La absoluta diferencia entre uno y dos

Raúl Castro conversando con el segundo secretario del partido Comunista, José Ramón Machado, y el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. (EFE/Omara García Mederos)
Raúl Castro conversando con el segundo secretario del partido Comunista, José Ramón Machado, y el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. (EFE/Omara García Mederos)
Eliécer Ávila

18 de abril 2016 - 10:22

La Habana/Durante la sesión inaugural del VII congreso del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro expresó en tono de broma algo que suelen alegar de toda la vida los dirigentes comunistas cuando de democracia se habla. Me refiero a la existencia, según ellos, de dos partidos "idénticos" en EE UU. Sobre eso tienen incluso cierto refrán: "nada más parecido a un demócrata que un republicano".

Lo que quieren expresar con estas interpretaciones simplistas y convenientes de la política de los EE UU es que al interior de ese país no existe la pluralidad que se le "exige" a Cuba. Al escuchar estas frases y seguidamente ver a casi mil delegados riendo a carcajadas cuando Raúl afirma que ese sistema bipartidista es igual a que en Cuba: "Fidel dirigiera un partido y yo otro", solo se puede presumir la inmensa ignorancia o el profundo cinismo que en aquella sala se respira.

Ciertas fuerzas existen y realizan su desempeño político en el marco de un Estado de derecho que les da la oportunidad de expresarse, sumar adeptos, proponer y competir

¿Será que allí nadie sabe que en Estados Unidos existen muchos más partidos incluyendo el comunista? Otra cosa es que las posiciones, a menudo limitadas o extremas de ciertas fuerzas no representen a las mayorías, pero sí existen y realizan su desempeño político en el marco de un Estado de derecho que les da la oportunidad de expresarse, sumar adeptos, proponer y competir.

Pero regalándole esa sutileza omitida, me gustaría centrarme en analizar la profunda y determinante diferencia entre uno y dos entes competitivos de cualquier naturaleza. De hecho, casi todos los fenómenos tanto naturales, como sociales y políticos, así como las contradicciones antiguas, contemporáneas y modernas que han matizado el avance de nuestra civilización se han expresado en una disyuntiva de dos posiciones, o más.

La vida misma surge de la fusión de dos seres distintos, capaces de dar a luz a una obra casi perfecta, sin que ninguno pierda su identidad propia. Para completar la enseñanza implícita en el proceso, esa unión de los opuestos se materializa en un acto, al menos en los seres humanos, de amor, placer y compromiso.

Algo debiéramos aprender los amantes de la política de esta ley natural. Uno no es suficiente, dos o más no significa el caos ni la guerra, sino el necesario equilibrio.

Es absolutamente lógico que demócratas y republicanos compartan valores e ideas. Ambos son ciudadanos estadounidenses, educados en una cultura occidental, productos de una democracia con rasgos propios y universales, patriotas y amantes fervientes de su nación. Por eso es lógico que, sobre todo en momentos de crisis, piensen más como estadounidenses que como representantes de una determinada visión ideológica. En cualquier caso, eso no es frecuente ni significa la ausencia de democracia que Raúl Castro y sus amigos "denuncian".

Para nadie medianamente informado en el mundo (dentro de los cuales no estamos los cubanos), es secreto que el Congreso y el Senado estadounidense son escenarios constantes de encarnizados debates que más de una vez han paralizado incluso a las instancias administrativas del Estado por falta de acuerdos en temas que van desde el presupuesto, el aborto, el medio ambiente, la política exterior, la inmigración, el uso de armas o el fracking.

¿Por qué entonces, si estamos conscientes de la inmensa riqueza de pensamiento que tenemos en Cuba, seguimos aceptando como normal una visión única?

Esas discusiones solo pueden ser posibles porque existen al menos dos, y no un solo partido. Pues dos el el número mínimo para que pueda darse el bendito fenómeno de la competencia, con todo lo que esta implica.

Si el más prestigioso cineasta del mundo intentara hacer una película usando un solo color, su obra reflejaría la nada, el vacío. Se necesitan al menos dos colores para reflejar, aunque sea parcialmente, la realidad. Si los usas todos entonces logras un producto completo. Aunque siempre predominarán algunos sobre otros, todos son absolutamente necesarios para expresar los sentimientos y emociones que no surgen sino del contraste.

Una sociedad es exactamente eso, un contraste de gustos, expectativas, creencias, e intereses. Un ajiaco cultural, étnico, pero sobre todo político. No me imagino que alguien acepte que en Cuba durante más de 50 años solo pueda escucharse a los Van Van. O solo pueda comerse yuca con mojo. Ambas cosas son deliciosas, pero si no las pudiéramos alternar, mezclar y contrastar, terminaríamos despreciándolas.

¿Por qué entonces, si estamos conscientes de la inmensa riqueza de pensamiento que tenemos en Cuba, seguimos aceptando como normal una visión única?

El Partido Comunista jamás podrá representar a todos los cubanos. Tampoco puede hacerlo ningún otro partido único, sea liberal, socialdemócrata o verde. Pues si pudiera existir un partido que integrara en su seno de forma armónica y democrática a todas las voces y tendencias de pensamiento, ese partido se llamaría, nación.

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