Cuba ante la salida de Dilma Rousseff

Dilma Rousseff y Raúl Castro en un encuentro en Río de Janeiro en 2012. (Roberto Stuckert Filho/PR/CC)
Dilma Rousseff y Raúl Castro en un encuentro en Río de Janeiro en 2012. (Roberto Stuckert Filho/PR/CC)
Pedro Campos

17 de mayo 2016 - 12:30

La Habana/La decisión del Senado de someter a Dilma Rousseff a un juicio político, que ha supuesto apartarla de la presidencia, ha sido calificada por el Gobierno cubano de "golpe de Estado promovido por el imperialismo y la reacción". Mientras, al parecer, los estados del ALBA están promoviendo una especie boicot contra el Gobierno de Michel Temer.

Los gobernantes cubanos deberían tener en cuenta que, a pesar de su desagrado, lo que está sucediendo en Brasil es asunto que incumbe al pueblo y a las instituciones democráticas brasileñas y que el juicio político o impeachment es una figura establecida en su Constitución.

La no intervención extranjera en los asuntos internos de otros países es un principio internacional defendido por el Estado cubano para oponerse a declaraciones y acciones de otros sobre los asuntos internos de Cuba. Asumirlo para sí y no para otros países desdice con la política exterior cubana que, recientemente, en otra muestra de incoherencia, primero recibió con los brazos abiertos la visita del presidente de EE UU y luego la consideró un "ataque" a Cuba.

La no intervención extranjera en los asuntos internos de otros países es un principio internacional defendido por el Estado cubano para oponerse a declaraciones y acciones de otros

El Palacio de la Revolución debería considerar los actuales vínculos económicos que existen entre ambos países y especialmente la deuda contraída por el préstamo billonario para el puerto de Mariel y la presencia de más de 10.000 médicos cubanos brindando servicios en ese país.

Si bien debe esperarse que la política exterior de Brasil no sufra grandes modificaciones con este cambio en la presidencia, puesto que tiene basamentos históricos sustentados en los intereses generales de Brasil como potencia económica, política y militar continental, otras declaraciones y acciones de los gobernantes cubanos podrían poner en crisis el estado de los vínculos bilaterales y afectar a Cuba

El reflujo de la ola izquierdista en América Latina llega hoy a Brasil. Si se toma como resultado primario de una ofensiva de la derecha y el neoliberalismo internacional y no como consecuencia de los propios errores y contradicciones de los gobiernos involucrados, en vez de generar rectificaciones y reajustes democráticos puede provocar desacuerdos y enfrentamientos de negativas secuelas para las relaciones intercontinentales, que no pueden sustentarse en matrices ideológicas sino en intereses comunes.

El Estado cubano debería tomar en consideración que está en un período de reacomodo de sus relaciones hemisféricas con el reciente proceso de normalización de sus vínculos con EE UU y que está jugando un papel importante en el proceso de paz en Colombia, que conviene no solo a sus amigos de las FARC, sino a todo el pueblo colombiano y al continente americano.

Cuba debe madurar políticamente, dejar atrás el voluntarismo y el sectarismo en asuntos externos e internos y acabar de reconocer que el mundo ha cambiado en este nuevo siglo. El autoritarismo y el estadocentrismo contrarían el aumento del espíritu democrático y autónomo de los ciudadanos, amplia e intensamente promovido por las nuevas tecnologías de la información que inundan las sociedades contemporáneas y en especial los ánimos de toda la juventud de nuestro archipiélago.

El Partido Comunista de Cuba podría declarar su solidaridad con el Partido de los Trabajadores, Lula y Dilma, pero el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Estado no tienen por qué opinar sobre los problemas internos de Brasil

La solidaridad con los amigos podría y debería separarse de las relaciones entre los Estados. El Partido Comunista de Cuba podría declarar su solidaridad con el Partido de los Trabajadores, Lula y Dilma, pero el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Estado no tienen por qué opinar sobre los problemas internos que confronta el Gobierno brasileño con su oposición.

Desafortunadamente, los gobernantes cubanos nunca han podido resolver esa contradicción, porque el Partido y el Gobierno son una y la misma cosa. Quizás esta sea otra lección que algún día los haga entender que las funciones, los cargos y las figuras del Partido deberían ser unas y las del Gobierno, otras.

Expongo libremente estos criterios diferentes, con todo respeto hacia quienes en esas posiciones a veces se ven obligados a cumplir encomiendas que pudieran no compartir.

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