¿A qué juegan hoy los militares cubanos?

Una cosa bien distinta es movilizar tropas para producir comida y otra es designar a experimentados oficiales a dirigir los sectores más dinámicos de la economía

Raúl Castro, expresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, mantiene el control sobre el Partido Comunista. (Twitter)
Raúl Castro, expresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, mantiene el control sobre el Partido Comunista. (Twitter)
Reinaldo Escobar

15 de septiembre 2019 - 17:19

La Habana/El desempeño de las Fuerzas Armadas en asuntos económicos tiene entre sus antecedentes las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) que entre 1965 y 1968 agruparon a unos 25.000 hombres en una suerte de campos de concentración para trabajos forzados en la agricultura.

Posteriormente se crearon las Divisiones de Infantería Permanentes que en 1973 se fundieron con otra entidad paramilitar llamada Columna Juvenil del Centenario (CJC) para dar lugar a lo que hoy se conoce como Ejército Juvenil del Trabajo (EJT).

Pero una cosa bien distinta es movilizar tropas para producir comida y otra es designar a experimentados oficiales a dirigir los sectores más dinámicos de la economía.

El Grupo de Administración Empresarial, SA (Gaesa) forma parte estructural del Ministerio de las Fuerzas Armadas (Minfar). Su presidente ejecutivo es el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y jefe del V Departamento de las FAR.

Hasta finales de 2018 su estructura era la siguiente:

* Grupo de Turismo Gaviota (hoteles, agencias de viajes, alquiler de autos)

* Tecnotex y Tecnoimport (importaciones y exportaciones)

* TRD Caribe (supermercados minoristas de venta en divisa)

* Unión de Construcciones Militares y la Inmobiliaria Almest

* Zona de Desarrollo Integral Mariel

* Almacenes Universales (servicios portuarios, aduaneros y transporte)

Gaesa tiene ramificaciones que van desde el sector hotelero hasta las tiendas minoristas de ventas de productos en divisas, pasando por las aduanas y los puertos. No es casual que las más recientes medidas restrictivas del Gobierno estadounidense estén dirigidas particularmente a sancionar a todo el que “trafique” con estas empresas.

Gaesa tiene ramificaciones que van desde el sector hotelero hasta las tiendas minoristas de ventas de productos en divisas, pasando por las aduanas y los puertos

Tiene 83 instalaciones hoteleras que suman unas 29.000 habitaciones, la mayoría gestionadas por unas 14 cadenas internacionales con las que tiene suscritos acuerdos de administración y comercialización.

¿Por qué es tan elevada la presencia de militares en puntos estratégicos de la economía cubana?

Tres peculiaridades de la sociedad cubana resultan imprescindibles para interpretar el rol de los militares en el control de la economía. Una es la ausencia de lo que la terminología política denomina como división de poderes; la segunda, la recíproca contaminación entre la obediencia a un liderazgo carismático y el respeto a lo estrictamente institucional, y finalmente el prolongado diferendo con los Estados Unidos.

La ausencia de división de poderes

Al analizar la evolución de la ausencia de una división de poderes se identifica una primera etapa de total e indiscutible poder unipersonal en manos de Fidel Castro que se desarrolla desde la toma del poder en 1959 hasta 1975, momento en que se inicia una segunda etapa de aparente institucionalización, con la realización del primer congreso del Partido y la posterior creación de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).

Esta segunda etapa que se extiende hasta mediados de 2006 se caracterizó en un primer momento (hasta 1991) por el mimetismo formal a las costumbres y modos de la Unión Soviética, incluyendo planes quinquenales y la formulación de un programa del Partido. Tras el derrumbe del campo socialista y la proclamación del Período Especial se produjo un regreso al voluntarismo mesiánico de Fidel Castro, que volvió a las andadas con su Batalla de Ideas y la Revolución energética.

