Tijeras con estilo propio

La competencia es dura entre las peluquerías por cuenta propia

El regreso de los peluqueros a las calles de La Habana

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Corte de pelo en la barbería de la calle 23 y H. (14ymedio)
Orlando Palma

12 de junio 2014 - 12:30

La Habana/El sonido de las tijeras inunda todo el espacio de El lente, un salón de belleza al que los parroquianos se acercaban en los años cincuenta para levantar su autoestima y salir con el cabello cuidado y a la moda. La avenida Diez de Octubre era conocida por aquel entonces como Calzada de los Bazares, por sus numerosos comercios con anuncios llamativos y toldos de colores. Hoy, están en ruinas o con las fachadas ennegrecidas por el hollín.

En esa calzada trabaja Pedro Pablo, barbero de profesión y vocación con unos diecisiete años de experiencia. "Los tiempos cada vez son más duros. No ha sido fácil subsistir en los últimos tres años", comenta.

En 2009 el Estado decidió establecer "con carácter definitivo" un experimento empresarial mediante el cual algunas barberías y peluquerías estatales serían arrendadas a sus trabajadores y, para 2011, pasarían al sector del trabajo por cuenta propia como cooperativas no agropecuarias.

Durante las primeras semanas tras la aprobación de la medida, el entusiasmo recorrió a los profesionales del peine y las tijeras. Pero poco a poco comenzaron a percatarse de las limitaciones del proyecto.

"Sí, al principio todo estuvo bien, ya no dependíamos del Gobierno para brindar un buen servicio'', cuenta Esmeralda, estilista de una peluquería en arrendamiento. ''Antes, cuando no había mercancía en el almacén no podíamos trabajar. Ahora todo depende de mí. Si no lo tengo, lo busco hasta debajo de la tierra''. Pero "los precios de todos los utensilios son para perder el habla", lamenta, y esto limita la oferta que puede brindar a sus clientes.

"La gente no es tonta y sabe cuándo le pones un buen champú y cuándo no"

Un lavado de cabeza cuesta unos 25 pesos, el equivalente a todo un día de trabajo para un profesional. "El problema de los precios lo determina el costo de los productos. La gente no es tonta y sabe cuándo le pones un buen champú y cuándo no'', explica una cooperativista que decidió crear su propio negocio privado. "Aunque en la sala de mi casa nunca tendré el espacio de un local estatal, lo cierto es que muchos de esos sitios están en muy malas condiciones y hay que invertir demasiado para ponerlos bonitos. Prefiero gastarme el dinero en mi propia vivienda, porque si no logro salir adelante al menos no pierdo el monto de la reparación'', cuenta.

Sin embargo, otros se sienten cómodos en las cooperativas. "Aquí nos beneficiamos de la clientela que viene buscando a otros estilistas más experimentados", comenta María Luisa, que acaba de comenzar en un salón de belleza de Centro Habana. Para ella, como para la mayoría, lo más engorroso sigue siendo la adquisición de las cremas, los tintes y otros insumos imprescindibles. Al no existir un mercado mayorista habilitado para estos productos, las compras deben realizarse en las tiendas en moneda convertible (CUC), donde siempre falta algún artículo. El desabastecimiento y los altos precios crean una valla muy difícil de saltar en esta carrera por alcanzar el éxito. Y aunque siempre queda la opción de comprar a distribuidores ilegales, en esos casos es mejor tener buenos contactos. Las falsificaciones abundan y los clientes pueden llevarse una amarga sorpresa.

Cooperativas sin prerrogativas

El costo de los locales es otra de las preocupaciones de los cooperativistas. El pago del arrendamiento al Estado se divide a partes iguales entre los que allí laboran. Comprar la pintura y contratar a los albañiles para mantener la fachada son tareas que deben cumplir en su horario de trabajo y con sus propios recursos. "Por eso tuve que subir el precio del pelado. No me da la cuenta", se queja Yunier, un barbero que no acaba de ver los beneficios en su bolsillo.

Los inspectores, por su parte, se encargan de hacer respetar las regulaciones urbanísticas y las normas de higiene. Sin embargo, los requerimientos son casi imposibles de alcanzar, pues muchos de los establecimientos carecen de baños o agua para efectuar una limpieza adecuada.

Para recuperar el monto de la reparación, deberán hacer más de un millar de pelados

En la calle Obispo, la peluquería Ensueño está funcionando en la nueva modalidad de cooperativa. La excelente ubicación le garantiza una buena afluencia de público, pero las empleadas tuvieron que reunir dinero entre ellas para renovar el techo ante el peligro que les cayera encima en cualquier momento. Para recuperar el monto total de la reparación, de 1000 CUC, deberán hacer más de un millar de pelados. Estefanía, peluquera en el establecimiento durante más de treinta años, asegura que durante el tiempo en que el local fue del Estado no vio que en él "se reparara nada". Una de sus colegas lamenta que, si no se renueva el contrato de arrendamiento a los diez años, "se pierde el derecho a reclamar todo lo invertido aquí".

El pésimo estado de los locales ofrecidos en alquiler ha provocado malestar entre los trabajadores del sector. "Menos mal que dejaron los espejos, las sillas y una que otra secadora de pie oxidada, mutilada y desgastada por cuarenta años de uso. Solo debe tener valor como pieza de museo", se burla una señora que barre el piso en El Realce de la calle Rabí.

Los clientes son, al final, los que pagan los platos rotos. En el último año, el precio de los pelados y de los tratamientos faciales y corporales han subido en un 15%. En la peluquería La Complaciente, una señora a la que le aplican un tinte para pelo advierte: "Mírame a mí. Yo, madre soltera con tres hijos varones, ganando menos de 500 CUP al mes, tengo que pagar hasta 25 por cada corte de cabello para mis muchachos. Sin contar lo que yo gasto en la peluquería, así que es mejor ni pensar en eso".

Los altos precios, no obstante, no dejan vacíos los salones de belleza. El lucir bien sigue siendo una prioridad en la sociedad cubana. Los locales más exitosos son aquellos que unen varios servicios y ofrecen depilación, manicura, masajes faciales y corporales. La competencia es dura, y los salones de belleza privados llevan la delantera en opciones y glamour.

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