Nobel de la Paz para un congoleño y una iraquí por combatir la violencia sexual en guerra

Denis Mukwege y Nadia Murad obtuvieron también el premio Sájarov en 2014 y 2016 respectivamente

El Comité Noruego ha concedido el galardón al médico y la activista por su labor en la lucha contra la violencia sexual. (Nobel Prize)
El Comité Noruego ha concedido el galardón al médico y la activista por su labor en la lucha contra la violencia sexual. (Nobel Prize)

05 de octubre 2018 - 12:58

Oslo/(EFE).- El congoleño Denis Mukwege y la iraquí Nadia Murad ganaron este viernes el Nobel de la Paz por "sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra y en conflictos armados", informó este viernes el Comité Nobel Noruego.

Mukwege "ha dedicado su vida a defender a las víctimas de violencia sexual en tiempos de guerra" y Murad "es el testigo que cuenta de los abusos perpetrados contra ella y contra otros", argumentó el comité Nobel para conceder el galardón.

El médico Mukwege y su equipo "han tratado a miles de pacientes que fueron víctimas de esos asaltos", ha condenado "la impunidad de las violaciones masivas y ha criticado al Gobierno del Congo y de otros países por no hacer lo suficiente para parar la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra".

"Cuando violan a una mujer, allá donde sea, es a mi mujer a la que violan. Cuando violan a una hija, a una madre, es a mi hija y a mi madre a las que están violando", dijo Mukwege al recibir el Sájarov

"Cuando violan a una mujer, allá donde sea, es a mi mujer a la que violan. Cuando violan a una hija, a una madre, es a mi hija y a mi madre a las que están violando", dijo Mukwege a Efe en 2014 con motivo del Premio Sájarov que le concedió el Parlamento Europeo.

Nacido en 1955 en la República Democrática del Congo (RDC), Mukwege fundó en 1999 el Hospital Panzi en Bukavu, en el este del Congo.

Allí trata a las mujeres que son violadas por los grupos armados, muchas veces en grupo, usadas como un arma de guerra más, y se ocupa de aminorar los efectos devastadores de esos daños, tanto físicos como morales, con una prioridad: "No debemos precipitarnos con una operación si no hemos recuperado psicológicamente a esa mujer".

Para ello cuenta con un equipo de asistencia social, psicológica y psiquiátrica, que ayudan antes de proceder a un tratamiento quirúrgico complicado, ya que muchas mujeres acuden con destrozos físicos en su aparato genital.

Este médico congoleño siempre ha tenido claro que las violaciones a cargo de militares son "una potente arma de guerra", que busca "destruir no solo físicamente a la mujer, sino a toda la comunidad a la que pertenece" y que se prolonga cuando se producen embarazos de niños no deseados.

Mukwege cuenta con un equipo de asistencia social, psicológica y psiquiátrica, que ayudan antes de proceder a un tratamiento quirúrgico complicado, ya que muchas mujeres acuden con destrozos físicos en su aparato genital

Hijo de un ministro pentecostal, estudió Medicina en Burundi y después comenzó a hacer prácticas en el Hospital Cristiano de Lemera, en Kivu del Sur. Conmocionado por las ablaciones que sufrían las mujeres en el país decidió especializarse en Obstetricia y Ginecología y después de completar su formación en Francia regresó a Kivu del Sur en 1989.

Como cirujano jefe, él y su equipo han intervenido a miles de mujeres víctimas de violaciones y de la ablación.

En su trayectoria no lo ha tenido fácil porque Mukwege ya tuvo que dejar el Hospital de Lemera (Kivu del Sur), tras ser destruido el 6 de octubre de 1996 en un ataque que precedió a la Primera Guerra del Congo (1996-1997), que derrocó al dictador Mobutu Sésé Seko.

En octubre de 2012 Mukwege sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores.

En una entrevista anterior con Efe, en 2012, Mukwege dijo no sentirse un héroe por haber ayudado a tantas congoleñas. "Sólo hago - dijo entonces - lo que tengo que hacer. Como ser humano, no puedo entender que no se actúe en esta situación. No siento que esté haciendo nada especial".

