La humillación castrista a Estados Unidos

El gobernante cubano Raúl Castro trata de levantar el brazo del presidente de EEUU, Barack Obama, después de una conferencia de prensa en La Habana. (EFE)
El gobernante cubano Raúl Castro trata de levantar el brazo del presidente de EEUU, Barack Obama, después de una conferencia de prensa en La Habana. (EFE)
Rafael Azcuy González

02 de marzo 2017 - 19:57

Miami/Nunca un gobierno extranjero humilló tanto a los dirigentes estadounidenses como el régimen de los hermanos Castro. ¡Qué paciencia tan grande demostraron tener ante tanta subversión y chantaje, incluyendo la expropiación o robo de propiedades a sus propios ciudadanos!

Tampoco los vecinos del Norte dieron una respuesta contundente ante el desafío castrista que supuso cientos y miles de fusilamientos perpetrados por Fidel y Raúl Castro y el Che, primero en la sierra y, más adelante, con el triunfo de la Revolución de 1959. A partir de ese mismo año comenzó un éxodo permanente de cubanos que ha llegado hasta nuestros días, dejando un saldo terrible de víctimas en el mar y un elevado costo a los contribuyentes del país vecino en ayudas de emergencia y en el patrullaje y resguardo de las costas.

Con su teoría subversiva de exportar la revolución, de "crear dos, tres... muchos Vietnam" por todo el mundo, muy pocos países escaparon de la mira revolucionaria, ya fueran dictaduras militares o verdaderas democracias. Cuba se convirtió en una base de adoctrinamiento comunista y de entrenamiento militar con dinero cubano y soviético, donde desfilaron todos los que brillaban y valían para la causa: el movimiento guerrillero ocupó las montañas de muchas naciones, desestabilizando diferentes regiones por todo el mundo, incluida la lejana África.

Fuentes estadounidenses de la época aseguraban que algunos de esos movimientos podían llegar a tener éxito. En su libro Después de Fidel, Brian Latell, ex alto funcionario de la CIA y gran experto en Cuba, afirmó lo siguiente al respecto: "[...] Durante la mayor parte de los años sesenta y de nuevo después en los ochenta, el temor de que llegaran al poder grupos revolucionarios castristas fue una de las mayores preocupaciones de los políticos estadounidenses". El propio autor también señala que, salvo la Unión Soviética, no había un tema de inteligencia que preocupara tanto a Washington. Castro fue una obsesión del Gobierno de Kennedy luego de fracasar Girón en 1961 y varios intentos frustrados de liquidar a ambos hermanos por parte de la CIA.

Los hermanos Castro se involucraron también en el negocio de las drogas para financiar sus actividades y minar por dentro a la sociedad estadounidense

Nikita Jruschov y Fidel Castro colocaron al mundo al borde de la guerra nuclear, convirtiendo a la Isla en una enorme base soviética, en la que casi llegan a instalarse ojivas nucleares, verdadera amenaza para Estados Unidos. Documentos desclasificados de la CIA demuestran que Castro planeaba toda una serie de actos terroristas en territorio continental norteamericano en caso de que fuera atacada la Isla. Finalmente, a pesar de las presiones de Fidel Castro sobre el líder soviético para que efectuase un golpe nuclear preventivo contra EE UU, se llegó a un acuerdo entre las dos potencias. Moscú retiró sus cohetes a cambio de un compromiso de Washington de no invadir Cuba. El régimen pudo así mantenerse en el poder desde entonces.

Los hermanos Castro se involucraron también en el negocio de las drogas para financiar sus actividades y minar por dentro a la sociedad estadounidense. Sorprendidos con las manos en la masa por las autoridades estadounidenses, no dudaron en sacrificar a varios de sus más cercanos colaboradores para no tener que asumir su propia responsabilidad en el tráfico.

No escapó tampoco a la acción hostil y audaz de los Castro el trabajo de inteligencia cubano en los propios Estados Unidos, posicionando agentes encubiertos por todo el país. Apoyados por los soviéticos, instalaron una base de espionaje de colosales dimensiones, dirigida hacia el Norte, en Lourdes, cerca de la capital.

Los hermanos supieron revertir todas las crisis económicas y políticas de su dictadura valiéndose de los éxodos masivos que les posibilitaron enviar cientos de miles de descontentos al vecino del norte

Los hermanos supieron revertir todas las crisis económicas y políticas de su dictadura valiéndose de los éxodos masivos que les posibilitaron enviar cientos de miles de descontentos al vecino del norte, sin tener que pagar un solo centavo por los gastos que ocasionaban estas desestabilizadoras oleadas al país vecino. En casos como el del éxodo del Mariel les permitió además desembarazarse de la llamada escoria de sus infrahumanas prisiones. Por entonces no hubo decisión de la administración Carter de enmendar tamaño chantaje y las cárceles norteamericanas y los contribuyentes cargaron con los reos de los Castro. Solo George W. Bush supo parar en seco los intentos castristas de seguir con sus éxodos, al advertirles en 2003 que nuevas huidas masivas organizadas por éstos serían consideradas como actos de confrontación hacia Estados Unidos.

La lista de crímenes de lesa humanidad es larga: los fusilamientos tras juicios sumarísimos o sin éstos, los campos de concentración en el Escambray, el hundimiento del remolcador 13 de marzo, la matanza del Canímar, el derribo de avionetas de Hermanos al Rescate por aviones de combate, los campos de trabajos forzados de la UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción), los cientos de miles de presos políticos y la Primavera Negra, los cientos de asesinados en las cárceles, la muerte impune de Oswaldo Payá, la represión cobarde a los disidentes pacíficos y a mujeres. Ninguno de esos crímenes ha tenido nunca la respuesta contundente de la democracia más grande del mundo, que solo se ha limitado a tomar medidas económicas sin tener en cuenta el grave daño ocasionado a la estabilidad de la región y a los propios Estados Unidos, así como al sufrido pueblo cubano.

Al ahora jubilado Barack Obama los hermanos no le correspondieron ni con una sola medida democrática en sus ingenuos intentos de restablecer las relaciones diplomáticas: solo quedó su brillante discurso en La Habana y sufrir la tamaña grosería de no ser recibido en el aeropuerto.

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