Cuando el último obispo dice adiós

¿Qué hacían allí tantos policías, en cada bocacalle desde la Catedral al camposanto, y tantas motos y perseguidoras?

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Nos quedó mucho por hablar de la Cuba soñada “con todos y para el bien de todos”. / Cortesía del autor
Ghabriel Pérez

19 de diciembre 2025 - 12:37

Holguín/Héctor Luis Lucas Peña Gómez, obispo emérito de Holguín y figura central del episcopado cubano durante décadas, falleció en la madrugada de este 18 de diciembre de 2025, a los 96 años. Fue uno de los firmantes de la pastoral El amor todo lo espera, uno de los documentos más significativos de la Iglesia en Cuba. Su despedida tuvo lugar en la Catedral de San Isidoro, en una misa de cuerpo presente presidida por el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Dionisio García Ibáñez. 

Era septiembre de 1993, vivía Cuba años de mucha incertidumbre y los obispos dieron a conocer aquellas páginas, que, de templo en templo, fueron leídas con devoción. Y luego, de mano en mano, fueron leídas por todos. Y de inmediato, la condena del régimen tildando a nuestros obispos de todos los calificativos insultantes nunca imaginados, acusándolos de llamar a “un baño de sangre”. No obstante, la guía pastoral de los sabios obispos siguió fortaleciendo a la comunidad cristiana.

En los primeros años del siglo XXI, la valentía de nuestro obispo permitió la existencia de la Revista Bifronte, un proyecto literario que desató las alarmas del Ministerio del Interior, y todos los escritores holguineros de la Asociación Hermanos Saíz fuimos citados a las unidades policiales cual si fuéramos delincuentes.

En el año 2010, monseñor Peña me invitó a su casa del reparto Peralta por una plática de admiración que deseaba hacerme después de su lectura sobre varios artículos míos publicados en Cocuyo, nuestra revista diocesana. Fue la ocasión para dejarle las doce preguntas de una entrevista que perdí cuando me hallaba conformando la revista Pirámide, de la que misteriosa y digitalmente un mal día desapareció todo.

Evidentemente, mi queridísimo Peña, tú activaste los resortes de una fe de pura raíz contestataria.
Evidentemente, mi queridísimo Peña, tú activaste los resortes de una fe de pura raíz contestataria. / Cortesía del autor

Esa noche de febrero de 2010, mi abrazo de despedida fue interrumpido por una voz televisiva, cuando, en el portal de la casona del obispo, oímos aquella voz del Noticiero Nacional de Televisión y Peña me jaló por un brazo y me sentó en un balance (mecedora) y así nos vimos frente a una de las farsas más horrendas del periodismo cubano oficial: Gladys Rubio, en off, se prestaba para hacerse eco de la campaña difamatoria sobre el caso Orlando Zapata Tamayo, el preso de Banes que moría luego de sus 85 días de huelga de hambre. La periodista del oficialismo no reparó en faltar ni al dolor de su madre, Reina Luisa Tamayo, poniendo en audiovisual su voz grabada con cámara escondida frente a los agentes médicos a los que Reina “agradecía” por la atención de su hijo en un hospital.

Comparto esta anécdota porque fue la hermosa vez en que vi lágrimas en los ojos de mi obispo, lágrimas como en un Jesús crucificado, y porque he decidido no preocuparme ante quienes señalan que mis escritos, toque lo que toque, llevan la carga del disidente, pues lo soy, además, desde mi sentir católico apostólico romano. Nada es más disidente que la fe cristiana, el que así no lo vea, no sabe lo que es honrar a Cristo. Soy tan disidente como el alma del mismísimo monseñor Héctor Luis Lucas Peña Gómez y todos los obispos cubanos, desde los célebres Félix Varela y Enrique Pérez Serantes hasta el que en estos días, evangélicamente clame por nuestro doliente pueblo.

De modo que no puede faltar en esta despedida mi molestia de haber visto a tanto policía, en cada bocacalle desde la Catedral al camposanto, y tantas motos y perseguidoras, ¿en custodia de qué? Hace apenas unas semanas tuvo lugar un peregrinar semejante por la muerte del cura José Necuse y no hubo un solo policía en custodia.

Evidentemente, mi queridísimo Peña, tú activaste los resortes de una fe de pura raíz contestataria. En verdad, no imaginaba este día de otro modo, a pesar de que hoy, distinto del tiempo en que Cuba despidió a Pedro Meurice, nuestra Iglesia está más infiltrada que nunca y a los sitios del destierro se nos ha ido el 90% de los fieles.

Dice adiós el obispo de 96 años, declarado como el más longevo de nuestro episcopado.
Dice adiós el obispo de 96 años, declarado como el más longevo de nuestro episcopado. / Cortesía del autor

Para colmo, te marchas en días en que el entorno cubano ofrece la imagen y realidad de compatriotas con una pérdida de movilidad no vista desde que Cuba está en los mapas y las bocas de nuestras gentes apenas desayunan y apenas tienen fuerzas para cantar o gritar.

No obstante, por ti fuimos a misa, por ti llegamos hasta tu última morada, nuevo “padre las Casas” (¡el holguinero sabe!). Y digo que tu adiós no me sorprende, mas me angustia. Nos quedaron interrumpidas muchas pláticas, como las de aquel día cuando descubrí en una página de los años 50 que a tu pueblo de Velasco le llamaban “el granero de las Antillas”, y te quedaste sorprendido porque era mucho más que el granero de Cuba.

Nos quedó mucho por hablar de la Cuba soñada “con todos y para el bien de todos” y aquella conversación sobre Reinaldo Arenas que nunca terminamos…

Dice adiós el obispo de 96 años, declarado como el más longevo de nuestro episcopado. Y cuando el último obispo dice adiós, se cierra un ciclo y se abre otro que implica una lectura fuerte por esta Cuba de campanadas prohibidas, de encierro de las voces inocentes, de sed de justicia y de una incertidumbre semejante a las denunciadas por las clásicas pastorales cubanas que tuvieron su temprana y primera advertencia al “nuevo gobierno revolucionario” el 3 de enero de 1959 en una plaza santiaguera.

Tu pueblo, monseñor, te agradece y te honra y se honra de haberte tenido como pastor y te celebra, como espíritu evangélico que seguirá guiando los misterios de la secular ciudad, desde tu cuerpo depositado al centro mismo de la Capilla del Cristo Misericordioso de la Necrópolis de Luz y Caballero.

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