En esos últimos años prácticamente se suspendieron los Consejos de Ministros, los congresos del PCC sufrieron retrasos mientras que los diputados de la ANPP se limitaban a aprobar de forma unánime todo lo que se les proponía desde arriba.

En esos últimos años prácticamente se suspendieron los Consejos de Ministros, los congresos del PCC sufrieron retrasos mientras que los diputados de la ANPP se limitaban a aprobar de forma unánime todo lo que se les proponía desde arriba

Haciendo más elástico el concepto de división de poderes se puede afirmar que ninguna otra fuerza ha ejercido un rol equilibrador de este mando vertical. Ante alguna que otra decisión impopular tomada por el Gobierno, nadie en Cuba se pregunta: ¿Cómo responderán los partidos de la oposición? (no los hay legalmente); ¿qué opinará la prensa (la que circula con permiso es toda oficial); ¿qué van a hacer los estudiantes?; ¿cómo reaccionarán los sindicatos?; ¿qué va a decir la Iglesia?. De la misma forma, nadie se cuestiona ¿cómo responderán los militares?

Desde luego que se puede identificar una suerte de división de funciones, pero limitada a un número de obligaciones y potestades de orden práctico. Cuando un huracán azota la Isla los primeros secretarios del Partido en la provincia afectada salen ante las cámaras vestidos de verde olivo y con grados militares en sus charreteras. Por su parte, los generales se ocupan de llevar tropas para evacuar a los civiles y dirigen la recogida de escombros. Una frase dicha por Fidel Castro durante la crisis de los misiles de 1962 ilustra esta fusión: “¡Todos somos uno en esta hora de peligro!”.

El líder por encima de la institución

A la ausencia de todo rasgo de división de poderes se suma la confusión entre líder e institución.

Fidel Castro no fue determinante en las decisiones que se tomaron durante su mandato porque ostentara los grados de Comandante en Jefe ni porque fuera el Primer Secretario del Partido ni mucho menos por ser el Jefe de los Consejos de Estado y de Ministros. Sin temor a exagerar se puede afirmar que esos puestos eran importantes porque los ocupaba Fidel Castro.

De igual forma el poder de decisión de Raúl Castro no proviene de su grado de General de Ejército ni de haber sido durante años ministro de las Fuerzas Armadas, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de ministros o segundo secretario del Partido. Lo que le otorgó autoridad es que es el hermano de Fidel Castro y que fue él quien lo nombró como sucesor.

Si en la actualidad hay tantos exoficiales funcionando como gerentes de hoteles no se debe a que hayan sido o sigan siendo militares, sino a la proximidad personal que mantuvieron durante décadas con Raúl Castro

Tras la repentina enfermedad del Máximo Líder, Raúl Castro heredó de su hermano no solamente los cargos sino la impuesta legitimidad de un mandato sin contrapartida. La posibilidad de dar “el puñetazo sobre la mesa” le ha permitido durante casi 15 años tomar decisiones sin temer votos en contra. Para ejercer su poder le ha bastado con que esa capacidad de veto sea potencial, por lo que se ha dado el lujo de presentarse con el talante de quien delega responsabilidades y aspira a un Gobierno colegiado. Se pretende que sea ese el legado que dejará a sus sucesores.

Si en la actualidad hay tantos exoficiales funcionando como gerentes de hoteles no se debe a que hayan sido o sigan siendo militares, sino a la proximidad personal que mantuvieron durante décadas con Raúl Castro. Lo mismo puede decirse del poderoso engendro que es Gaesa controlado por un exyerno de Raúl Castro. Es aquí donde la recíproca contaminación entre lo personal y lo institucional pervierte cualquier definición.

¿Quiénes tienen el control del país, los militares o los hombres de confianza de Raúl Castro? Que esos individuos hayan sido militares es algo fortuito. Si Raúl Castro hubiera sido ministro de Cultura durante medio siglo, el poder hoy estaría controlado por artistas e intelectuales.

