El segundo Presidente

José Miguel Gómez (derecha), presidente de la República entre 1909 y 1912
José Miguel Gómez (derecha), presidente de la República entre 1909 y 1912
Fernando Dámaso

23 de septiembre 2014 - 17:00

Del general José Miguel Gómez, segundo Presidente de la República, han quedado para la historia la célebre frase "tiburón se baña pero salpica", un gran monumento en la Avenida de los Presidentes y un mausoleo en el Cementerio de Colón donde, para entrar, hay que inclinar la cabeza.

Gómez fue iniciador de la época de los generales presidentes, la cual se extiende hasta nuestros días. Con las excepciones, claro está, de los gobiernos de los doctores presidentes Alfredo Zayas y Alfonso, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. Hoy la manipulación política distorsiona su imagen y la rodea sólo de calumnias, por lo que resulta poco o mal conocido para las nuevas generaciones.

Natural de Sancti Spíritus, Gómez se incorporó a la Guerra de Independencia y combatió bajo las órdenes del general Serafín Sánchez. Alcanzó el grado de brigadier y tuvo una actuación destacada en diversos combates. Bajo las órdenes del generalísimo Máximo Gómez, logró el grado de general y combatió en la célebre campaña de La Reforma, donde durante quince meses mantuvieron en jaque a las tropas españolas.

El hombre que llegaría a ser presidente, participó en la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur y formó parte de la Comisión que viajó a Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Mac Kinley. Durante dos ocasiones ocupó el cargo de gobernador civil de la provincia de Las Villas. Cuando llegó al más alto cargo de la nación en 1909, ya era un político popular, con experiencia, de personalidad simpática, dotado de tolerancia y que gozaba de prestigio revolucionario.

Durante su gobierno se prohibió el pago de jornales con vales o fichas, se instituyó legalmente el cierre de los establecimientos a las seis de la tarde y se fijó el jornal mínimo de los obreros del Estado, provincia y municipio. Se autorizaron las lidias de gallos, se otorgaron concesiones para obras de dragado y mejoras en los puertos y se permitió la inmigración antillana –especialmente de haitianos y jamaicanos–, entre otras muchas medidas.

La pavimentación y el alcantarillado de La Habana y el acueducto de Cienfuegos también se beneficiaron durante su presidencia, con la contratación de un empréstito de más de 16 millones de dólares para esos fines. Se le dio un impulso al desarrollo de las comunicaciones por carreteras y ferrocarril, y se crearon granjas escuelas en cada provincia para el aprendizaje agrícola. La enseñanza se favoreció con su mandato, al establecerse la Academia de Historia y también la de Artes y Letras, a las que se sumó el Museo Nacional.

Algunos pasos dados por Gómez no resultaron del agrado de muchos, como la autorización de las lidias de gallos, la ley organizando la Renta de Lotería y la permuta de los terrenos del Arsenal por los de Villanueva. Muchos veían en estas medidas un marco propicio para realizar operaciones de enriquecimiento ilícito y de fraude financiero, por lo que fueron firmemente combatidas por la oposición y por la opinión pública.

Durante el periodo presidencial de José Miguel Gómez se produjeron dos hechos preocupantes. El movimiento de protesta de los veteranos de la guerra en 1911, que reclamaban fuesen desplazados de la administración pública quienes habían combatido la idea revolucionaria. El conflicto se calentó y estuvo a punto de desembocar en acciones armadas, pero fue resuelto mediante ciertas concesiones, entre ellas la ley que permitía cesantear a esos individuos.

Las fuerzas gubernamentales aplastaron el movimiento, causando la muerte a más de 3.000 personas de raza negra

Gómez también debió lidiar con el alzamiento de los independientes de color el 20 de mayo de 1912. La revuelta estalló por el disgusto que produjo la ley del senador Morúa Delgado, que prohibía la constitución de partidos políticos de una sola raza. La protesta inicial se mezcló con asuntos políticos, y de la prédica pacífica se pasó a alzamientos armados en varias provincias. Las fuerzas gubernamentales aplastaron el movimiento, causando la muerte a más de 3.000 personas de raza negra, entre ellos el general de la Guerra de Independencia Quintín Banderas.

Aunque la ley del senador Morúa Delgado era justa –permitir la formación de partidos racistas hubiera sido un terrible error–y los alzados habían dado un paso equivocado, la represión gubernamental fue excesiva y brutal. En esta difícil situación interna, el Gobierno se vio presionado por Estados Unidos, que amenazó con una posible "intervención preventiva", la cual fue dignamente rechazada.

Otros hechos negativos afectaron el mandato de Gómez, entre ellos la utilización que se hizo de los bienes públicos en interés de personas allegadas a él, de ahí la frase "tiburón se baña pero salpica". En los años que estuvo al frente del país se extendió también la creación de plazas innecesarias en la administración pública, que fueron conocidas popularmente como "botellas". Se le suma a ello la introducción en el presupuesto del Estado de los capítulos "imprevistos" y "gastos secretos" que permitían su apropiación sin tener que dar cuentas al fisco. Por otro lado a Gómez se le criticó mucho la expansión del juego en todas sus formas, como fuente de inmoralidad y corrupción.

A pesar de todos los errores que afectaron el desempeño de José Miguel Gómez y lastraron el prestigio de su gobierno, el segundo presidente de Cuba se caracterizó por ser un político tolerante, que permitía la crítica directa a su persona. Mantuvo el espíritu de la convivencia pacífica y respetó las libertades públicas. Amén de sus orígenes militares, fue un presidente demócrata y liberal que los cubanos de hoy deberían conocer en todos su matices.

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