El régimen cubano, un débil castillo de naipes sostenido por la fuerza

Los signos de su inminente desmoronamiento son inequívocos, aunque la línea de tiempo exacta para su colapso sigue siendo incierta

Imagen de la protesta en Caibarién, Villa Clara, este lunes. (Captura)
Imagen de una protesta en Caibarién, Villa Clara. (Captura)
Karel J. Leyva

26 de diciembre 2023 - 10:04

Montreal (Canadá)/Predecir el momento exacto del colapso de un sistema autoritario no es una tarea sencilla. Ejemplos históricos, desde la prolongada dictadura de Franco en España hasta la persistente dinastía de Kim Il-sung desde 1948 en Corea del Norte, muestran cómo la amalgama de ideologías, control institucional y contextos geopolíticos pueden influir en la longevidad de estos regímenes. La desintegración de la Unión Soviética o la caída abrupta de Mussolini en Italia ilustran cómo los cambios internos y externos pueden interactuar de manera compleja y a menudo sorpresiva, llevando a la desintegración de sistemas que parecían inquebrantables.

Sin embargo, aunque no es posible predecir con exactitud el fin de una dictadura, sí podemos identificar señales claras de su debilitamiento. Esta capacidad de reconocer los momentos de vulnerabilidad en un régimen totalitario es crucial, ya que permite a los ciudadanos comprometidos con el cambio democrático entender mejor cuando pueden ser más efectivas sus acciones para promover el cambio. También ayuda a la comunidad internacional a determinar cuándo y cómo apoyar esos esfuerzos de manera efectiva. En momentos de debilidad de un régimen, las acciones coordinadas y estratégicas pueden tener un impacto significativo. Esto incluye aumentar la presión interna mediante protestas y movilizaciones y fortalecer las redes de apoyo entre diferentes grupos de oposición.

Comprender y actuar sobre estos signos de fragilidad no solo es fundamental para promover el cambio democrático, sino que también sirve como una herramienta valiosa para anticipar y prepararse para los posibles escenarios futuros.

Comprender y actuar sobre estos signos de fragilidad no solo es fundamental para promover el cambio democrático, sino que también sirve como una herramienta valiosa

Algunos indicadores inequívocos de la debilidad de un sistema totalitario son la pérdida de control sobre la narrativa, el aumento de la disidencia interna y las protestas públicas, las crisis económicas y las dificultades sociales, la erosión de la propaganda y la censura, la actividad del periodismo independiente y cambios en la opinión pública internacional. Veamos brevemente cada uno de estos puntos.

La pérdida de control sobre la narrativa es un factor crítico que señala la debilidad creciente de la dictadura en Cuba, una anciana represora de 65 años. Históricamente, la mal llamada revolución cubana fue exaltada como un símbolo de resistencia y autosuficiencia, promoviendo una visión de justicia social, independencia y soberanía nacional. Sin embargo, con el paso del tiempo, la realidad de la vida bajo el régimen ha contrastado cada vez más con la retórica revolucionaria. Las dificultades económicas prolongadas, la falta de libertades políticas y civiles, y la incapacidad del régimen para satisfacer las necesidades básicas de la población han contribuido a un creciente escepticismo y desencanto con la narrativa oficial.

Los tiempos en que las multitudes abucheaban, maltrataban violentamente y lanzaban huevos a los que se marchaban han sido reemplazados por otros en los cuales se espera impacientemente un paquete de comida desde el exterior. La admiración y el orgullo que una vez generó la retórica gloriosa antiimperialista, la sacralización de la historia, la canonización de represores brutales ha sido sustituida por la indiferencia, el rechazo o los planes de emigrar. El epíteto con que se refiere el pueblo al dictador de turno dista mucho del que usaba para describir a sus predecesores tiranos. En vez de temor, el presidente no electo inspira burla y desprecio.

Pocos son los que apoyan genuinamente la dictadura. Muchos de quienes aplauden fervientemente hoy, salen en vuelo de la mañana hacia otro país, sin pasaje de regreso. Hay más ex comunistas en el extranjero que comunistas en Cuba. Ya nadie cree que el sistema represivo revolucionario sea un sucesor legítimo de los ideales que dieron luz a la nación cubana. Ya no queda fe en las promesas de un futuro mejor, porque en Cuba ni siquiera quedan promesas, y cada vez son menos los que creen que la Isla tiene un futuro.

