La visita de Margallo

El último viaje a Cuba del ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, en 2010. (EFE)
El último viaje a Cuba del ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, en 2010. (EFE)
Manuel Cuesta Morúa

20 de noviembre 2014 - 08:10

La Habana/El próximo domingo llegará a Cuba en visita oficial el canciller español, José Manuel García-Margallo. La muerte simbólica de la Posición Común arribará con él. Su visita tiene importancia, dado que fue España, bajo el mando del Partido Popular (PP) y de José María Aznar, la que impulsó en 1996 esa política, que supeditaba la cooperación con el Gobierno de La Habana a un avance sustancial en materia de derechos humanos y libertades fundamentales.

Cuando García-Margallo llegue a la Isla, las controversiales visitas del ex canciller holandés Frans Timmermans, actual vicepresidente de la Comisión Europea, y del ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Laurent Fabius, quien lúcidamente estableció una equivalencia conceptual entre dictadura e infamia, tendrán entonces todo su sentido como un esfuerzo europeo para devolver la diplomacia a los cauces políticos sin las constricciones de la geopolítica de los valores, o lo moralmente correcto.

Esta apuesta por el diálogo político, en sustitución de la confrontación por los principios, resulta intelectualmente inobjetable por tres motivos: primero, nada mejor que el diálogo para solucionar los conflictos; segundo, la presión solo ha traído mejoras puntuales en materia de derechos humanos, pero ningún giro estructural en el comportamiento del Gobierno cubano hacia la decencia; y, finalmente, Europa solo tiene capacidad para una guerra diplomática en coyunturas críticas que comprometen la estabilidad mundial o regional, como en el caso de Ucrania. No está preparada ni tiene mucha tradición en batallas estructurales por adelantar una agenda basada en los derechos humanos.

No es seguro que un diálogo político con el Gobierno cubano que no tenga por eje los derechos humanos vaya a producir resultados reales y visibles en cualquier área de cooperación e intercambio.

Conviene destacar en este punto que la Posición Común comienza a ser desestimada más por su inoperancia que por las señales de cambio del Gobierno. Mucho antes de que las llamadas reformas de Raúl Castro fueran coreadas por el mundo, el Gobierno español, entonces bajo signo socialista, y otros tantos países europeos comenzaron a considerar un cambio formal de la Posición Común, a establecer relaciones comerciales y a implementar ayudas generosas y sustanciales a través de ONG europeas.

El diálogo político, que abandera España, es presentado como acompañamiento al proceso de reformas con vistas a una transición política

El diálogo político, que abandera España, es presentado como acompañamiento al proceso de reformas con vistas a una transición política. Sin embargo, mucho del dinero entregado a través de ONG no ha mejorado absolutamente nada, y de los negocios ni hablar. En realidad muchos empresarios europeos operan en Cuba con pérdidas o en números rojos y justifican su presencia solo para cuando los Estados Unidos eliminen el embargo.

El Gobierno cubano no acaba de crear las condiciones mínimas necesarias para que operen con seguridad los inversores extranjeros. No da el paso siquiera hacia el modelo de economía extractiva abierta que implementó China, y se limita a recrear una versión cerrada de economía extractiva que atraiga dinero pero no ideas. Algo imposible en la economía actual.

España llega a Cuba ahora pero me parece que debería ser consciente de que las reformas económicas en la Isla dependen de las reformas políticas, y no al revés. Una conciencia más en sintonía con las mismas razones políticas que llevaron a poner en duda la eficacia de la Posición Común que con algún resultado tangible de las reformas, en lo que ya podríamos aventurar como la década perdida del Raulismo.

La 'realpolitik' hoy es contraproducente y los derechos humanos ya cotizan en bolsa

El diálogo político que impulsa España debería concentrarse en los derechos humanos, aunque fuere inicialmente en los derechos de los trabajadores y emprendedores cubanos, ahora mismo fuertemente reprimidos. Es una ironía del destino que la Posición Común, fundada en una visión global y universal de los valores, fuera impulsada en un momento en el que los conceptos de soberanía al viejo estilo tenían más peso, y que la misma Europa impulse ahora una agenda soberanista de diálogo político con el Gobierno cubano, en un momento en el que muchos actores en la comunidad internacional se dan cuenta e impulsan una agenda global basada en los valores universales.

El hecho mismo de que se acabe de votar una resolución para llevar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al régimen de Corea del Norte, como paso previo para procesarlo en el Tribunal Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, constituye un dato concreto de relevancia dentro de lo que llamo geopolítica de los valores.

Acabo de leer partes de un informe de un think tank australiano, el Instituto para la Economía y la Paz, que publica un Índice del Terrorismo Global, donde señala los tres factores principales que inciden en el auge del terrorismo. Uno de esos factores es la violencia estatal, que incluye las ejecuciones sumarias y, como ocurre en Cuba, las violaciones de los derechos humanos.

En nuestra aldea global interconectada, el respeto de los derechos humanos es una inversión igual de significativa para la prosperidad de los negocios a largo plazo y para la estabilidad mundial. La conclusión es que la realpolitik hoy es contraproducente en un mundo conectado en tiempo real. Los derechos humanos ya cotizan en bolsa.

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