Artemisa, la lechería clandestina de Cuba

La provincia es la principal suministradora al mercado negro habanero de productos lácteos, muy controlados por el Gobierno

La transportación de la leche fresca se vuelve difícil para muchos. (S. Cipido)
La transportación de la leche fresca se vuelve difícil para muchos. (S. Cipido)
Zunilda Mata

01 de octubre 2018 - 16:25

La Habana/El tren llega a La Habana desde San Antonio de los Baños y decenas de pasajeros bajan con cajas, maletines y bolsas plásticas. Entre ellos vienen vendedores de queso, yogur y leche fresca para la capital, alimentos muy controlados por el Gobierno y que antes de que caiga el sol habrán sido vendidos de puerta en puerta.

La provincia Artemisa es la principal suministradora de productos lácteos al mercado negro habanero. Desde el vaso de leche que desayunan muchas familias hasta buena parte del queso que utiliza en las pizzerías particulares proviene de esa extensa planicie de tierra roja que ha sido llamado el jardín de Cuba por la fertilidad de sus suelos.

Osmani Cepero, de 32 años y residente en Artemisa, se considera un "maestro quesero" tras dos décadas de experiencia en la producción del demandado alimento. "Empecé junto a mi padre y ya he formado en estas tareas a mis propios hijos", asegura a 14ymedio el productor, que cada mes logra sacar de su cocina una decena de quesos "entre frescos y más curados", precisa. La mayor parte la comercializa a paladares, cafeterías y hogares.

En la red de tiendas cubanas un kilogramo de queso estilo Gouda, importado de Polonia, Alemania o Canadá, puede llegar a costar hasta 9 CUC, mientras que el producto que fabrica Cepero se comercializa a 2 CUC el kilo

"El problema es que el queso es un producto con mucha demanda pero que solo se vende en las tiendas en moneda convertible o en algunos locales estatales en pesos cubanos", detalla Cepero. "A los campesinos nos está terminantemente prohibido venderlo porque es un monopolio del Estado".

En la red de tiendas cubanas un kilogramo de queso estilo Gouda, importado de Polonia, Alemania o Canadá, puede llegar a costar hasta 9 CUC, mientras que el producto que fabrica Cepero se comercializa a 2 CUC el kilo. "Claro está que la diferencia es brutal y por eso muchos cuentapropistas prefieren comprarnos a nosotros".

Sin embargo, el Estado ha establecido férreos controles sobre la producción lechera de la zona y los ganaderos están obligados a venderle la mayor parte del ordeño. "Se supone que solo debemos quedarnos con la cantidad que necesitamos para el autoconsumo", precisa Cepero.

Al cierre del pasado año en la Isla había un poco más de 4 millones de cabezas de ganado mayor y en 2016 se produjeron 425 millones de litros de leche, un 12% más que en 2015 pero todavía muy lejos de las cifras que se necesitan para relanzar un sector que sufrió duramente con la caída del campo socialista y la crisis económica de los años 90.

En agosto pasado, mientras transportaba en una carreta cinco quesos escondidos en varias cajas, un policía paró a Cepero y le pidió explicaciones. El encuentro se saldó con una multa y la confiscación de los quesos. "Perdí semanas de trabajo y salí bien que no me hicieron un registro en la casa para quitarme el resto".

En San Antonio de los Baños el negocio de la producción de yogur ha derivado en una verdadera industria de preparación, recolecta de envases, transportación y venta

En San Antonio de los Baños el negocio de la producción de yogur ha derivado en una verdadera industria de preparación, recolecta de envases, transportación y venta.

Toda la familia de Ernestina, 58 años, labora en la producción alternativa de yogur. "Empezamos recogiendo los pomos de un litro y medio, esos que la gente llama pepinos y en los que envasamos el producto", explica a este diario. "Antes vendíamos también leche fresca pero el yogur es más resistente a los traslados".

Los clientes de Ernestina son, en su mayoría, vecinos de San Antonio de los Baños y La Habana con niños pequeños o ancianos en la familia. "Esto les ayuda a completar el desayuno o a tener una merienda", explica. "Tenemos muchos compradores que son padres de niños mayores de 7 años a los que ya no les dan leche por el mercado racionado".

La leche que se distribuye a los más pequeños proviene, en su mayor parte, de los productores privados de la zona y también de las vaquerías estatales. En la Isla se cuentan unos 120.000 ganaderos, pero su labor se ve lastrada por las inclemencias climáticas, como huracanes y sequía, la inestabilidad en el suministro de pienso o problemas técnicos como la mala refrigeración, que hace que mucha leche se pierda entre el productor y la llegada a las lecherías.

Los artemiseños se quejan de que la leche racionada viene "cada vez viene más aguada porque los propietarios de las vacas la adulteran para cumplir las cuotas de entrega pero quedarse con un poco para el negocio privado", asegura Ernestina. Por un litro de leche, el Estado paga a un productor un precio que oscila entre 0,15 y 0,18 CUC, mientras en el mercado negro puede vender la misma cantidad por 0,50 CUC aproximadamente.

Por un litro de leche, el Estado paga a un productor un precio que oscila entre 0,15 y 0,18 CUC, mientras en el mercado negro puede vender la misma cantidad por 0,50 CUC aproximadamente

Pegado a la carretera que llega a San Antonio de los Baños un joven levanta en su mano un queso grande, de unas cinco libras. "Este está bastante curado y tiene mucha demanda entre la gente que hace pizzas", aclara el artemiseño. Residente en una granja cercana, la familia está totalmente dedicada a esta producción.

"En esta zona se vive del queso, el yogur y la barra de guayaba que se oferta al borde de la carretera", explica. "Los que tienen más suerte ya han hecho contactos para vender su mercancía directamente a los dueños de paladares". Otros "se suben al tren una o dos veces por semana para vender en La Habana".

El tren puede ser una verdadera ratonera en los días de operativos policiales. "Hay muchos controles y cuando los guardias ven a alguien con maletines muy grandes, enseguida lo revisan", cuenta el joven. "De cada diez quesos que hacemos, estamos perdiendo dos o tres por confiscaciones".

No obstante, a pesar de los riesgos, cada día llegan a la capital cubana innumerables libras de queso, pomos con yogur y litros de leche fresca. "Artemisa es la lechería de Cuba", asegura el joven, "una lechería clandestina, pero una lechería".

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