El lenguaje en la lucha por la democratización

Sobre la pintada de de un órgano de vigilancia como el Comité de Defensa de la Revolución, el espigado árbol de Navidad, prohibido cuando 'El Sexto' era un niño y que ahora brota en tantas casas cubanas
Sobre la pintada de las siglas de Comité de Defensa de la Revolución, el espigado árbol de Navidad
Pedro Campos

01 de septiembre 2015 - 09:43

La Habana/Si para usted revolución es alzarse armado en una loma y enfrentarse a tiros al poder, para uno de sus interlocutores es un acto en el que las masas lanzadas a la calle cambian un Gobierno e imponen otro y para un tercer participante, es el proceso de cambios en las relaciones de producción, usted y sus otros dos interlocutores difícilmente se pondrán entender en cualquier discusión sobre el tema.

Lo mismo podemos decir con relación a socialismo, capitalismo, democracia y otro conjunto de términos fundamentales de la política actual. Va siendo muy necesario que nos pongamos de acuerdo primero en qué entendemos por cada uno de esos vocablos si pretendemos llegar a acuerdos más generales. Lograrlo implica abrirse a las posiciones diferentes.

Así mismo, podemos hablar de un lenguaje positivo y de un lenguaje negativo. Cuando alguien se manifiesta a favor de algo puede ser escuchado por el que no piensa igual y este puede encontrar puntos de coincidencia. Pero si una persona o grupo se define como contra tal cosa, se empieza por decir "estoy totalmente en desacuerdo contigo", "usted está totalmente equivocado", "con usted no hay nada que conversar". De hecho, se está asumiendo una actitud de oposición y enfrentamiento que le impide acercarse e interactuar directamente sobre esa tal cosa o persona.

Para los anti, los que están en contra de, la solución generalmente está en la eliminación del contrario, de lo que se adversa y no en su asimilación, en su disolución en algo nuevo y todo se subordina a esa eliminación, especialmente los métodos para lograrlo.

Cuando la finalidad es acabar con el contrario, el objetivo en sí determina cómo hacerlo y obliga a métodos de supresión, al uso de la violencia. En consecuencia, se genera casi siempre una fuerza natural de reacción en el objeto que se pretende suprimir; fuerza que muchas veces resulta superior a la que se le opone y por tanto termina derrotando al anti.

El estudio de la historia demuestra que si ciertamente se lograron muchos cambios por medio de la violencia, en la práctica esos cambios venían ya desarrollándose

El estudio de la historia demuestra que si ciertamente se lograron muchos cambios por medio de la violencia, en la práctica esos cambios venían ya desarrollándose y sedimentándose; solo que los interesados en provocarlos aceleradamente acudían a la violencia para lograr sus objetivos y acabar con el contrario.

También la historia nos enseña que muchos de esos cambios violentos no eran firmes, duraderos, porque precisamente habían sido precipitados –todavía no se habían creado las condiciones adecuadas para su pleno desarrollo– y solo podían ser sostenidos por la violencia continuada. Cuando la violencia se deja de ejercer en tales condiciones, generalmente los cambios son revertidos. Ergo: cambios impuestos, cambios reversibles.

No es asumiendo una posición anticastrista, anticomunista, contrarrevolucionaria, o como quiera llamársele, que los interesados en democratizar la sociedad cubana van a conseguirlo. Entre una posición anti-algo y la democracia hay contradicciones insalvables, precisamente porque el anti implica supresión, eliminación y la democracia no trata de supresiones ni de exclusiones, sino de concertación de posiciones incluso contradictorias, de inclusiones, de tener en cuenta los intereses de todos.

Uno de los grandes maestros de la diplomacia cubana, el profesor D'Estéfano, fallecido ya hace años, en una de sus clases sobre negociaciones nos enseñaba, allá por los setenta, su "teoría de la jamonada": en una negociación no se puede obtener todo de una vez, como usted no puede comerse un tubo de jamonada de un bocado, pero si lo va cortando lasquita a lasquita, se lo puede comer todo.

