Los obispos consienten la injerencia del PCC en las actividades religiosas

Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en el municipio Candelaria de Artemisa (Foto CC)
Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en el municipio Candelaria de Artemisa (Foto CC)
Jorge Guillén García

19 de septiembre 2015 - 20:57

Candelaria, Artemisa/Una vez más los católicos cubanos sufrimos la humillación por parte del Gobierno, sin que los obispos hagan mucho por impedirlo. Después de meses de silencio oficial sobre la visita del papa, esta semana nos enteramos –por orientación de los obispos– que deben ser entregadas con anticipación al Partido Comunista de Cuba (PCC), las listas de los participantes en las actividades religiosas.

Dar esos listados al PCC, es lo mismo que entregárselos a la Seguridad del Estado y además los funcionarios partidistas han decidido incluir también algunos de sus miembros en cada ómnibus, donde viajaremos nosotros los feligreses hacia los sitios en que Francisco oficiará misa. No podemos entender por qué sucede esto y por qué esas personas tienen que ocupar puestos que deberían estar destinados a otros laicos, pues las capacidades son limitadas.

Sin embargo, más difícil es comprender que nuestros obispos acepten esta imposición.

Para asistir a la misa de Benedicto XVI en La Habana fue necesario que las parroquias entregaran las listas al Gobierno. Ahora, aquella triste historia se repite

En Candelaria, el pueblo donde vivo, al menos tres fieles que originalmente tenía planeado ir a la misa del papa en La Habana, ya no irán. Al conocerse que habían quedado libres esas capacidades, hablé con el párroco para que otras personas ocuparan su lugar y la respuesta fue tajante. “No se puede, porque las listas ya las tiene el Partido”. A lo que agregó que de seguro “ellos llenarán esos espacios con su gente”. Le comuniqué mi malestar con una situación que no era justa y que no debíamos aceptar, pero sólo argumentó “no hay de otra, yo no puedo hacer nada”.

Algo similar ha ocurrido con la reunión prevista entre el papa Francisco y los jóvenes estudiantes del centro cultural padre Félix Varela en La Habana. Bastó una carta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) dirigida al cardenal para que éste arreglara que los alumnos del centro cultural compartan ahora con la FEU el espacio y el tiempo del encuentro. Los convocados originalmente ya no tendrán prioridad alguna, mientras que la organización oficial hizo una fuerte campaña en las universidades para llevar a muchos estudiantes, pues según palabras de algunos de sus dirigentes “tenemos que ser mayoría e imponernos”.

Es importante señalar que cuando nos visitó Juan Pablo II fuimos protagonistas de la preparación de la visita y no fue necesario entregar ninguna lista previa al Partido, ni dar espacios en nuestros ómnibus a sus militantes. Esa visita fue un éxito y pudimos participar en paz en las misas. Todo aquello fue posible gracias a la autonomía e independencia de la Iglesia ante el Estado y por ser una Iglesia encarnada y profética que supo estar al lado de su pueblo. Pero cuando la llegada de Benedicto XVI ya no era la misma. La Iglesia había cambiado su profetismo por permisos para construir y su encarnación por permisos para procesiones.

Un encuentro de pastoral juvenil con el papa fue cancelado sin dar explicaciones. En su lugar el papa recibió a Fidel Castro y su familia

En esas condiciones, el Gobierno –con la anuencia de los obispos– manipuló a su antojo aquella visita. Tan es así que un encuentro de pastoral juvenil en la nunciatura con el papa fue cancelado sin dar explicaciones. En su lugar el papa recibió a Fidel Castro y su familia.

Para asistir a la misa de Benedicto XVI en La Habana fue necesario que las parroquias anotaran a los asistentes y entregaran las listas al Gobierno, y sus agentes estaban en la puerta del ómnibus verificando. Al final del llamado siempre subían al vehículo un gran número de sus agentes que no estaban anotados en ningún lugar, pero nadie podía siquiera pedir explicaciones. Ahora, aquella triste historia se repite.

Nunca, para ninguna actividad de la iglesia, como los encuentros de jóvenes, los matrimonios, ordenaciones de religiosos u obispos e incluso del cardenal, se compartió la organización con el Gobierno. Tampoco se le entregó listas para que controlaran nada de las cuestiones internas, pues esas sólo corresponde manejarlas a la propia Iglesia.

La Iglesia no debe ceder su protagonismo y misión a cambio de favores que tarde o temprano tendrá que pagar. Por el momento, que el señor de la historia nos proteja. Estamos como ovejas descarriadas y sin pastores en quien confiar.

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Nota de la Redacción: Jorge Guillén García es laico católico de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, en Candelaria (Artemisa).

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