Las pocas incógnitas del próximo Congreso del partido único

Vuelven a aparecer de forma subterránea las propuestas de cambiarle el nombre a la organización para llamarle Partido Fidelista de Cuba

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba se realizará entre el 16 y el 19 de abril de 2021. (14ymedio)
El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba se realizará entre el 16 y el 19 de abril de 2021. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

03 de diciembre 2020 - 19:48

La Habana/En el tercer día del último mes del año las conversaciones más frecuentes entre cubanos tratan sobre el desabastecimiento de los mercados, las posibles fechas para dar fin a la dualidad monetaria, la anunciada devaluación del peso, la subida de los precios, el aumento del salario y la inconveniencia de mantener las polémicas tiendas que solo venden en moneda libremente convertible.

De todo eso y al mismo tiempo se hablaba esta mañana en ese foro de discusiones que a diario ocurre en la cola del pan, cuando se escuchó una voz con un fuerte tono militar que dijo; "No se preocupen compañeros, todo eso se resolverá en abril durante el octavo congreso del partido".

Como todos tenían puesta su mascarilla resultó difícil determinar quién había sido el autor de la frase. Pero casi todas las miradas se dirigieron a un señor cubierto de canas enfundado en un desgastado pantalón verde olivo que no comprendía por qué su advertencia había causado tanta risa.

Fue un joven que, desafiando el leve invierno vistiendo short y camiseta, respondió al señor: "Sí, mi viejo, pero ya dijeron que este sería el congreso de la continuidad" y nadie más se rió.

Fue un joven que, desafiando el leve invierno vistiendo 'short' y camiseta, respondió al señor: "Sí, mi viejo, pero ya dijeron que este sería el congreso de la continuidad" y nadie más se rió

José Ramón Machado Ventura, al leer la convocatoria al VIII Congreso que se realizará entre el 16 y el 19 de abril de 2021, anunció entre otras obviedades que el evento se encargaría de actualizar la conceptualización del modelo y la implementación de los lineamientos al tiempo que analizará el funcionamiento de la organización y pasaría revista a los resultados obtenidos.

Para alentar a los optimistas el segundo secretario del Partido explicó que era necesario poner en práctica "nuevas formas de pensar y hacer para alcanzar la prosperidad, fruto de nuestro trabajo diario". Repitió que era necesario "eliminar las trabas que aún persisten en el desarrollo de las fuerzas productivas y la eficiencia".

El resto fue lo de siempre: convertir en tarea de todos el objetivo de aumentar la producción, sustituir exportaciones y enfrentar "la corrupción, el delito, las indisciplinas sociales y otras manifestaciones negativas incompatibles con las esencias del socialismo que construimos".

En la convocatoria se resaltó además la necesidad de fortalecer el trabajo político-ideológico "para enfrentar los intentos de restauración capitalista y neoliberal" y se reconoció el creciente rol de las redes sociales e internet en la confrontación ideológica. Al bautizar al evento como "el Congreso de la Continuidad" indicó que en él se produciría "el tránsito paulatino y ordenado de las principales responsabilidades del país a las nuevas generaciones".

Al bautizar al evento como "el Congreso de la Continuidad" indicó que en él se produciría "el tránsito paulatino y ordenado de las principales responsabilidades del país a las nuevas generaciones"

Si el magno evento partidista fuera a despertar alguna expectativa interesante, estas no se reflejan en el aburrido texto de la convocatoria sino en especulaciones de otro tipo y en las probables respuestas a preguntas más inquietantes.

Como se sabe ya es "jugada cantada" que Miguel Díaz-Canel, actual presidente de la República, será el designado, por voluntad expresa de Raúl Castro, en el cargo de primer secretario de la organización. Cualquier cambio en este sentido significaría una evidente desaprobación a su desempeño actual.

Lo que no está claro es quién ocupará el cargo de segundo secretario que se supone dejará vacante el hoy omnipresente Machado Ventura. El elegido para esa estratégica posición pudiera ser un cuadro de larga experiencia como Lázaro Expósito Canto (1955) que lleva 20 años desempeñándose como primer secretario en provincias, primero en Granma y luego en la conflictiva Santiago de Cuba, pero tal vez el cargo se reserve para una mujer relativamente joven y mestiza como Mercedes López Acea (1964) que fungió como primera secretaria en la capital durante casi una década y desde 2018 es miembro del Secretariado. O tal vez se saquen de la manga una sorpresa como cuando se designó a Manuel Marrero para el puesto de primer ministro.

Otra pregunta es si Ramiro Valdés seguirá siendo miembro del Buró Político. Por ser un peso pesado de la llamada generación histórica, su presencia en ese nivel de decisión restaría liderazgo al primer secretario, pero su salida, junto a la de Raúl Castro y Machado Ventura significaría que allá arriba no quedaría ninguno de los fundadores del proceso: Nadie cargado de las grandes culpas.

Cuando Raúl Castro accedió al cargo de Presidente en 2008 tuvo la ocurrencia de proponer a la Asamblea una cláusula que no aparecía en ninguna ley, consistente en que todas las decisiones importantes serían consultadas con el todavía vivo pero ya retirado de todos los cargos Fidel Castro

Cuando Raúl Castro accedió al cargo de Presidente de los consejos de Estado y de ministros en febrero de 2008 tuvo la ocurrencia de proponer a la Asamblea Nacional del Poder Popular una cláusula extraordinaria que no aparecía en la Constitución ni en ninguna ley, consistente en que todas las decisiones importantes serían consultadas con el todavía vivo pero ya retirado de todos los cargos Fidel Castro. La propuesta, como es de suponer, fue aprobada por aclamación. En su afán continuista es probable que Miguel Díaz-Canel, o quien sea designado al frente del partido, se sienta tentado a hacer algo similar mientras el casi nonagenario Raúl Castro permanezca con vida.

Como ha ocurrido en los dos congresos anteriores, vuelven a aparecer de forma subterránea las propuestas de cambiarle el nombre a la organización para llamarle Partido Fidelista de Cuba o de disminuir en su definición oficial el peso de algunos adjetivos incómodos como marxista o leninista. Lo que a nadie se le ocurre es que el partido renuncie a su condición de único y, como tal, de "fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado", y mientras eso sea así cualquier cambio será cosmético y destinado a comprar tiempo.

La mayor parte de los problemas que se debaten hoy en la cola del pan deberán tener una respuesta antes de abril. Al VIII Congreso le quedará solo la insulsa tarea de ratificar lo que se haga ahora. No acontecerán milagros.

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