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Miami/(EFE).- El caricaturista cubano Manuel Lamar Cuervo, más conocido como Lillo, radicado en EE UU desde 1992 y autor del popular personaje Matojo, falleció esta semana por causas naturales en su residencia de Miami a los 89 años, han informado este miércoles medios locales.
Lillo creó más de una veintena de personajes orientados al público infantil como Patricia, Sapito Pérez, Chicho Durañón o Titina, que cobraron vida durante cuatro décadas en las páginas de los medios escritos de Cuba, como los semanarios Pa'lante, Pionero, Zun-Zún y DDT, entre otros.
Sin embargo, fue con el personaje del pequeño Matojo con el que consiguió gran popularidad.
Este artista de madre colombiana y padre cubano nació el 13 de diciembre de 1929 en Bogotá, y se graduó en Derecho Diplomático y Consular en la Universidad de La Habana, donde posteriormente cursaría periodismo.
"Nunca estudió dibujo. Tenía un talento natural. Lo que le abrió las puertas de las agencias de publicidad y luego del periodismo", ha declarado su hija a varios medios de comunicación.
Mediante sus divertidas viñetas, este artista educó a generaciones sobre temas como el cuidado de la propiedad privada, la puntualidad o el respeto por las leyes
Durante su trayectoria laboral trasladó sus ilustraciones al cine y la televisión a través del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos y creó cortometrajes como Matojo va a la playa, Buenos días Matojo y Mantojo va la escuela, con los que buscaba transmitir una serie de valores a los más jóvenes a través de historias sencillas de risa fácil.
Matojo apareció por primera vez en la revista Pionero en 1961, y los protagonistas de sus ilustraciones solían ser niños cuyas acciones llevaban a reflexionar sobre comportamientos o formas de actuar que mostraban un reflejo de la sociedad contemporánea cubana.
Mediante sus divertidas viñetas, este artista educó a generaciones sobre temas como el cuidado de la propiedad privada, la puntualidad o el respeto por las leyes.
"Mi padre fue hombre extraordinario. Todo el mundo lo quería. Su amor a los niños lo supo llevar como nadie a las caricaturas, y ellos supieron devolvérselo de manera incondicional", ha añadido su hija Patricia.
Después de vivir durante toda su carrera profesional en Cuba, en 1992 se mudó a Miami, desde donde continuó dibujando para varias publicaciones de corte humorístico hasta poco antes de morir.
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