"La culpa la tiene el imperialismo yanqui"

La designación de Raúl Castro como jefe de las Fuerzas Armadas se produce en un momento en que era imprescindible que alguien de la máxima confianza de Fidel Castro vigilara desde lo alto cualquier movimiento militar.

La real o imaginaria amenaza de una inminente intervención militar de los Estados Unidos a la Isla convirtió el asunto de la defensa en una prioridad, en ocasiones enfermiza, que tuvo su clímax con la masiva construcción de refugios a lo largo de los años 80 mientras Ronald Reagan estaba en la Casa Blanca.

Sobran evidencias totalmente documentadas de la participación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la confección y apoyo a planes para derrocar violentamente al Gobierno de la Isla. A eso se suman las restricciones de carácter económico impuestas por la Administración estadounidense.

En la fantasiosa formulación se suponía que en cada árbol, detrás de cada piedra, casa por casa, habría un cubano con un arma para hacerle pagar un alto precio al agresor

Esta situación fue la justificación para crear en Cuba uno de los ejércitos más poderosos de América Latina. Sus oficiales se graduaban en las escuelas de la Unión Soviética y de ese país llegaba de forma gratuita la más moderna técnica de combate. Las tropas coheteriles antiaéreas cubanas realizaban sus prácticas de tiro en los polígonos soviéticos.

Los desastrosos y ejemplarizantes resultados que sufrió Irak durante la Guerra del Golfo en 1991, sumado al cese de suministros bélicos provenientes de la deshecha Unión Soviética, dieron un vuelco radical a la doctrina militar cubana. En 1994 se decretó la Ley de Defensa Nacional donde se precisa el concepto de guerra de todo el pueblo.

El sin sentido de emplear inútilmente recursos humanos y técnica militar para rechazar una invasión llevó a la idea de hacerle la vida imposible a los invasores una vez que hubieran entrado. En la fantasiosa formulación se suponía que en cada árbol, detrás de cada piedra, casa por casa, habría un cubano con un arma para hacerle pagar un alto precio al agresor.

Aún hoy, cuando se insiste en “la invulnerabilidad militar” de la nación, se sigue sustentando en este principio que a su vez se soporta en la hipotética disposición de la mayoría de los ciudadanos a respaldar a su Gobierno para defender la patria.

No solo se trata de la economía

Un elemento añadido a la creciente presencia del control de la economía por entidades adscritas al Minfar es el aspecto político-ideológico.

La casi totalidad de los cuadros de dirección de estas empresas son militantes del partido comunista o de su organización juvenil. Los trabajadores que laboran en estos lugares, con independencia de la plaza que ocupen, se ven sujetos a un permanente escrutinio en relación a sus comentarios políticos.

Todo el que tenga un contrato laboral con estas empresas pasa por un proceso de selección donde son excluidos aquellos que hayan tenido o tengan algún vínculo con organizaciones opositoras o de la sociedad civil independiente. La asistencia a actos políticos dentro del centro de trabajo o la participación en marchas por el Primero de Mayo, o por cualquier otra efeméride revolucionaria se vuelve obligatoria.

Estos trabajadores constituyen una importante fuente de “personal de relleno” cuando la Seguridad del Estado organiza uno de esos “mítines de repudio” donde se supone que los protagonistas son parte del pueblo indignado que de forma espontánea acude a insultar a los opositores.

En los centros turísticos donde se realizan actividades artísticas, la última palabra para aceptar o censurar alguna presentación la tiene el gerente, casi siempre de origen militar. Con especial atención se observan las presentaciones de humoristas para impedir que se filtren chistes críticos contra el Gobierno.Curiosamente las exigencias se vuelven más suaves cuando en la manifestación artística se produce un tratamiento de la figura femenina como mero objeto sexual o cuando los humoristas se ríen de personas discapacitadas, homosexuales o habitantes de provincias.

