tengo suerte, algún producto de primera necesidad después de recorrer establecimientos y hacer interminables colas. Por mi número de cédula, solo ese día puedo aspirar a obtener alguno de los casi desparecidos artículos.

En Venezuela, la protesta es variable a tomar en cuenta al planificar cualquier cita

Un día más de "guerra económica". Una guerra sin prisioneros ni caídos entre los ejércitos. Una guerra con solo víctimas civiles.

8:30 am. Estoy puntual en el local. Una cola de vehículos hace guardia frente al lugar a la espera de su apertura. No puedo negar que siento ansiedad, en estas circunstancias, el optimismo es difícil de sostener.

Una vez dentro del local, reviso la documentación exigida por el empleado:

"Debe llevar y entregar la cita que recibió vía electrónica impresa obligatoriamente.

El día de su cita debe llevar:

*copia de la cédula de identidad del propietario del vehículo

*copia del carnet y/o documento de traspaso del vehículo

Debe llevar el vehículo para el cual hizo la solicitud

Debe asistir en la fecha en que se le ha asignado la cita, en caso de no poder asistir debe hacer de nuevo todo el proceso de solicitud.

No vendemos cauchos para llevar."

Algunos elementos recuerdan que un día este fue un local espectacular. Los equipos de montura, alineación y balanceo se mantienen operativos, a pesar de que no se consiguen los repuestos para mantenerlos. El empleado me comenta que "los usarán hasta que ya no funcionen". Las vitrinas que una vez estuvieron llenas de cauchos variados de exhibición, rines y otros productos se encuentran vacías, las paredes están manchadas y una gran puerta con doble candado al final del local delata dónde se guarda el tesoro en forma de caucho.

La amabilidad de los empleados, y la camaradería y jocosidad de algunos de los presentes aligeran la cola. Todos somos víctimas, todos coincidimos en que queremos un cambio.

Mientras tanto, para esa tarde, los venezolanos esperamos que funcionarios del Gobierno, claves en el desarrollo del Decreto de emergencia económica expliquen a los venezolanos, a través de una interpelación pública solicitada por nuestros representantes en la Asamblea Nacional, el alcance, funcionamiento, mecanismos y objetivos del mecanismo. Apenas un día antes el Tribunal Supremo declaraba su constitucionalidad.

11:36 am. Estoy listo. Me retiro del local. Aún tengo que seguir buscando los dos cauchos traseros.

Quiero aprovechar mi estadía y parto a una de las grandes tiendas departamentales que caracterizan a la ciudad de Valencia (Estado Carabobo) para ver los precios de las computadoras. Me detengo en el enorme estacionamiento ocupado tan solo por 10 autos. Mala señal.

Las puertas automáticas se abren al sentir mi presencia, el aire acondicionado helado me recibe refrescante, afuera hace 31 grados centígrados.

Los ministros no se presentaron a la interpelación. Lo que tienen que decir, no lo podemos escuchar las víctimas de la guerra económica

Un espacio impresionante, el mismo por el que un día caminaba entre multitudes de compradores que inundaban los pasillos, entre televisiones de última generación, computadoras, equipos de sonido, celulares y tantos otros artículos de tecnología punta, hoy está salpicado de sartenes, hornitos asadores o un solo tipo de impresoras, entre otras minucias. Pocos clientes caminan entre los grandes espacios vacíos, grupitos de vendedores conversan entre ellos... no se necesita mucha asesoría para comprar una sartén. Por cierto, compré una. Tres somnolientas cajeras mantienen operativas otras tantas cajas de las 12 que funcionaban incesantemente tiempo atrás. De computadoras no tienen noticias, simplemente esperan que en algún momento vuelvan a llegar.

Pasado el mediodía, regreso a Caracas con dos cauchos, una sartén y convencido de mi compromiso de recuperar mi país y de que el himno debe ser cantado por un pueblo vivo y orgulloso de su herencia.

Esa misma tarde, mientras llegaba a mi casa, escucho la noticia. Los ministros no se presentaron a la interpelación. Se niegan a que sea pública.

Lo que tienen que decir, no lo podemos escuchar las víctimas de la guerra económica.

En su exigencia de hacer más de lo mismo, apremian a la Asamblea a aprobar más de los poderes extraordinarios que han mantenido por 16 años.

Aún no despiertan a la realidad de haber perdido la Asamblea Nacional.

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