El fracaso de 'Robin Hood'

Los carretilleros mantienen su negocio a flote en la Cuba raulista. (14ymedio)
A pesar de la represión, los carretilleros intentan mantener su negocio. (14ymedio)
Miriam Celaya

26 de enero 2016 - 09:39

La Habana/En la esquina de las calles Estrella y Árbol Seco, en Centro Habana, una carretilla dedicada a la venta de naranjas y mandarinas es lo que resta de la media docena de artefactos similares dedicados al comercio de productos del agro que pocas semanas atrás pululaban por toda la ciudad.

La última razia oficial contra estos comerciantes, orquestada a finales de diciembre, ha llevado prácticamente a la extinción la venta de viandas, frutas y otros vegetales, dejándola solo en las ineficientes gestiones del sector estatal y algunos establecimientos vinculados a las cooperativas.

La nueva batida gubernamental contra los carretilleros –un sector de los trabajadores por cuenta propia que hasta ahora se había mantenido relativamente estable, pese al frecuente acoso de inspectores y policías– tuvo su preludio en los "debates" que se desarrollaron en el marco del más reciente periodo de sesiones del parlamento cubano, en diciembre, cuando (¿ingenuamente?) un diputado hizo mención a los astronómicos precios de los alimentos y señaló a los comerciantes e intermediarios como la causa del problema.

"La agricultura produce más, pero la gente ve menos comida en su mesa, pues los precios están cada vez más altos, porque la están mercanchifleando muchas manos que no son precisamente las del productor", dijo un diputado

"La agricultura produce más, pero la gente ve menos comida en su mesa, pues los precios están cada vez más altos, porque la están mercanchifleando muchas manos que no son precisamente las del productor", expresó el diputado.

Entre las propuestas de soluciones que emergieron en las sesiones parlamentarias destacó la idea de establecer precios topados para los productos del agro, y el general-presidente aprovechó la ocasión para lanzar una cruzada contra los pillos especuladores que lucran a costilla de las necesidades de alimentación de la población. La acusación alcanza por igual a los transportistas privados que acarrean los productos desde el surco hasta los puntos de venta y a los comerciantes particulares, en especial los carretilleros, quienes son el rostro más visible y vulnerable del elevado costo de los productos del agro.

De inmediato fueron activados los cuerpos represivos –única institución eficiente en Cuba– y durante los días finales de diciembre de 2015 se realizaron numerosos operativos por los barrios más populares de la capital en un desenfreno de multas, decomisos y supresión de licencias de venta a los comerciantes minoristas privados. En breve, la ciudad quedó sumida en una aguda crisis de desabastecimiento.

No solo se decomisaron carretillas y mercancías, sino también numerosos camiones de transportistas privados, con sus correspondientes cargas. En las carreteras de acceso a La Habana, fuerzas combinadas de la policía e "inspectores de decomiso" bloqueaban el acceso de estos vehículos y requisaban la carga. Las viandas, frutas y vegetales decomisados eran vendidos después, a bajos precios, en los Mercados Agropecuarios Estatales (MAE) y en los puntos de venta del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), tal como si hubiesen sido producidos por las inoperantes cooperativas del gobierno.

La nueva batida gubernamental contra los carretilleros tuvo su preludio en los “debates” que se desarrollaron en el marco del más reciente periodo de sesiones del parlamento

Sin embargo, esta práctica –donde un controvertido Robin Hood que nada produce se dedica a robar y en vez de regalar a los pobres les vende el producto de su saqueo– no solo resultó insuficiente para satisfacer siquiera medianamente la enorme demanda de alimentos de la población habanera, sino que quebró de golpe el flujo de éstos, produciendo un mayor desabastecimiento y, en consecuencia, una nueva elevación de los precios.

Si anteriormente la especulación de "los privados" condujo en alguna medida a un alza artificial de los precios, la solución oficial la incrementó, al crear una falsa burbuja de "oferta" que el Estado no es capaz de sostener ni de producir. La expectativa inicial surgida por el arribo de productos menos costosos a las tarimas de los agromercados se disipó rápidamente al dejar tras de sí las mismas carencias y mayores costos de los alimentos que los que se proponía "combatir" con este golpe de efecto.

Como es habitual, los diputados cubanos hicieron de caja de resonancia del Palacio de la Revolución, apuntando a las consecuencias y no a las causas de la crisis alimentaria en Cuba. Sin embargo, uno de los factores que más profundamente ha afectado en la producción agrícola y en la distribución de los alimentos ha sido la cadena de impagos del sector estatal a los productores y los incumplimientos de sus empresas de transportación y acopio.

