Elegir un lugar… "¿a cómo está la cerveza?"

La dualidad monetaria condiciona la escena recreativa cubana

Los clientes buscan los sitios donde los tragos sean más baratos o estén incluidos en el precio

Cerveza cristal
Cerveza cristal
Orlando Palma

29 de junio 2014 - 19:32

La Habana/A las afueras de una tienda, un joven reparte la publicidad para un concierto de salsa. En letras destacadas se lee el nombre del grupo musical, la dirección del lugar y el precio al que se vende la cerveza. Un truco comercial para atraer clientes interesados más en el consumo de tragos que en el espectáculo artístico.

Con una escena recreativa dividida en dos monedas, los espacios de distracción accesibles al bolsillo cubano son pocos y con mucha demanda, especialmente en estos meses de vacaciones. En la fórmula para encontrar las mejores opciones, los clientes valoran más el precio de la entrada y las bebidas que la propia calidad artística. Al más desafinado cantante se le llena la sala si la barra del lugar ofrece tragos baratos.

La rubia, la fría, el lager o lagarto, se ha convertido para mucha gente en “la medida de todas las cosas”

Algunos músicos, bailarines y humoristas, prefieren presentarse en locales donde la cerveza nacional se cotice a menos de 1.50 CUC. Saben que de otra manera la afluencia de público disminuirá. La rubia, la fría, el lager o lagarto, se ha convertido para mucha gente en “la medida de todas las cosas”.

Maggie trabaja en un grupo de baile que actúa en el cabaret Las Vegas de La Habana. “Vale la pena ir, porque la bebida es relativamente barata y se pasa bien”, explica –justo en ese orden- enumerando las ventajas del sitio. El lugar es muy conocido en la escena travesti habanera y entre los atractivos que promociona se halla el precio de sus bebidas.

Diferentes argumentos tienen quienes han optado por cantar o presentarse en sitios con cierto glamour. “Bueno, aquí normalmente viene un público extranjero que está dispuesto a pagar entre 2 y 2.50 CUC por una cerveza, pero que además deja buenas propinas a los músicos”, aclara Henry quien –como suplente- acompaña con su guitarra a varios cantantes en el Habana Café. Sin embargo, reconoce que “la competencia es dura, porque muchos lugares de la zona han bajado el precio de los tragos y nos quitan parte de la clientela”.

En esta carrera por conquistar más consumidores, los administradores de ciertos cabarets y centros nocturnos se ponen de acuerdo previamente con los artistas. El pacto se resume en disminuir el precio de la entrada y multar al cliente en la bebida. También los hay que hacen todo lo contrario. Las ofertas con cover tienen mucha popularidad, ya que se abona más dinero para acceder al lugar pero se tiene incluido algo para beber y picar. “A la gente le gusta que en el precio se les incluya algo”, refiere un joven que trabaja en El Gato Tuerto.

No debe sorprendernos entonces que las últimas semanas, junto al desabastecimiento de cerveza en el mercado, algunos músicos y sus representantes se estén volviendo como locos. “Yo compraba las cervezas por cajas en la tienda y después la revendíamos durante el concierto, así ganábamos mucho más, pero ahora se ha puesto mala la cosa”, comenta el manager de un grupo que se presenta frecuentemente en el Café Cantante, un sitio muy cercano a la Plaza de la Revolución.

"La diferencia puede ser brutal, entre pagar por una cerveza el salario de una jornada o de dos jornadas laborales"

Mientras las entradas para muchos espectáculos públicos se siguen vendiendo a precios subvencionados, a la rubia hay que pagarla bajo las leyes de la oferta y la demanda. Así que algunos lugares con salas de presentación y cafeterías o bares anexos, a veces ganan más por el comercio de cerveza que por la venta del ticket de acceso.

“Repasamos la programación y llamamos a los lugares a ver cuánto valen los tragos, en dependencia de eso vamos a un lugar o a otro”, explica Vivian Cisnero a quien le gusta salir a tirar unos pasillos con su esposo cada fin de semana. “La diferencia puede ser brutal, entre pagar por una cerveza el salario de una jornada o de dos jornadas laborales. Lo primero me lo puedo permitir de vez en cuando, pero lo segundo imposible”, remacha mientras lee una lista con una cartelera de La Habana Vieja.

Los más tentadores centros recreativos son aquellos que ofertan “barra abierta toda la noche”. Son pocos y sus administradores han calculado bien que, incluso así, pueden obtener jugosos dividendos. Se trata de sitios ubicados dentro de hoteles, como El Turquino del Habana Libre, y donde hay bastante control para que a nadie se le ocurra sacar una botella robada del bar ni llevarse las cervezas escondidas en el pantalón.

Una nueva estrategia comercial deja la entrada gratis para mujeres hasta la medianoche. De esa manera se garantiza que el lugar se llene de féminas, lo que atrae a muchos clientes extranjeros que buscan pareja. En esos sitios, el precio de la bebida tiende a ser bastante caro.

“¿A cuánto está el lager en ese bar?”, le pregunta Wilfredo Suárez a un amigo. “¿Y qué se yo? Yo soy de los que sólo ve la cerveza en los cumpleaños”, responde molesto. Y entonces deciden ir una cafetería de barrio, donde al menos podrán pagarse un par de refrescos gaseados.

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