La mano izquierda de América Latina

Está por verse si la victoria de Petro o el posible triunfo de Lula unifican los tres bloques en que está dividida la ideología en el continente

Gustavo Petro junto a su futura vicepresidenta, Francia Márquez. (EFE)
Gustavo Petro junto a su futura vicepresidenta, Francia Márquez. (EFE)
Yunior García Aguilera

21 de junio 2022 - 16:47

Madrid/Latinoamérica ha vuelto a votar con la mano izquierda. La victoria de Gustavo Petro en Colombia rompe una muralla histórica que había mantenido a su país en la derecha durante 200 años. Entre las causas de su inédito triunfo destaca el deterioro de las fuerzas políticas tradicionales, incapaces de reinventar sus propuestas ante una realidad completamente nueva.

Tampoco puede descartarse el impacto de la pandemia, que aceleró el descontento popular y provocó un estallido social entre abril y junio de 2021. Por añadidura, el uribismo no supo manejar las complejidades del proceso de paz que, a la postre, han colocado a Petro la banda presidencial. La izquierda colombiana ha logrado con las urnas lo que no pudo alcanzar con las armas. Y la sociedad no ha votado con el cerebro o el corazón, ni siquiera con el estómago, ha votado con el hígado.

Latinoamérica fue sacudida por diversos golpes de Estado que instalaron dictaduras de extrema derecha. Pinochet, Somoza o Videla explotaron el pánico ante la posible expansión comunista

Durante el siglo XX la izquierda estuvo varias veces a punto de gobernar por la vía electoral, pero en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos no estaba dispuesto a permitirlo. Latinoamérica fue sacudida por diversos golpes de Estado que instalaron dictaduras de extrema derecha. Pinochet, Somoza o Videla explotaron el pánico ante la posible expansión comunista y derramaron ríos de sangre con tal de defender sus nociones de libertad.

En el extremo opuesto, la dictadura cubana fusilaba, encarcelaba o desterraba a todo el que se atreviera a opinar contra su doctrina, al tiempo que exportaba revoluciones armadas desde el Río Bravo hasta la Patagonia. Con el desplome de la URSS, Estados Unidos suavizó sus posturas hacia el sur y dejó de ver las victorias de la izquierda como amenazas para su seguridad nacional. Fidel Castro, por su lado, ya no podía continuar invirtiendo en costosas empresas rebeldes y decidió utilizar sus tentáculos para colocar a sus aliados en el poder a través de un camino más sustentable: las urnas.

Entonces llegó la "marea rosa", encabezada por Chávez, Lula, Evo, Correa, los Kirchner, entre otros. El régimen cubano fue nombrado gurú oficial y se utilizó su larguísima experiencia en propaganda y su labia romántico-mística. El nuevo gran enemigo sería la globalización neoliberal. La fórmula exitosa era gritar a los cuatro vientos que la identidad de los pueblos oprimidos corría un grave peligro. Los ideólogos del castro-chavismo reformularon las propuestas del Socialismo del Siglo XXI, presentadas en 1996 por el sociólogo alemán Heinz Dieterich Steffan.

Al Foro de São Paulo se sumaban el Alba y Unasur, instituciones regionales opuestas al Consenso de Washington y creadas con el propósito de afincar, en tierra firme, las raíces del clan socialista. La ola avanzó cuanto pudo, aunque no llegó a tsunami. El deterioro de las economías, la caída de los precios de las materias primas, los escándalos de corrupción, la muerte de las figuras protagónicas, así como las insuficiencias democráticas de la teoría bolivariana, causaron el declive de aquella cresta, despedazándola contra el arrecife electoral.

Finalizando el primer cuarto de siglo, vuelve a levantarse la mano zurda latinoamericana. Lo hace en un contexto postpandémico, en medio de la guerra de Putin

Sin embargo, finalizando el primer cuarto de siglo, vuelve a levantarse la mano zurda latinoamericana. Lo hace en un contexto postpandémico, en medio de la guerra de Putin, con China haciéndose la sueca mientras avanza hacia convertirse en la súper potencia mundial, con Estados Unidos más débil e ignorado que nunca, y con la Unión Europea asustada por los vientos que soplan desde el otro lado del planeta. Las instituciones globales encargadas de velar por la paz, la democracia y los derechos humanos ya presentan síntomas de obsolescencia. La humanidad está a las puertas de un cambio radical, que podría conducir a un nuevo orden o al exterminio de la especie.

Hasta ahora, la nueva izquierda latinoamericana permanece fragmentada en tres bloques. Por un lado, se encuentra el triunvirato Cuba-Nicaragua-Venezuela, fósiles que han sobrevivido incrustados en la roca del autoritarismo, con discursos y políticas estridentes. Muy próximos a ellos, pero con un tono más moderado, están López Obrador, Xiomara Castro y Luis Arce. Los tres se ausentaron a la Cumbre de las Américas y han defendido abiertamente al triunvirato. En un tercer grupo vemos a Alberto Fernández, Pedro Castillo y Gabriel Boric, algo más correctos que los anteriores y con críticas hacia las dictaduras de la región con las que están emparentados ideológicamente.

Está por verse si la victoria de Petro o el posible triunfo de Lula llegan a unificar estos bloques y resucitan un ciclo que empuje a la izquierda a su lado más siniestro. Entre tantas olas, ya hay quien le llama a nuestro macondiano pedazo de mundo: América del Surf.

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