El realismo en el futuro de las relaciones entre EE UU y Cuba

Una señora desde su balcón saluda con las banderas de Cuba y Estados Unidos ondeando hacia afuera. (EFE)
Una señora desde su balcón saluda con las banderas de Cuba y Estados Unidos ondeando hacia afuera. (EFE)
Pedro Campos

03 de febrero 2016 - 09:26

La Habana/El Gobierno del presidente Barack Obama aprobó la semana pasada nuevas medidas que aflojan las cuerdas del bloqueo-embargo en el camino hacia la normalización de las relaciones entre su país y Cuba. Es de suponer que tal será la norma en lo que queda de su administración. De ganar el candidato demócrata en las próximas elecciones presidenciales, es de suponer una continuidad en esa política.

Pero no podría esperarse lo mismo si gana cualquiera de los actuales precandidatos republicanos, de acuerdo con las declaraciones hechas por ellos mismos y la opinión de prestigiosos analistas internacionales.

La encargada del asunto en la cancillería cubana, Josefina Vidal, ha dicho que en ningún caso cree que el nuevo presidente en EE UU vaya a romper relaciones con Cuba. Es una muestra de la disposición cubana a mantener el actual rumbo con cualquier nueva administración en EE UU.

Las relaciones diplomáticas entre ambos países han sido restablecidas y ahora se trata de aumentar la cooperación en una serie de campos, algunos bloqueados por la política de embargo que apoyan los republicanos y cubanoamericanos en el Congreso.

Sin embargo, no hay que perder de vista que "una cosa es con guitarra y otra con violín"; es decir, que no es lo mismo estar en la oposición que en el Gobierno.

Nadie podría descartar que detrás de la resistencia republicana en el Congreso a levantar el bloqueo-embargo pueda estar primando evitar que sean Obama y los demócratas los que se anoten el triunfo de dar el tiro de gracia al comunismo en Cuba que puede significar el levantamiento del entuerto y reservarlo para ellos una vez en la Casa Blanca.

Nadie podría descartar que detrás de la resistencia republicana a levantar el embargo pueda estar primando evitar que sean los demócratas los que se anoten el triunfo de dar el 'tiro de gracia' al comunismo en Cuba

Fue el republicano Richard Nixon quien inició el deshielo con China. La política de acercamiento a la URSS, que muchos consideran el principio del fin del comunismo en Europa fue obra de otra administración republicana, la de Ronald Reagan. Nixon visitó Pekín, Reagan, Moscú. Quizás la visita a La Habana la quieran reservar para otro republicano y por eso se afanan en entorpecer la del actual presidente.

Anteriores gobiernos republicanos intentaron acercarse al de Cuba. Fue la administración de George W. Bush la primera en levantar algunas restricciones del embargo-bloqueo relacionadas con la venta de alimentos.

El establishment estadounidense en su conjunto, desde hace algún tiempo, viene tomando conciencia de que la política de embargo-bloqueo debería ser cambiada por diferentes razones y gobernadores, senadores y representantes republicanos de estados con potenciales intereses inversionistas en Cuba han estado detrás de todos los movimientos para levantar algunas prohibiciones.

Las actuales maniobras de congresistas cubanoamericanos intentando modificar la Ley de Ajuste Cubano que han servido para fomentar la emigración y sus estímulos al enfrentamiento abierto de sectores de la oposición a sabiendas de represalias gubernamentales parecen dirigidas a complicar los avances en las relaciones entre ambos Gobiernos y a obstaculizar el anunciado viaje de Obama a Cuba.

Nadie mejor que los republicanos sabe que existe una estrecha relación de dependencia entre la Ley de Ajuste Cubano y el levantamiento del bloqueo-embargo.

Por otro lado, la imagen imperialista de EE UU tratando de imponerse en América Latina ha sido quebrada con el acercamiento a Cuba y para nadie es un secreto que ese era también uno de los objetivos de la nueva política.

El retroceso que están experimentando las fuerzas populistas-estatalistas "antimperialistas" en la región no es una consecuencia directa de ese cambio de imagen de EE UU, pero tiene relación con el mismo en tanto que a estas fuerzas se les hace más difícil culpar a la injerencia imperialista de sus fracasos internos, mientras que el acercamiento cubanoamericano posibilita que los defensores de EE UU en el continente sean menos rechazados.

Quien llegue a la presidencia después de Obama, no importa su partido, podría igualmente beneficiarse de esa nueva imagen en la región para hacer más efectivas las políticas estadounidenses encaminadas a fortalecer sus intereses en el hemisferio.

Los que siguen condicionando las relaciones entre ambos países a cambios democráticos en Cuba no se percatan de que puede ser al revés

Las relaciones diplomáticas son una cosa y las buenas relaciones políticas y de colaboración, otras distintas. Los Gobiernos que vengan detrás del de Obama podrían aprovechar las oportunidades que brinda a EE UU como nación este acercamiento para continuar avanzando en temas de seguridad, narcotráfico, tráfico de personas o medioambiente.

Los que siguen condicionando las relaciones entre ambos países a cambios democráticos en Cuba no se percatan de que puede ser al revés. Esto no niega que las trabas fundamentales al desarrollo económico y social de Cuba provengan del persistente modelo centralizado de economía política, impuesto en nombre de un socialismo inexistente y no de esa política imperialista como pretende justificar el Gobierno cubano.

Cómo abrir espacios a la exportación de capitales y mercancías es uno de los objetivos de cualquier Gobierno en EE UU y fomentar las condiciones para lograrlo con Cuba es lo que toca ahora en las relaciones entre ambos países, todo nuevo Gobierno tendría abierto ese camino.

Una valoración general de toda esta ecuación sugiere que los augurios de algunos analistas internacionales sobre el incierto futuro de las relaciones entre ambos países es materia sobre la cual es mejor esperar al desarrollo de los acontecimientos para poder hacer un pronóstico más acertado.

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