Las mayorías silenciosas

El poder, en realidad, no cree en izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario

Partidarios del Gobierno durante el acto de repudio ante la vivienda de Yunior García Aguilera este domingo. (EFE)
Partidarios del régimen durante el acto de repudio ante la vivienda de Yunior García Aguilera, el 14 de noviembre de 2021. (EFE)
Yunior García Aguilera

18 de abril 2023 - 17:44

Madrid/Tengo un amigo que dice no ser de izquierda, ni de derecha, sino todo lo contrario. Tras su chiste, aparentemente absurdo, se evidencia su hartazgo por la polarización que sacude hoy a Cuba y al planeta.

Lo cierto es que la derecha tiende a moverse hacia posiciones cada vez más conservadoras, explotando sentimientos ultranacionalistas. La izquierda, por su parte, defiende descaradamente a las dictaduras actuales, volviéndose cómplice de sus crímenes. La democracia, ni está garantizada, ni es una conquista irreversible.

El mundo está patas arriba. La guerra de Putin encarna el imperialismo más voraz, mientras recibe el apoyo de los que siempre ondearon las banderas "antiimperialistas". Estos hemipléjicos morales justifican a Rusia hablando de la expansión de la Otan, pero olvidan que hace seis décadas la URSS colocó misiles atómicos a 90 millas de Estados Unidos, convirtiendo a Cuba en un portaaviones soviético. El barbudo soñaba con la gloria del holocausto y le recomendó a Nikita ser el primero en lanzar la bomba. Por fortuna, Jrushchov ignoró olímpicamente al fumador de habanos y prefirió negociar con Kennedy.

China, la potencia dirigida por un imperturbable Winnie The Pooh, es ahora el campeón del capitalismo moderno y también la nación que más contamina el medio ambiente. Todo ello, siendo técnicamente un país "socialista". Al demonio toda la retórica del proletariado y la plusvalía. Al demonio también todas las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en el gigante asiático. Los consumidores necesitan comprar barato, da igual si China llena el mundo de fruslerías. Mientras tanto, la trampa de Tucídides amenaza con enfrentar, tarde o temprano, a las dos potencias, y la humanidad comprará entradas para ver online el espectáculo que podría extinguirnos.

El mundo está patas arriba. La guerra de Putin encarna el imperialismo más voraz, mientras recibe el apoyo de los que siempre ondearon las banderas "antiimperialistas"

Por otro lado, los líderes de las derechas más radicales se han convertido en populistas, al estilo Mao, Perón o Castro. Explotan la ira de los inconformes, hablan de refundar, de hacer más grandes a sus naciones, de rescatar un pasado épico, glorioso y superior. Se dedican a crear ejércitos de seguidores que linchen y exterminen cualquier rastro de disenso. Y las hordas iracundas creen que la libertad será mayor cuanto más alto puedan levantar sus muros.

Yo vengo de un país enfermo. En la Cuba "revolucionaria", el Hombre Nuevo se forjó bajo el fuego de los fusilamientos, los actos de repudio, las purgas, el éxodo masivo y la crisis permanente. Pero nada de ello nos legó un sitio más justo e inclusivo, era imposible que así fuera. Somos hoy el país con más presos políticos de la región. Un puñado de burócratas y generales han tomado a la Isla como rehén y el precio que exigen es la muerte. Las mayorías ya han demostrado en las redes, en las calles y hasta en las urnas que no quieren seguir viviendo bajo ese régimen, pero los ciudadanos carecen de una sola herramienta democrática para sacarlos del trono.

Ese poder, sabiéndose minoría, apuesta por que nos enfrentemos, unos contra otros. Juegan a dividirnos, a que nos desgastemos inútilmente en nuestras diferencias. Esperan pacientes a que practiquemos el canibalismo político hasta que no quede nadie con un ojo sano.

En las decenas de interrogatorios que padecí, pocas veces me hicieron preguntas. Ellos ya sabían todo de mí, tenían mil formas de averiguarlo, colocando micrófonos en mi cepillo dental y cámaras en el inodoro. Podían amenazar y chantajear a todos mis allegados hasta exprimirlos. Entonces, ¿para qué interrogarme?

Esas mayorías no encuentran una alternativa que les parezca razonable o coherente, ante el diluvio de insultos y consignas

En todos aquellos encuentros invirtieron horas en hablarme mal de otros, en dañar la imagen de activistas como Luis Manuel Otero Alcántara o Tania Bruguera. Buscaban influir en mi subconsciente para que yo intentara alejarme de ellos, para que discrepara con sus posturas y terminara convirtiéndolos en mis enemigos.

El poder disfruta que las redes sociales sean paredones de fusilamiento. Y en el fuego cruzado, hay una mayoría silenciosa que no sabe a qué rama agarrarse, asqueada de tanta podredumbre. Esas mayorías no encuentran una alternativa que les parezca razonable o coherente, ante el diluvio de insultos y consignas. Pero esa mayoría silenciosa, si decide dejar de estar al margen y plantarse, podría alcanzar una fuerza descomunal.

Cuando ese centro despierte de su letargo y asuma su postura sin miedo a los radicales, el fundamentalismo se irá replegando hacia ese punto del círculo donde los extremos se tocan. Y quedará en evidencia que, a los poderes, la ideología les importa un carajo, solo las usan a su conveniencia. El poder, en realidad, no cree en izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario.

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