La solución pasa por los cambios internos, no vendrá del Norte

Pedro Campos

26 de mayo 2015 - 13:58

La Habana/Los arquitectos de la "actualización" del fracasado modelo de capitalismo monopolista de Estado, en vigor en Cuba en nombre del socialismo, buscan la solución de los problemas económicos y sociales del país en la inversión, el turismo y los préstamos extranjeros, especialmente los norteamericanos, motor de la política de acercamiento a Washington.

Pero la práctica ha demostrado que el modelo burocrático, sustentado en la sobreexplotación asalariada de los trabajadores por el Estado y el control de la economía por una élite, por muy grande que sea la inyección económica y financiera, no va a poder resolver los apremiantes problemas que agobian a la sociedad cubana.

Cuatro millones de turistas americanos, 100.000 millones de dólares en inversiones extranjeras y 100.000 millones de dólares más en préstamos blandos podrían hacer más ricos a los nuevos ricos. Pero los pobres seguiremos comiendo tierra si no hay un forma de garantizar que esos dineros no solo lleguen a las empresas del Estado, sino especialmente a los emprendimientos individuales y colectivos.

Simple: mientras no se desate el nudo del monopolio burocrático sobre la economía, con su montón de leyes y regulaciones arbitrarias y restrictivas de las iniciativas individuales y colectivas, no aumentará la producción sustancialmente. Los resultados del trabajo tampoco llegarán a los trabajadores, a los ciudadanos. Éstos no podrán reproducir y mejorar su fuerza de trabajo, no podrán satisfacer sus necesidades y, por tanto, no habrá mercado y demanda interna solvente para potenciar el desarrollo.

Las inversiones para producciones exportables únicamente no ofrecerán nada a los de abajo.

El irrespeto del Estado burocrático, dueño de los medios de producción, al derecho del trabajador a ser retribuido justamente por su labor es el epicentro del desastre socialista y es lo que hace que la gente no trabaje, trabaje mal o se apropie de recursos del Estado. Es lo que desestimula la producción. Es lo que en primera instancia genera la emigración de la fuerza de trabajo joven y preparada.

Si los trabajadores no se sienten comprometidos con los medios de producción, las empresas serán improductivas y dejarán pérdidas.

Si los trabajadores no se sienten comprometidos con los medios de producción, las empresas serán improductivas y dejarán pérdidas

Hasta que los ciudadanos no puedan decidir directa o indirectamente sobre el control del dinero que produce el país, tendremos injusticias, desigualdades, problemas para enfrentar las dificultades cotidianas de las comunidades y, sobre todo, tendremos desacuerdos e insatisfacciones.

En tanto no exista plena libertad para el desarrollo de la iniciativa individual y privada para el trabajo por cuenta propia, para el desarrollo amplio del cooperativismo y de las demás formas de producción y propiedad ‒sean empresas de sociedad anónima por acciones, de capital asociado o de capital individual‒ que garanticen pagos adecuados de salarios y participación de los trabajadores en las ganancias, las fuerzas productivas seguirán estancadas.

Mientras que en las empresas del Estado no sean los trabajadores los que decidan quiénes dirigen y cómo se manejan los asuntos de la empresa, de sus inversiones y producciones y participen en las ganancias, sus problemas de producción seguirán insolubles.

Esto es el ABC de la explicación de la caída del socialismo de Estado. Hasta hoy el Gobierno-partido-Estado cubano no lo ha entendido y desde luego no puede explicarlo, porque sigue sin comprender que si no hay estímulo al trabajo, si no se paga la fuerza de trabajo, no hay trabajo. Quieren aumentar la producción sin aumentar el estímulo. Quieren que la gente trabaje para el Estado por salarios de miseria y por la salud y la educación gratis para todos.

El Estado actúa como si lo primero no fuera alimentarse, vestirse y tener un techo. Eso solo pueden conseguirlo los asalariados si reciben un pago justo a cambio de su fuerza de trabajo.

Muchos cubanos, concentrados en el problema de las relaciones con EE UU, pierden de vista que lo que hay cambiar para resolver nuestros problemas es ese modelo obsoleto

Muchos cubanos, concentrados en el problema de las relaciones con EE UU, pierden de vista que lo que hay cambiar para resolver nuestros problemas es ese modelo obsoleto. Nadie debe desviar la atención ni caer en triunfalismos. Nadie se imagine que nos van a regalar nada.

No voy a decir que el actual acercamiento con EE UU sea una coartada más de la burocracia para seguir retardando la inevitable democratización y socialización de la política y la economía, pero sin duda ha logrado reforzar en mucha gente la idea neoplattista de que la solución vendrá del Norte y no de los imprescindibles cambios internos.

La mejora de relaciones entre ambos países, que los socialistas democráticos apoyamos, deberá aliviar en algo los graves déficits económicos de una parte de la población, pero sobre todo deberá servir para acabar de liquidar la filosofía de ¨ciudadela sitiada¨ y la paranoia burocrática de los llamados comunistas en el poder para hacer menos difícil el camino hacia la democratización y socialización de la política y la economía.

Pero no hay que esperar que caiga de arriba la solución. Somos nosotros, todos los cubanos de buena voluntad ‒los de dentro y los de afuera, los que creen que hay otras formas mejores para encaminar las cosas del país, estén dentro o fuera del gobierno, en todo el espectro político nacional‒, los que tenemos que arreglar este potaje y abordar en armonía el cambio necesario con todas sus consecuencias.

Por eso es tan importante que en EE UU todos entiendan que el mantenimiento del bloqueo-embargo solo sirve a los que dentro nada quieren cambiar. Ese disparate, de demostrada inutilidad política, debe cesar rápida e incondicionalmente.

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