"Mi tiempo ya no es mío"

Las familias se han acostumbrado a cargar de obligaciones a los jubilados, que apenas tienen tiempo y dinero para sí mismos

Después de jubilarse, muchos cubanos deben dedicarse a las tareas domésticas o la venta de productos en el mercado informal. (14ymedio)
Después de jubilarse, muchos cubanos deben dedicarse a las tareas domésticas o la venta de productos en el mercado informal. (14ymedio)
Zunilda Mata

16 de septiembre 2019 - 16:50

La Habana/Temprano lleva a los nietos a la escuela, después busca el pan, pasa por el mercado y el resto de la mañana se va en hacer el almuerzo para la familia y cumplir con algún trámite burocrático. La tarde tampoco es sosegada, planchar, limpiar la casa y tostar el maní que venderá al otro día en la calle. Cuando cae en la cama, a sus 78 años, Luisa María está agotada.

Con una población cada vez más envejecida y la tendencia a convertirse para 2050 en el noveno país con más personas que superan los 60 años, en Cuba los retos de la tercera edad no solo apuntan a una mayor necesidad de atención geriátrica sanitaria, sino también a ofrecer opciones recreativas y de esparcimiento para ese momento de la vida.

"Desde que me jubilé no hago otra cosa que colas y mandados", lamenta Luisa María. "Me pasé más de 40 años trabajando para el Estado y ahora trabajo para mi familia, porque cada día hay mucho que hacer en la casa y mi hija no tiene tiempo porque es administradora de una tienda y llega muy tarde", explica.

"Hace años que no voy a un cine ni a ningún lugar para despejar un rato porque toda la semana se me va en tareas hogareñas", asegura la jubilada

"Hace años que no voy a un cine ni a ningún lugar para despejar un rato porque toda la semana se me va en tareas hogareñas", asegura la jubilada. La mayoría de los ancianos de su barriada están en la misma situación. "Algunos van temprano al parque a hacer un poco de Tai Chi pero yo no puedo porque a esa hora tengo que llevar a mis nietos a la escuela".

"En la tercera edad no solo debe velarse por el estado de salud de la persona y por su estilo de vida o factores de riesgo", explica a 14ymedio Liuba Carrasco, especialista en geriatría. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la calidad de vida incluye también "la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, sus expectativas, sus inquietudes y sus sueños".

"En eso influye mucho el entorno social y familiar", puntualiza Carrasco. "Muchas veces hay una imagen social de la vejez como un momento de la vida para el retiro, la inactividad o para consagrarse completamente a las labores domésticas, a estar disponible para los otros. Y eso es algo que hay que cambiar". No obstante, la especialista reconoce que en esa necesaria transformación de la mentalidad deben influir varios factores.

Desde la crisis económica de los años 90, las familias cubanas se han acostumbrado a invertir buena parte del día en buscar alimentos, desplazarse, hacer compras o acceder a servicios públicos. Los jubilados son la parte de la población a la que más se ve en las filas y con la bolsa colgada en el hombro mientras buscan la comida.

"No solo la familia debe entender que cuando un miembro se jubila no significa que ahora su tiempo está a disposición del resto, sino que la persona necesita contar con un sustento económico que le permita llevar a cabo planes, proyectos y actividades que la llenen y colmen", añade Carrasco.

"Tengo una pensión que no llega a 300 pesos cubanos, con eso, ¿a dónde voy a ir?", se pregunta Hugo, de 73 años y residente en Los Palacios, Pinar del Río. "Aquí hay muy pocas opciones para que le gente mayor se entretenga y todo lo que hay cuesta muy caro porque hay que salir del pueblo para llegar hasta la ciudad", explica.

"Aquí hay muy pocas opciones para que le gente mayor se entretenga y todo lo que hay cuesta muy caro porque hay que salir del pueblo para llegar hasta la ciudad"

"Lo que hago es ayudar a mis hijos con todo lo que les hace falta que haga en la calle, como pagar la electricidad, buscar los mandados de la bodega y recoger a los niños en la escuela", detalla Hugo. "Mi tiempo ya no es mío, ahora todo el mundo dispone de mis días porque piensan que como soy viejo no tengo planes propios".

"Nadie respeta que a esta edad también se quieren hacer cosas, divertirse, tener proyectos", lamenta el pensionado. "Yo quería matricularme en la universidad del adulto mayor para estudiar historia, que siempre me gustó, pero no tengo tiempo porque nada más que me levanto tengo que estar de una carrera en otra para buscar la comida".

"Se han hecho varios proyectos a nivel de barrios para que los adultos mayores desarrollen nuevas relaciones sociales y se sientan motivados, para disminuir esa carencia de expectativas que a veces trae consigo la jubilación", cuenta Liuba Carrasco. "Pero lamentablemente son iniciativas que no se prolongan en el tiempo y, además, tenemos un problema con la mentalidad".

"Desde pequeños los cubanos aprenden que el abuelo está en casa, disponible para servir a los hijos y los nietos", comenta la geriatra. "Con frecuencia son los que deben ceder su habitación cuando nace un nuevo niño en la familia y no se respeta su tiempo, porque se les recarga de tareas sin preguntarle si tiene otros intereses. Esas ideas hay que empezarlas a cambiar desde temprano".

En la actualidad el 18,3% de los 11,1 millones de habitantes que hay en Cuba tiene más de 60 años, pero en 2030 la cifra alcanzará el 30% y la Isla podría convertirse en el país más envejecido de América.

"Con frecuencia son los que deben ceder su habitación cuando nace un nuevo niño en la familia y no se respeta su tiempo, porque se les recarga de tareas sin preguntarle si tiene otros intereses"

Martha y Regina fueron juntas a la escuela y se conocen desde que eran niñas. Ambas enviudaron antes de jubilarse y ahora han decidido no perderse ni una opción cultural de las que se ofrecen en las cercanías de sus casas en el municipio Plaza de La Revolución. "Los vecinos me dicen la vieja dama indigna porque no me pierdo un concierto ni una salida a pasear pero mucho que trabajé y me lo merezco", cuenta Martha.

Las dos jubiladas han estado en clases de bailoterapia organizadas por su policlínico. Se unieron a un grupo que hace frecuentes excursiones a la playa y cada semana participan en una peña de boleros que se organiza en un espacio recreativo cercano a la calle 23 en el Vedado. "Esto me lo puedo permitir porque mis dos hijos viven fuera y me mandan un dinerito", continúa.

Regina, por su parte, vendió el vehículo Lada que había sido de su marido y asegura que se está "comiendo las ganancias" en salidas. "La gente nos mira a veces como si fuéramos malas madres o malas abuelas porque no estamos todo el día en la casa o detrás del fogón, pero ya yo cumplí con mi familia ahora me toca ocuparme de mí", apunta.

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