"Fama y Aplausos", el 20 plantas de La Habana que se ha convertido en un infierno

Allí donde vivían cantantes, directores de cine, ministros y artistas ahora solo quedan basura e inmundicias

La descripción actual dista mucho de cómo se veía la mole de 20 pisos hace dos décadas. (14ymedio)
La descripción actual dista mucho de cómo se veía la mole de 20 pisos hace dos décadas. (14ymedio)
Natalia López Moya

14 de diciembre 2023 - 15:03

La Habana/Un toque rápido con el índice y el dedo del medio sobre el hombro es la clave para saber que en el inmueble conocido como Fama y Aplausos, en la esquina de Infanta y Manglar, en La Habana, residen desde importantes voceros oficialistas, pasando por premios nacionales de varias categorías hasta llegar a figuras que se destacaron durante la ofensiva ideológica de inicios de este siglo: la Batalla de Ideas.

"Ya esto no es lo que era, ni se parece a cuando me mudé", cuenta a 14ymedio un artista de la plástica que reside en el lugar desde su inauguración y prefiere el anonimato. "No solo se ha deteriorado todo el edificio, la zona, que siempre fue un poco conflictiva por los barrios que tiene cerca, se ha vuelto muy peligrosa. De noche no hay quien salga ni quien reciba visita. Te levantan en peso".

Basta un recorrido por los alrededores para ver las montañas de inmundicias, las calles llenas de baches, las paredes descascaradas y el muro perimetral mugriento y con grietas. En una esquina, un cartel con una imagen de José Martí resalta una de sus frases: "Este es tiempo virtuoso y hay que fundirse en él", a pocos metros de los jardines exteriores del edificio solo quedan fango y mala hierba

La cercana tienda Panamericana que atraía incluso a residentes de otros barrios por su "buen surtido" es ahora un local que solo vende productos por el llamado módulo liberado, según pudo comprobar este miércoles 14ymedio. Un aburrido custodio todavía se mantiene en los bajos de Fama y Aplausos, remanente del antiguo equipo que vigilaba el lugar.

Pero la descripción actual dista mucho de cómo se veía la mole de 20 pisos hace dos décadas. Pasillos impolutos, ascensores que cuando se rompían apenas pasaban unas horas parados, una recepción en los bajos que obligaba al visitante a dar pelos y señales sobre la persona que lo esperaba en el inmueble, luces en el exterior y una pintura blanca inmaculada en la fachada avivaban la curiosidad de los vecinos cercanos.

Randy Alonso, director de Cubadebate, y Rosa Miriam Elizalde, vocera principal de la guerra mediática contra la prensa independiente, figuraban entre los beneficiados con algún apartamento en el inmueble. Eran los elegidos para recibir el premio por adular, maquillar y mentir. De aquellos "ilustres" moradores apenas queda alguno, porque pasaron "a mejor vida" y ahora gozan de casas independientes en barrios más selectos.

Entre los residentes actuales, eso sí, se mantienen figuras de las artes plásticas, cineastas destacados, trovadores que han apoyado con sus acordes a cuanto acto político han sido llamados. Para ellos, sin embargo, el edificio de Infanta y Manglar no es aquel lugar "que parecía que uno estaba en otro país", al decir del mismo vecino, sino un verdadero infierno de basura acumulada, pasillos a oscuras, ascensores rotos y ausencia total de personal de limpieza.

Un largo texto, publicado por el crítico de arte Jorge Rivas en Facebook, denuncia que "decenas de personas, entre estas niños y ancianos enfermos y discapacitados, se encuentran prácticamente varadas en sus respectivos apartamentos ante la imposibilidad de bajar las escaleras". La rotura, hace 20 días, de uno de los ascensores, y la salida de servicio, hace años, del otro, los han dejado en esa situación. Pero desplazarse de abajo arriba no es el único problema.

"Casi todos los pisos están totalmente oscuros, el personal de limpieza pidió en masa la baja, las basuras y otras sociedades pululan en los alrededores, incluyendo un gigantesco basurero que [la Empresa de] Comunales mantuvo por meses frente al lugar", añade Rivas, quien lamenta que la gestión del inmueble pasó, hace años, de manos de la estatal Habana Inmuebles (Hínes) a la Dirección Provincial de Viviendas de La Habana, que apenas cuenta con recursos para darle mantenimiento. "Solo se encarga de mal administrar lo que otrora fue un edificio respetable", remacha.

Rivas aclara que aunque en el lugar ya "no viven ministros, viceministros y otros directivos 'importantes', de alto 'nivel', que en tiempos pasados instaban a mantener el orden", sí siguen residiendo "grandes personalidades de la cultura, el periodismo y el deporte, entre estas premios nacionales y medallistas, pero sobre todo, habitan seres humanos, mujeres, niños, ancianos".

Todo lo sucedido, Rivas lo cataloga de "vergüenza pública" de un edificio que fue calificado popularmente "como Fama y Aplausos y que ahora no le cabe otra denominación que Edificio Infierno".

Pero esta no es la primera vicisitud que experimenta el inmueble. Durante más de una década, la esquina de Infanta y Manglar mostró una mole inacabada, que se quedó varada con la llegada del Período Especial y el fin las microbrigadas, apuntaladas con el subsidio soviético.

Los albañiles que comenzaron levantando los cimientos con la ilusión de obtener un apartamento en el inmueble vieron cómo su proyecto de un hogar se iba al traste. La edificación pasó a ser una de las tantas ruinas modernas, como otras obras sin terminar, que se veían en La Habana del Período Especial.

A finales de la década de los 90, los vecinos cercanos vieron retornar las grúas, los camiones con cemento y a unos constructores que no residirían allí después de la inauguración. En lugar de los microbrigadistas originales, los propietarios serían seleccionados por sus méritos políticos, artísticos o periodísticos.

En medio de la campaña oficial por traer al niño Elián González de regreso a Cuba, se destacaron algunas voces que inmediatamente vieron compensado su entusiasmo con la llave de una nueva vivienda en el lugar. Fue entonces cuando comenzó a ser conocido como Fama y Aplausos porque empezaron a mudarse a sus pisos cantantes, directores de cine, caricaturistas, ministros, reporteros y actores.

A muchos de aquellos beneficiados, la obtención de una vivienda propia los hizo comprometerse aún más con el discurso oficial y su proyección pública aumentó unos grados en la incondicionalidad. El parqueo iluminado en los bajos del edificio se llenó rápidamente de autos modernos que venían a completar el ya abultado privilegio de un apartamento.

Sin embargo, el éxodo en el sector artístico e intelectual, la cercanía de varios barrios marginales que no eran del agrado de los residentes y el ascenso en la nomenclatura que les permitió a algunos mudarse a El Vedado, Miramar o Siboney ocasionaron varias bajas entre los moradores más ilustres.

La otra parte la puso el tiempo, la desidia y la falta de mantenimiento. El inmueble que una vez fue considerado una medalla para sus habitantes, ahora añade más problemas que alegrías. Perdida la fama, no quedan ni los aplausos.

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