Nicaragua se liberó de un régimen calcado al de los Castro

En las elecciones de febrero de 1990, Violeta Chamorro (centro) derrotó al comandante sandinista Daniel Ortega (derecha)
En las elecciones de febrero de 1990, Violeta Chamorro (centro) derrotó al comandante sandinista Daniel Ortega (derecha)
Julio Blanco C.

27 de septiembre 2014 - 15:30

Managua/Sigo con avidez -casi rayana en adicción- las noticias provenientes de Cuba. Supongo que mi nacionalidad tiene mucho que ver en ello, porque probablemente nadie comprenda mejor la realidad de la Isla (aparte de los cubanos) que nosotros los nicaragüenses.

Aquí padecimos un régimen calcado al de los Castro, que entre otras "perlas" nos impuso:

- Un temible aparato de seguridad del Estado, para el que todos los ciudadanos éramos sospechosos de ser traidores y contrarrevolucionarios.

- La tarjeta de racionamiento, de tan ingrata recordación.

- El adoctrinamiento de los estudiantes en todos los niveles educativos.

- La partición de la sociedad en buenos y malos. Todo dentro de la revolución y nada fuera de ella, era la consigna. Quien se oponía al régimen era un paria, un infrahumano, un apestado que no merecía la más mínima consideración o respeto. Esos "elementos" debían ser perseguidos, silenciados, apaleados, amedrentados y en última instancia aniquilados.

Quien se oponía al régimen era un paria, un infrahumano, un apestado que no merecía la más mínima consideración o respeto

- La persecución brutal y despiadada de todos los medios de comunicación desafectos con el régimen. Esto no pudieron lograrlo totalmente, quizás porque les faltó tiempo, por eso sobrevivieron a la quema algunos medios emblemáticos como el diario La Prensa y Radio Corporación.

- La nacionalización de la banca y la socialización o cooperativización forzada de todos los medios de producción, lo cual implicó una confiscación masiva de bienes privados.

La lista es mucho más extensa, no necesito decírselo a los cubanos que han padecido en sus carnes por tantos años una tragedia tan similar pero a la vez mucho más extensa que la nuestra.

Mi interés ahora está centrado en la transición que están experimentando los cubanos, porque nosotros pasamos por algo muy similar, aunque aquí todo fue bastante rápido debido a que no fue el mismo gobierno el que llevó a cabo los cambios, sino otro.

Para la gente de mi generación que crecimos en medio de tantas estrecheces y limitaciones, aquella época de "normalizacion" del país, sobre todo de la economía fue algo casi mágico.

Recuerdo como si fuese ayer cuando empezamos a ser felizmente inundados de comida chatarra

Las cosas más irrelevantes eran todo un acontecimiento. Recuerdo como si fuese ayer cuando empezamos a ser felizmente inundados de comida chatarra. Primero fue Pizza Hut, luego regresó McDonald´s después de una ausencia de varios años, luego Burger King, Friday's, Subway, Papa John's y tantas otras cadenas que fueron aterrizando poco a poco en el país.

También llegaron las grandes empresas hoteleras como Best Western, Intercontinental, Hilton, Hyatt y otras más.

Y reaparecieron los bancos privados nacionales y extranjeros y la excelencia en la atención al cliente volvió a ser una prioridad, no como cuando eran estatales que poco faltaba para que los empleados mordieran al desventurado cliente.

Y se multiplicaron las universidades y los colegios privados (estos nunca desaparecieron) para todos los gustos y los bolsillos.

Y se privatizaron muchas empresas estatales corruptas e ineficientes y otras tantas desaparecieron. Quizás la más significativa fue Enitel, el penoso equivalente de Etecsa. El cambio fue positivamente descomunal y pronto le salió competencia y ya había otras opciones para el cable, la telefonía e Internet.

Y se acabó el racionamiento y las filas y la escasez de productos, y aterrizaron los gigantes del comercio

Y se acabó el racionamiento y las filas y la escasez de productos, y aterrizaron los gigantes del comercio y la industria de la alimentación: Walmart, Pricemart, Cargill, Parmalat, Procter and Gamble y le sigue un larguísimo etcétera.

Y abrió sus puertas el primer mall con decenas de tiendas y sus modernas salas de cines y su food court, y sus enormes tiendas por departamentos... pero no era nada, porque pronto aparecieron otros aún mejores.

Y echar gasolina se volvió un placer culposo porque sus tiendas de conveniencia son tan agradables, como pequeños supermercados y pequeños restaurantes, todo en uno.

Y cambió el sistema de pago del transporte público. Ya no había que cargar con el montón de monedas, sólo recargar la tarjeta electrónica.

Y de pronto un día, un número cada vez mayor de establecimientos empezó a ofrecer wifi gratuito, incluso el Gobierno lo instaló en algunos parques públicos en todas las capitales de provincia

Todo esto, que para nosotros ha sido fascinante, es completamente incomprensible para alguien que no lo ha vivido y que ha sido sistemáticamente apartado por el Estado de todo lo que huela a progreso y desarrollo por muy insignificante que pueda parecer.

Quizás un día, más temprano que tarde, los cubanos puedan pasar por todo esto también y sentir esa extraña satisfacción que da el saber que "ahora somos como todos los demás", que ya no somos "diferentes" en el sentido más negativo y abyecto de la palabra. De hecho, ya están inmersos en una etapa de transición -muy sui generis-, pero transición al fin.

Ojalá que el peso de la realidad finalmente haga entender al régimen que ya no puede contener las compuertas de la "normalidad" porque los cubanos le han hecho miles de orificios a la represa, y las aguas de la creatividad y la iniciativa privada fluyen cada vez con más fuerza.

* Julio Blanco C. es Licenciado en Diplomacia y Relaciones Internacionales. Vive en Managua

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