Los trabajadores que laboran en estos lugares, con independencia de la plaza que ocupen, se ven sujetos a un permanente escrutinio en relación a sus comentarios políticos

La unidad que se reclama con el propósito de identificar a la patria con el Gobierno elimina cualquier intento de aceptar una división de poderes, ni la tradicional concebida entre ejecutivo, legislativo y judicial ni la extendida hacia las entidades de la sociedad civil. Como “la hora de peligro” nunca termina, siempre habrá la obligación de comportarse como un solo hombre.

Hasta la fecha en que se mantiene la inducida confusión entre los méritos del líder y el valor de las instituciones, resultan más significativos los vínculos de sangre, amistad o simple concomitancia con el líder (y con sus allegados más cercanos) que la posición jerárquica que se tenga en el organigrama de una institución. La lealtad al líder se valora más alto que el respeto a las reglas, incluso por encima de la solidez ideológica.

El rol de velador de la seguridad nacional ha salido de las trincheras. Una regla inflexible de los militares cubanos es que todo extranjero puede ser sospechoso de realizar actividades enemigas. Los “invasores” son ahora los inversionistas extranjeros y los turistas. Solo los más confiables pueden tener trato con ese tipo de gente.

La pregunta más importante a la que hace falta encontrarle una respuesta objetiva, documentada y realista es la siguiente:

¿Cuál es el objetivo que los militares (o mejor, los hombres de confianza de Raúl Castro) estén controlando sectores tan importantes de la economía?

Se pueden manejar varias hipótesis:

Hipótesis 1: El objetivo es enriquecer personalmente Raúl Castro y su familia y de paso “salpicar” a los altos oficiales implicados en el negocio.

Hipótesis 2: El objetivo es desviar los recursos financieros obtenidos para fortalecer el aparato de defensa ante una agresión militar, donde se incluyen los gastos que implica mantener un enorme aparato de policía política (dirigido por el Minint) para reprimir a los opositores.

Hipótesis 3: Ante los riesgos de que cualquier apertura económica pudiera derivar en una restauración del capitalismo, Raúl Castro trata de asegurar que, en una eventual piñata, las riquezas queden en manos de quienes le han sido fieles.

Hipótesis 4: Salvaguardar la propiedad social de todo el pueblo. Al colocar hombres de confianza en el control de las fuentes de riqueza se evita la corrupción.

Hipótesis 5: Se trata de un modelo de gestión de la economía ajeno a los defectos del fracasado sistema socialista, pero que resulta en una alternativa autoritaria al modelo capitalista. Por otra parte, no resulta necesario hacer transparentes los datos a través de los cuales se pueden conocer los fracasos del experimento.

Una regla inflexible de los militares cubanos es que todo extranjero puede ser sospechoso de realizar actividades enemigas

Como suele ocurrir en la realidad cada una de estas hipótesis tiene una probable cuota de cumplimiento. Basta con observar el nivel de vida de aquellos que ocupan la alta jerarquía del poder para comprender que los recursos que sostienen sus privilegios provienen de las fuentes de riqueza de la economía nacional que ellos controlan sin tener que rendir cuentas.

Resulta obvio que lo que producen los soldados del Ejército Juvenil del Trabajo y otras entidades productivas bajo el control del Minfar no alcanza para sostener los gastos militares del país y lo que cuesta la policía política. De manera que los recursos provienen necesariamente de la actividad empresarial.

Las tres últimas hipótesis también se interrelacionan pues es cierto que bajo este modelo autoritario, ajeno a las leyes económicas del socialismo, la sagradísima propiedad social tiene menos depredadores y, en última instancia, de producirse un cambio gradual, no violento, a una economía de mercado del tipo ruso o vietnamita, la nómina de los nuevos propietarios ya tiene nombres y apellidos.

Ndlr: Una versión de este texto fue presentada en el evento "Diálogo Cuba" organizado por la Universidad Saint Louis en Madrid.

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