Sin Rousseff no hay lineamientos

Manuel Cuesta Morúa

31 de octubre 2014 - 07:55

La Habana/La segunda vuelta de las elecciones en Brasil decidirá derroteros dentro y fuera del gigante suramericano. De perder Dilma Rousseff, estaremos frente a la primera gran derrota del populismo del siglo XXI en América Latina.

El impacto sobre Cuba de un revés del Partido de los Trabajadores tomará connotaciones demoledoras. Si la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) tiene problemas ocultos, la victoria de Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), los sacará a relucir. También se darán a conocer otras dificultades asociadas a la calidad y al sentido estratégico del proyecto. Cuando la razón de Estado no se imponga, saldrán a la luz los protocolos secretos que evidencian la naturaleza de la colaboración económica entre los gobiernos de Cuba y de Brasil. Especialmente porque en este último país, la prensa funciona y se lanzará sobre esta información.

El hecho de que el puerto de Mariel no esté realmente en marcha ya es un problema grave para el gobierno cubano y hacia él apunta toda la responsabilidad. La empresa Odebrecht ejecutó el proyecto y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) pagó las cuentas. Así que todos en el Gobierno de Brasil están contentos. Si Rousseff gana esta segunda vuelta electoral, solo tendrá que hacer ciertas preguntas discretas a las autoridades de la Isla y enviar emisarios de cuando en cuando para cuestiones de logística y asesoramiento. Si no quedaran opciones, pues el propio Lula da Silva podría intentar arreglar los entuertos. Hasta ahora, con el puerto de Mariel, Brasil solo se juega el prestigio de su visión estratégica fuera de sus fronteras.

La inversión brasileña en Mariel (...) responde a esa visión populista que intenta propiciar grandes inversiones y fuerte participación del Estado en mega proyectos

Por el contrario, si Rouseff pierde, el mal funcionamiento del puerto de Mariel será un problema agravado tanto para el Gobierno cubano como para el PT. Encima de eso, el debate soterrado en Cuba, tanto en ámbitos profesionales como ambientalistas, en torno a la necesidad y viabilidad de esa Zona de Desarrollo, volvería a encenderse con fuerza si mañana las urnas no favorecen al oficialismo.

Falta mucho por hacer en la ZEDM porque seis meses después de inaugurado el puerto, solo habían pasado por él 57 barcos. Para empezar, se necesita un dragado mayor para que puedan entrar los llamados barcos SuperPanamax, que transitarán por el renovado Canal de Panamá y el puerto de Miami, también reestructurado. Esto sin contar la competencia con Jamaica y otras islas del Caribe donde se desarrollan proyectos más económicos.

La inversión brasileña en Mariel, que fue la apuesta personal del propio Lula, responde a esa visión populista en economía que intenta propiciar grandes inversiones y fuerte participación del Estado en mega proyectos que, con cierta viabilidad económica, y disciplinando los ámbitos monetarios y fiscal, le garanticen ser agente principal del desarrollo por encima del sector privado y de las clases medias, y le posibilite controlar a la sociedad y manipular la agenda de la pobreza.

En Brasil, este modelo populista no ha llegado a triunfar completamente porque antes de Lula había allí ya una economía creciente y porque, con sus defectos, la democracia funciona a partir del gran consenso social entre todos los sectores de la sociedad. Pero la Venezuela degradada de Chávez implementó este modelo, con los resultados que estamos viendo.

Una victoria de Aécio Neves (...) haría temblar la diplomacia médica que explota mano de obra profesional

Esta opción estratégica comenzaría a cerrarse para Cuba si es que asistimos al funeral político de Dilma Rousseff. Se debilitaría la santa alianza populista que se ha activado en la región, de la cual Brasil, no la Venezuela de Maduro, es el principal garante, y el tema de la violación de los derechos humanos en Cuba tendría menos obstáculos en el hemisferio. No obstante, no habría que asumir que una victoria de Aécio Neves reanimaría sustancialmente el tema de la democracia y las libertades fundamentales tanto en la región como en Cuba.

Antes de Lula, estaba Henrique Cardoso y Brasil no destacaba entonces como un crítico visible y sistemático de la situación de derechos humanos en Cuba. Lo que responde a dos fenómenos tradicionales de la diplomacia brasileña: su búsqueda permanente del consenso internacional, evitando los conflictos o contenciosos diplomáticos, y su concepción continental de América Latina como Sudamérica, sin el Caribe.

La diplomacia puede cambiar, en tanto Brasil es un actor global de primera importancia, pero las tradiciones no tienden a cambiar con la alternancia de gobiernos.

Pero en todo caso, una victoria de Aécio Neves le daría menos terreno especulativo al gobierno cubano y haría temblar la diplomacia médica que explota mano de obra profesional. Más allá de los descalabros económicos que podría traer, una derrota del PT incidiría contra la continuidad del modelo geoestratégico de los nuevos populismos latinoamericanos, dentro del cual Brasil ha intentado insertar a Cuba.

Sin Rousseff, Castro tendrá que abandonar completamente los Lineamientos, disfuncionales, del Partido Comunista de Cuba. Estamos en la hora de los rezos.

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