Muchos de quienes aplauden fervientemente hoy, salen en vuelo de la mañana hacia otro país, sin pasaje de regreso. Hay más ex comunistas en el extranjero que comunistas en Cuba

Esta pérdida de fe en el sistema político impuesto por la fuerza en Cuba es un indicador clave de que el régimen ya no puede sostener su narrativa dominante, un factor que contribuye significativamente a su debilitamiento. La incapacidad de reafirmar su vieja narrativa no solo ha empedrado la supuesta legitimidad del régimen, ha sepultado su capacidad para mantener engrasada con apoyo popular la rueda dentada de la represión.

Los tiempos en que se hablaba bajito, susurrando con miedo, cuando se pensaba diferente han quedado en el olvido. Ya nadie insinúa discretamente, para asegurarse de que su interlocutor le apoya antes de criticar al régimen. Ahora se grita en público lo que antes solo unos pocos disidentes tenían el valor de decir. Ya ni siquiera se puede hablar de disidencia en el sentido tradicional. De alguna forma, el pueblo entero se ha vuelto disidente, y esto es un indicador contundente de la debilidad creciente del régimen. Este fenómeno, que se extiende más allá de las críticas habituales aisladas, refleja una fractura significativa en la estructura del poder y la cohesión social que históricamente ha sostenido al Gobierno.

El creciente número de protestas populares de los últimos años hubiera parecido imposible a un cubano común de hace una o dos décadas. Tanto en frecuencia como en diversidad, las manifestaciones de descontento son un indicativo claro de la ausencia de apoyo popular al Gobierno.

Lo notable de estas protestas es que no solo se limitan a sectores marginados o a la oposición tradicional. Han involucrado a una sección transversal de la sociedad cubana, incluyendo a jóvenes, artistas, académicos y, en algunos casos, incluso a miembros de sectores que anteriormente apoyaban la dictadura. Este amplio espectro de participación sugiere un cambio significativo en la percepción pública del régimen, erosionando la imagen de unanimidad y apoyo popular que ha intentado proyectar durante décadas.

Además, la atención internacional que han recibido estas protestas ha puesto en el escenario global la realidad de la situación en Cuba, desafiando la narrativa del poder y atrayendo escrutinio y críticas internacionales. Este fenómeno no solo afecta la imagen del régimen cubano en el exterior, sino que también puede tener implicaciones directas en su estabilidad.

Las dificultades económicas y sociales en Cuba son factores fundamentales en la creciente debilidad del régimen. Estos problemas reflejan deficiencias estructurales profundas que han minado la confianza y el apoyo de la población hacia el Gobierno. Si alguna vez se habló de "período especial" para referirse a un momento que se estimaba pasajero; si alguna vez se consideró que la responsabilidad de tal momento era el resultado de factores externos, ya muy pocos tienen dudas de que la depauperación, la miseria y la pobreza del pueblo cubano es una característica permanente del régimen comunista, quien no puede sobrevivir si no es parasitando a otros países.

Ya muy pocos tienen dudas de que la depauperación, la miseria y la pobreza del pueblo cubano es una característica permanente del régimen comunista, quien no puede sobrevivir si no es parasitando a otros países

La inflación galopante en Cuba, resultado de políticas fallidas creadas por incompetentes, ha erosionado significativamente el poder adquisitivo de los ciudadanos, llevando a un deterioro en la calidad de vida nunca visto en la Isla. La falta de oportunidades laborales que tengan sentido, especialmente para los jóvenes, es mucho más que un problema económico, es una fuente de frustración y desesperanza que alimenta el descontento social y político.

La escasez de bienes esenciales como alimentos y medicinas agrega una gruesa capa de urgencia y desesperación a la situación. Estas carencias impactan directamente en la vida cotidiana de los cubanos, haciéndoles sentir las consecuencias de las fallas del régimen de manera personal. La lucha diaria por necesidades básicas ha generado una percepción de ineficacia e insensibilidad por parte del Gobierno.

Y, por si fuera poco, gran parte de la población sabe que estos problemas provienen directamente de la corrupción del régimen. Esta percepción es devastadora para la legitimidad del Gobierno. En un régimen que históricamente ha justificado sus restricciones a las libertades y su modelo económico centralizado en nombre del bienestar colectivo, el fracaso en proveer necesidades básicas y en gestionar la economía eficazmente es un golpe directo a su justificación de poder.

Tradicionalmente, los regímenes totalitarios han dependido de un control riguroso sobre los medios de comunicación y la información para mantener su narrativa y justificar sus acciones. En Cuba, este control ha sido un pilar fundamental del régimen desde su inicio. Sin embargo, en los últimos años, hemos visto una disminución en la eficacia de la propaganda estatal. Esto se debe, en parte, a la creciente exposición de la población a fuentes alternativas de información, especialmente a través de internet y las redes sociales. La incapacidad del régimen de censurar efectivamente la información alternativa indica una pérdida de control sobre la opinión pública.

