18 horas en un vagón chino a Santiago de Cuba

El estado de las vías y la maquinaria impiden que los nuevos coches cumplan con las expectativas creadas

El anunciado vagón cafetería no está funcionando aún en los nuevos trenes chinos. (14ymedio)
El anunciado vagón cafetería no está funcionando aún en los nuevos trenes chinos. (14ymedio)
Luz Escobar

15 de agosto 2019 - 16:49

La Habana/Alfredo y su familia recibieron con ilusión la noticia de que el tren que une La Habana con Santiago estrenaba vagones nuevos traídos desde China. Después de años sin visitar a la familia en el oriente de Cuba, iban a hacer el trayecto de forma rápida, económica y segura. Así que compraron los pasajes y los niños estaban entusiasmados de conocer, finalmente, "un tren de verdad" por dentro.

Una mañana de agosto y después de casi tres horas de retraso escucharon por los altavoces de la terminal La Coubre el llamado para abordar "la larga serpiente de hierro" que resoplaba a pocos metros de los asientos de espera. "Una vez pasé al andén, noté que en cada vagón se subían un policía y una ferromoza", cuenta a 14ymedio Alfredo.

Cuando todos los pasajeros ocuparon sus asientos pasaron a "leerles la cartilla". La ferromoza explicó que las multas mínimas por un comportamiento inadecuado son de 200 pesos en moneda nacional y está prohibido bajarse en las terminales. El policía añadió que los viajeros solo podían ir "del asiento al baño y del baño al asiento" y no "caminar entre los vagones".

"Al llegar a las terminales los oficiales se bajan para asegurarse de que nadie ha descendido del tren, ni siquiera los fumadores", contaba sorprendido el pasajero. A la salida de la capital, todavía los niños estaban viviendo la aventura de los asientos nuevos y el silbato de la locomotora, pero algunos pasajeros ya se sentían incómodos.

"El viaje es de 14 horas a Santiago, pero se retrasó", lamenta Alfredo. Su trayecto se prolongó durante casi 18 horas en las que la familia pasó de la euforia a la incomodidad, con unos enormes deseos de salir del vagón y estirar las piernas.

En uno de los vagones sin climatización, cuyos boletos se venden más baratos, viajaba Maricela, una jubilada del sector ferroviario que dijo llevar 20 años sin subir a un tren. "Ya los trenes no son lo mismo que cuando yo era joven y trabajaba como ingeniera del transporte en la Empresa de Ferrocarriles de Occidente", recuerda.

"En aquella época teníamos muy buenos coches y con bastante comodidad, pero a nadie le parecía eso nada sorprendente", asegura la mujer, que ahora tiene 67 años. "Ahora veo que todo el mundo quiere hacerse fotos como si esto fuera la Torre Eiffel, pero yo no sé a qué viene tanta alegría, esto es un tren como otro cualquiera sin grandes comodidades", opina escéptica.

Una de las pocas novedades con que cuentan estos nuevos vehículos es una aplicación para el celular con el que los clientes y familiares pueden conocer la posición del tren en tiempo real y la hora estimada de llegada

Una de las pocas novedades con que cuentan estos nuevos vehículos es una aplicación para el celular con el que los clientes y familiares pueden conocer la posición del tren en tiempo real y la hora estimada de llegada a su destino, pero la app todavía no permite reservar ni comprar boletos. "Eso en mi tiempo no hacía falta, los trenes llegaban a su hora a cada estación y punto", asegura Maricela.

El nuevo tren no cuenta con un vagón específico para el equipaje, y cada pasajero debe llevar las maletas y bultos en el compartimento que hay encima de cada asiento. Ante las quejas, los empleados aclararon a los viajeros que para el próximo mes están pensando regular el tamaño de las maletas y establecer medidas de hasta 158 centímetros.

El tamaño parece escaso para unos pasajeros acostumbrados a llevar abundante equipaje en sus trayectos, la mayoría regalos, comida o accesorios que llevan a cuestas cuando salen de vacaciones.

Durante los primeros viajes no estaba permitido que los pasajeros llevasen comida de casa, pero ahora ya pueden hacerlo, aunque los trabajadores piden que se ponga especial cuidado en mantener la limpieza. "El vagón en el que yo iba tenía un bebedero de agua fría y la ferromoza aclaró que había abundante para todo el viaje", cuenta Alfredo.

Aunque en el noticiero se había anunciado que los nuevos trenes contarían con un vagón cafetería, por el momento no funcionan. "Ni tienen pensado que funcione", añade el joven, que se pregunta cómo van a ir los usuarios a comer hasta allí si no permiten que los pasajeros caminen entre vagones.

Al boleto, que cuesta 70 pesos en vagón sin climatizar y 95 en el que tiene aire acondicionado, se puede sumar, por 20 pesos más una merienda consistente en un pan con jamón y queso, de tamaño mediano, y una lata de refresco nacional que la ferromoza reparte por los asientos durante el trayecto.

En cada vagón viajan más de 70 pasajeros y hay espacio suficiente entre asientos para estirar los pies pero, según cuenta la ferromoza, "los vagones son muy largos y fuerzan bastante a las locomotoras, que no son nuevas", algo que junto al mal estado de las vías está influyendo en las frecuentes demoras que tiene la ruta.

En la parada de Santa Clara el tren tuvo que cambiar de locomotora, una maniobra que los empleados justificaron en un exceso de peso de los vagones que el motor no podía soportar. La pausa técnica demoró aún más un viaje que ya estaba pasado de hora desde su salida.

Antes de bajarse en el destino final los pasajeros tuvieron que entregar el boleto con los nombres, apellidos y el número carnet de identidad de cada uno, además del número del asiento que ocuparon. "Es para que si se pierde o se rompe algo en el tren tengan a quien buscar o investigar", especula Alfredo.

Cuando el tren aminoró la marcha en la estación de Santiago de Cuba, paró y abrieron las puertas de los vagones, una tromba humana salió a toda velocidad. Aliviados, cansados y con ganas de alejarse lo más rápido posible de los coches y la locomotora.

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