En esto de la democratización de Cuba, quienes han tratado de comerse la jamonada de un solo viaje han caído siempre en un grave error que los ha llevado al fracaso. No, señores. Esto hay que lograrlo paso a paso. Tampoco "con muchas pausas y sin ninguna prisa", pero sí negociando, logrando avanzar poco a poco, no imponiendo posiciones, ni mucho menos tratando de suprimir al contrario.

En esto de la democratización de Cuba, quienes han tratado de comerse la jamonada de un solo viaje han caído siempre en un grave error que los ha llevado al fracaso

La democracia también puede ser reversible cuando se impone, cuando no ha sido precedida de un proceso de sedimentación educativa, social y económica. Es lo que hemos visto en muchos países donde los gobiernos llegados al poder por vías democráticas actúan parecido a otros que llegaron por vías violentas y terminan secuestrando el poder del pueblo para fines partidocráticos o de elites.

Es hora de que los que se consideran sinceramente luchadores por la democracia en Cuba empiecen a actuar con más consecuencia, inteligencia y cordura, que piensen más en la forma, el método para conseguir sus objetivos, antes que seguir asumiéndose contrarios, anti, enemigos del poder establecido y vez de pretender su eliminación, buscar la forma de negociar con él un proceso de democratización que lo involucre, algo que en definitiva a todos conviene.

Pero si se parte de que no habrá democracia si primero no se acaba con la tiranía castrista, entonces no habrá negociación, no habrá acuerdo, no habrá un proceso de paz, no llegará la ansiada democracia. ¿Por qué ven ese objetivo como precondición y no como resultado, donde todos terminarán cambiando?

Lanzo estas ideas ahora que muchos estamos tratando de ponernos de acuerdo sobre la forma de hacer avanzar un proceso de democratización en Cuba. Si todos los interesados en la democracia en la Isla no aprenden estas lecciones de la historia, quizás tengan que disponerse a continuar firmes 50 años más en sus "posiciones anticastristas".

Desde el movimiento por un socialismo democrático, vengo respaldando la idea de un diálogo que nos incluya a todos los cubanos, también a los interesados dentro del Gobierno-partido-Estado, sin que nadie lo hegemonice, donde trabajemos todos por la democratización de la sociedad cubana. Y si alguien quiere quedarse fuera de este proceso por propia voluntad, será su responsabilidad.

¿Por qué ven ese objetivo como precondición y no como resultado, donde todos terminarán cambiando?

En esta lucha por la democratización, subordinamos muchos otros puntos de nuestro programa a ese objetivo que ahora consideramos primario y supremo. Esperamos que todos los interesados sinceramente en este proceso tengan en cuenta ese principio elemental de la concertación.

Y preciso concertación porque no es lo mismo "concertar", "juntarse" –decía Martí– manteniendo la identidad y buscando puntos de coincidencias, que unirse o fundirse homogéneamente en algo que después solo sirva a grupos hegemónicos y a la larga termine porque sus contradicciones internas no se desarrollaron adecuadamente y se trató de cortarlas "por el bien de la unidad". ¿Es necesario recordar chascos recientes de nuestra historia en este sentido?

Por el bien de los esfuerzos que se vienen realizando, nadie trate de imponer camisas de fuerza; nadie trate de distorsionar los contenidos de las palabras. Nadie trate de imponer liderazgos personales. Si tenemos problemas en el lenguaje y la semiótica, pongámonos primero de acuerdo sobre eso y después discutamos los temas. Negociar, negociar y negociar es lo que deberíamos.

Recientemente se constituyó en La Habana la Mesa de Unidad de Acción Democrática (algunos preferíamos otro nombre) y en Puerto Rico se realizó un importante encuentro de muchos interesados de dentro y de fuera en alcanzar la democracia en Cuba. A fin de que esos esfuerzos de concertación realicen una contribución positiva al proceso de democratización, habrá que tener en cuenta todas esas enseñanzas históricas.

Para lograr que las fuerzas más positivas del Gobierno-partido-Estado no vean "al enemigo" en estos movimientos y busquen formas para su interacción, lo primero es no presentarse como tales y asumir una posición proactiva.

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