Las redes sociales, que han jugado un papel central en numerosos movimientos antigubernamentales en distintas partes del planeta tienen en Cuba un rol fundamental gracias a la circulación de publicaciones críticas ante las injusticias experimentadas por individuos y familias. No menos importante es su papel en la difusión de noticias emitidas por el periodismo independiente en Cuba y en el exilio.

Estos medios independientes han desafiado el monopolio informativo del Estado, proporcionando una narrativa alternativa, revelando fallos y corrupción en el Gobierno

Estos medios independientes han desafiado el monopolio informativo del Estado, proporcionando una narrativa alternativa, revelando fallos y corrupción en el Gobierno. Al poner al descubierto desde engaños estatales hasta eventos que el Gobierno suele intentar silenciar a toda costa, no solo han contribuido a erosionar su imagen, sino que también han dado una base sólida y factual para alimentar cuestionamientos cada vez más amplios entre la población.

El impacto de estos cambios es significativo. Al proporcionar una visión más crítica y menos controlada de la realidad cubana, el periodismo independiente está desempeñando un papel crucial en el fortalecimiento del descontento público, a la vez que fomenta el debate sobre temas que anteriormente eran tabú o estaban fuertemente censurados. Esta erosión de la infraestructura de propaganda y censura gracias a las redes sociales y al periodismo independiente, han contribuido a un cambio en la percepción pública del régimen.

Al darle forma explicativa a la crisis permanente que vive el pueblo cubano, al exponer los lujos de la élite y de sus familiares, han logrado derrumbar en poco tiempo lo que el régimen ha estado escondiendo durante décadas. Esto, naturalmente, tiene implicaciones profundas para su estabilidad a medio y largo plazo.

Los cambios en la opinión pública internacional indican un cambio notable en la percepción internacional sobre el régimen cubano.

La brutal respuesta del Gobierno a las manifestaciones del 11 de julio de 2021 ha sido objeto de críticas por gran parte de la comunidad internacional y de organizaciones humanitarias. En este escenario, es sin duda el Parlamento Europeo quien de forma más insistente ha condenado enérgicamente las violaciones y abusos sistemáticos de los derechos humanos perpetrados por el régimen cubano.

Además, ha solicitado que el Consejo Europeo adopte sanciones contra los responsables de violaciones de derechos humanos en Cuba, comenzando por el presidente no electo. Esta solicitud refleja una postura cada vez más crítica hacia el régimen, marcando un punto de inflexión en la relación entre la Unión Europea y La Habana. En su reciente resolución, también señala que regímenes autocráticos como el de Cuba no deberían participar en encuentros internacionales con países que comparten valores democráticos y respetan los derechos humanos.

Este enfoque del Parlamento Europeo es solo uno de los muchos casos que reflejan un creciente reconocimiento de la necesidad de apoyar la libertad y los derechos humanos en Cuba. Un reconocimiento que ya no se limita a los actores directa o indirectamente afectados, sino que encuentra eco incluso en voces de artistas y organizaciones internacionales otrora simpatizantes del sistema político cubano.

Este no es un simple declive en el apoyo; es una rebelión contra un sistema que ha traicionado sus propias promesas

Aunque la línea de tiempo exacta para el colapso del régimen cubano sigue siendo incierta, los signos de su inminente desmoronamiento son inequívocos. La ideología que alguna vez unió a la nación bajo un estandarte común se ha desvanecido en el vacío de la desaprobación popular. Este no es un simple declive en el apoyo; es una rebelión contra un sistema que ha traicionado sus propias promesas.

El colapso de la narrativa comunista es el resultado de años de gestión económica desastrosa, represión política sin restricciones, y un abismo insalvable entre las políticas gubernamentales y las necesidades reales del pueblo.

La sociedad cubana ya no busca solo un cambio de cara en el poder, sino una reestructuración radical del sistema, una que el régimen actual es incapaz siquiera de concebir, porque implica su propia desaparición. El régimen se encuentra en un punto de quiebre, no solo por su incompetencia administrativa, sino también por haber perdido el elemento más crucial para cualquier gobierno, incluso totalitario: la confianza de su pueblo.

El futuro de Cuba debe encaminarse hacia una era de reconstrucción y reinvención, impulsada precisamente por aquellos que han sido reprimidos y marginados durante demasiado tiempo.

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