Elogio de lo diestro
La Habana/Intentemos un deslinde: de izquierdas es todo aquel que crea, o pretenda creer, en cierta nebulosa entidad, el pueblo, como recipiente de las supremas virtudes de la sociedad humana; de derechas, el que por el contrario, aun cuando considere a esa entidad como realmente existente, no la vea de esa misma privilegiada manera, o que, en todo caso, la tenga más bien como un engañoso concepto del que se valen demagogos y tiranos para justificar sus fines. En cualquiera de estos dos sentidos no tengo ningún remilgo en identificarme de derechas.
Pero en Cuba somos pocos los que tenemos el particular valor necesario para aceptar públicamente semejante filiación política. De hecho, somos tan pocos que a ratos caigo en la duda de si el problema quizás no sea ni tan siquiera de valor, sino de que simple y llanamente en esta Isla poco común todos parecen ser en verdad de izquierdas. Se trata en todo caso de una desgraciada tendencia que nos acompaña desde hace mucho y que modeló una política republicana en la cual unos izquierdismos se enfrentaron a otros izquierdismos, de manera sucesiva y siempre a la brava.
En la política cubana todo el mundo ha sido populachero y, en consecuencia, izquierdista desde por lo menos desde el 1906 hasta la fecha. Desde el Mulato Lindo, Fulgencio Batista (nuestro Hugo Chávez, edificador de maternidades y escuelas o impulsor de legislaciones redistribuidoras de la riqueza), hasta el guapetón de barrio rural y hermano de un criador de gallos finos, el señor Fidel Castro Ruz (disfrute de sus discursos de juventud: aquellos de "yanquis, vengan y túmbenme la pajita de este hombro izquierdo... que aquí sí hay hombres de verdad y un pueblo viril que raramente llora"). E incluidos no pocos "conservadores", de los de aquel partido homónimo que tuvo en el general Mario García Menocal a su caudillo.
Pero aun desde mucho antes a la fecha citada existía en nuestro país un muy establecido tabú anti-aristoi (prefiero esta palabra helena a aristocracia, evidentemente por padecer también yo la influencia del mencionado tabú). De hecho, teníamos un cubanismo en el siglo XIX para distinguir a aquellos individuos que pretendían mantener un amplio espacio de intimidad y que ensayaban dimensiones no "populares" en la vida cotidiana cubana: el de Abikú.
Es también por ese izquierdismo connatural a nuestra tradición que en Cuba todo el mundo tiene su pinta de revolucionario
Es también por ese izquierdismo connatural a nuestra tradición que en Cuba todo el mundo tiene su pinta de revolucionario. Aquí, parafraseando cierto dicho muy popular, el que no tiene de revolucionario al menos tiene de revoliquero. Porque, aclaremos, si usted cree o pretende creer en esa entidad llamada pueblo como el depósito moral de lo mejor de una nación, pues la única forma que le queda de alcanzar un estado de superior virtud es armar una revolución, o un revolico, que para el caso es lo mismo. Y esto con el evidente propósito de sacar del poder a los gobernantes. A quienes usted, mi compatriota de izquierdas, y, en consecuencia, revolucionario preocupado por lo pecaminoso de los tiempos, por supuesto que no incluirá nunca dentro de la nebulosa entidad referida (para la oposición cubana el mencionado hermano criador de gallos finos, en cuyo escaso vocabulario se encuentran palabrejas como "mendingar", no pertenece al pueblo, como tampoco para anteriores oposiciones aquel otro guajiro ñongo, Gerardo Machado, tan aficionado a los "haigas", los "váyamos" y a que sus guatacas intelectuales lo llamaran General Presidente -¿casualidad?-).
La tendencia revolucionario-revoliquera de nuestro izquierdismo se ve reforzada por ciertas características propias de los elementos de la sociedad cubana que, por lo general, son incluidos en la entidad pueblo. Estos tienen una marcada y muy visible tendencia a creer que las cosas solo se resuelven a la brava y que el uso de la palabra no es propio de los "hombres, asere". Como me soltó hace poco un negro viejo habanero, brujero, abakuá y castrista desde la misma noche en que al Comandante se le treparan un par de palomas en el hombro izquierdo, en medio de uno de sus primeros discursos: "Chico, tú hablas mucha mierda; si tú quieres tumbar esto, ¡álzate, ping...!".
Ese maligno y persistente virus 'izquierdizante' y 'revolucionariesco' a ratos me hace temer si los cubanos no estaremos condenados a vivir cual Sísifo
Es este izquierdismo revoliquero, que nos impregna a todos los cubanos en alguna medida, aún a las rara avis que nos aceptamos de derechas, el que nos lleva a mirar siempre con malos ojos el éxito ajeno o a reírnos de los individuos demasiado reflexivos o a satanizar socialmente a aquellos otros que cuestionan las limitadas dimensiones en que se desarrolla la vida cotidiana del cubano de cualquier estrato económico, nivel educativo o incluso preferencia sexual (si de algo no pueden enorgullecerse nuestros homosexuales es de esa holgura de horizontes de que suelen hacer gala en otras latitudes).
Es precisamente ese maligno y persistente virus izquierdizante y revolucionariesco el que a ratos me hace temer si los cubanos no estaremos condenados a vivir cual Sísifo: enredados en un eterno ciclo histórico de revoluciones y más revoluciones, en las que unos revolucionarios nuevos destronan a unos viejos, para simplemente volver a empezar con el interminable revolico. Y todo, entiéndase bien, por nuestra desgraciada costumbre de querer hacerlo todo por la izquierda.