Por otra parte, el Estado asigna muy bajos precios a la producción de los campesinos privados, aunque no les garantiza semillas, insumos, plaguicidas, fertilizantes ni los instrumentos de trabajo. En consecuencia, los productores prefieren negociar directamente con los intermediarios privados a fin de obtener las ganancias por su labor.

Miguel tiene 72 años, vive en la actual provincia de Artemisa y era todavía un adolescente cuando "la Revolución" le entregó un trozo de tierra a su padre, en 1960, que más adelante heredó él. Ellos nunca quisieron trabajar en cooperativa, así que hasta hoy Miguel sigue sacándole frutos a su "finquita" por sí solo, o con la ayuda de su sobrino. Eventualmente, cuando es necesario, contrata uno o dos peones para trabajar en su tierra, a los que paga 200 pesos (CUP) diarios. "Al día de hoy nadie te trabaja la tierra por menos que eso", asegura.

Uno de los factores que más ha afectado en la producción agrícola y en la distribución de los alimentos ha sido la cadena de impagos del sector estatal a los productores y los incumplimientos de sus empresas de transportación y acopio

Hace cuatro años, animado por los aires "reformistas" que soplaban, Miguel decidió firmar un contrato con el Estado. Debía producir una cantidad fija de viandas y hortalizas, y cobraría por ello un pago que le pareció razonable. El contrato garantizaba además el transporte de sus producciones desde el surco hasta la empresa de acopio, y le evitaba las negociaciones "ilegales" con compradores informales, como los intermediarios.

"Los intermediarios pagaban más, pero siempre es un riesgo ese trapicheo sin papeles, así que yo pensé que con el Estado estaría más seguro y más tranquilo". Y, en efecto, una vez cumplido su compromiso de producción con el Estado, Miguel recibió un cheque por poco más de 100 mil pesos cubanos (CUP), equivalentes a unos 4.583 dólares, por varios meses de duro trabajo.

Sin embargo, al presentarse en el Banco a cobrarlo resultó que, aunque el cheque era auténtico y le daba el derecho a cobrar su dinero, "lo que tenía asignado" como respaldo en ese momento eran solo 2.000 pesos. El resto del dinero lo iría cobrando gradualmente a medida que el Estado le destinara fondos, hasta alcanzar la cifra total. ¿Y cuándo le asignarían el dinero completo? La amable directora del Banco no lo sabía, "pero eso normalmente demoraba, había que tener paciencia".

Casi un año después, Miguel pudo cobrar otros 1.000 y algo más, y así ha estado recibiendo a cuentagotas el pago de un contrato que él cumplió puntual y honestamente. Hasta la fecha, y a contrapelo de las muchas cartas y reclamaciones que ha elevado este agricultor particular, solo ha podido disponer de una fracción minúscula de aquel contrato porque el Banco no tiene autonomía para disponer de los fondos: forzosamente Miguel tiene que esperar a que el Estado vaya liberando las cantidades que decida destinar al pago de la deuda que tiene con él.

De manera que Miguel retornó a su antiguo sistema: vende a los intermediarios lo que produce con tanto esfuerzo, cobra más y recibe el dinero inmediata y directamente en sus manos. "No hay papeles, no hay bancos y no hay estafas. Ni yo engaño a los compradores ni ellos me engañan a mí. Yo tengo mis clientes más o menos fijos y nunca se me ha echado a perder ninguna cosecha en el campo, cosa que me pasó algunas veces con Acopio, cuando no venía a recoger a tiempo. Cuando se echaban a perder las viandas yo cargaba con las pérdidas. En cambio, los particulares siempre pagan".

Entretanto, los precios de los alimentos mantienen sus cotas más altas, más elevadas aún que las de los mercados agropecuarios que comenzaron a proliferar en los años 90, tras la caída del bloque soviético. Mercados aquellos que comenzaron a desaparecer al llegar la era de los subsidios petroleros desde Venezuela.

Ahora algunos pocos optimistas de lo intangible especulan sobre una posible solución de la crisis alimentaria en los umbrales del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, o a partir de los debates que, esperan, se produzcan en ese cónclave.

Por el momento, el programa de la magna cita de los comunistas solo ha anunciado una "conceptualización" del modelo de socialismo cubano. Así, pues, no hay garantías de que en los tiempos venideros tengamos más alimentos. A cambio, con toda seguridad tendremos toda una nueva batería de conceptos para redefinir lo que en perfecto español tiene un solo nombre: fracaso.

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