Tarea de padre
La Habana/Cuando somos niños, tenemos una idea idílica de lo que es nuestro padre. Lo vemos como ese guardián invencible, fuerte, justo, que no siente miedo y que nos protegerá de todos los peligros que nos acechan en el mundo.
Con el paso del tiempo, pueden pasar dos cosas. Una, que descubras con decepción a un hombre débil, lleno de flaquezas, irresponsable y miedoso que no es capaz ni de pensar, pronunciarse o actuar por sí mismo. Y que para colmo te induce a hacer lo mismo, a simular, a mentir por un supuesto “beneficio de la tranquilidad familiar”.
La otra posibilidad es que al crecer puedas comprobar que efectivamente tu padre es lo que siempre creíste.
En mi caso, me siento profundamente dichoso, pues me pasó lo segundo. A pesar de descubrir, a veces con cierto dolor que mi padre no era perfecto, no era infalible a los fracasos, ni ajeno al miedo y la duda. Hoy puedo decir que es un hombre valiente, poderoso en su palabra y su mirada. Firme en su apoyo hacia mí en los momentos más difíciles sin dejar de alertarme sobre cada aspecto que le parece debo tener en cuenta.
Ninguno de los dos podemos nunca sustituirnos en nuestros roles de vida. Él no puede asumir la responsabilidad y el costo de mis acciones, yo tampoco el de las suyas. Pero siempre es una garantía invaluable saber que estará ahí, velando con ojo experimentado, sosteniendo el tronco del árbol familiar para que crezca recto. Listo para combatir cualquier plaga o leñador despiadado que lo quiera cortar por envidia o maldad.
A mí me toca seguir adelante y ojalá logre que mis hijos sientan la misma seguridad que yo sentí. Sé que la tengo difícil si quiero igualarlo. Pero lo intentaré, porque quiero formar con mis propias manos personas valientes y libres, que no solo pertenezcan al futuro, sino que ayuden a conquistarlo y a construirlo.
Hoy felicito a todos los padres del mundo. Especialmente a los que como el mío, merecieron serlo.