Como hombre, además, tiene la responsabilidad de trasladar a otros hombres que rompan su silencio frente a los abusos: "debemos decir a las mujeres que vosotras sois como mi madre, como mi mujer, y que esa violencia no es aceptable".

En cuanto a Murad (1995), el Comité Nobel recordó que es "una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar de Estado Islámico que usaban ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas".

Murad es "una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar de Estado Islámico

Todo cambió para Nadia Murad el 3 de agosto de 2014. Aquel día la comarca iraquí de Sinyar, donde nació y creció la joven que hoy tiene 25 años, vio como una columna de vehículos del EI llegaban para iniciar una operación salvaje de sometimiento y de exterminio.

Su objetivo era acabar con los yazadíes, una minoría religiosa de etnia kurda asentada en el norte de Irak, cuyas raíces se remontan a 2.000 años en los que ha sufrido 74 genocidios, y a los que los yihadistas del EI consideran infieles.

La masacre del grupo terrorista supuso la muerte de unas 5.000 personas, según cálculos no oficiales, y la esclavitud de alrededor de 3.000 niñas y mujeres que fueron sometidas a ventas y reventas para su explotación sexual.

Una de ellas fue Nadia Murad. Aquel día estaba junto a su madre y sus 12 hermanos en su natal Kojo, un pueblo agrícola, del que los yihadistas se llevaron a todo el mundo.

Durante tres meses Murad sufrió un tormento del que logró escapar en noviembre de aquel mismo año gracias a los vecinos que la ayudaron a salir de la zona controlada por los terroristas para llegar a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania.

Murad sufrió un tormento del que logró escapar gracias a los vecinos que la ayudaron a salir de la zona controlada por los terroristas para llegar a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania

Desde allí comenzó a alzar la voz para denunciar el suplicio de los yazidíes y el 16 de diciembre de 2015 contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, que la nombró embajadora de esta organización.

Su rostro comenzó a hacerse habitual en las conferencias de Naciones Unidas y organismos internacionales, en donde sin descanso narra una y otra vez el horror que aún vive su pueblo.

Murad "es el testigo que cuenta de los abusos perpetrados contra ella y contra otros", argumentó este viernes el comité Nobel para conceder el galardón, compartido con el congoleño Denis Mukwege, un médico que lleva años trabajando en la recuperación física y psicológica de las mujeres violadas durante los conflictos armados.

Murad es "una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar del yihadista Estado Islámico que usaba ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas", agregó.

El reconocimiento de este viernes se suma al que ya recibió en 2016 del Parlamento Europeo, que le otorgó el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia. Entonces, en una entrevista con Efe, subrayó: "este premio va en contra de los objetivos que persigue el grupo Estado Islámico, ya que quieren erradicar a los yazidíes y cuando nos capturaron querían quitarnos nuestro honor, dignidad y orgullo".

La joven yazidí ha venido insistiendo en la necesidad de que se cree un tribunal especializado que juzgue a los responsables de los crímenes cometidos por el EI en Siria e Irak

"Este premio nos ha devuelto el orgullo y la dignidad, y por ese motivo se lo quiero dedicar a todas las víctimas en el mundo del EI u otros grupos" yihadistas, afirmó Murad.

Además, la joven yazidí ha venido insistiendo en la necesidad de que se cree un tribunal especializado que juzgue a los responsables de los crímenes cometidos por el EI en Siria e Irak, donde a finales de junio de 2014 proclamó un "califato" en los territorios que había conquistado hasta ese momento y que en julio de 2017 daba sus últimos coletazos.

Además destacó que "tras tres meses de cautiverio logró escapar y empezó a denunciar los abusos que habían sufrido ella y otras mujeres".

"Tuvo el extraordinario coraje de contar su propio sufrimiento y de ayudar a otras víctimas", dijo el Comité Nobel.

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