La misma historia

Víctor Ariel González

16 de abril 2015 - 11:18

La Habana/Los exámenes de este semestre son una aplanadora que le pisa los talones a Dayana. Ya en el cuarto año de la carrera, las asignaturas de especialidad no perdonan a quien no les dedica el tiempo suficiente. Ella lo sabe y, para prepararse, saca minutos extra de donde parece no haber.

A Dayana le gusta, además, no depender completamente de nadie. Por eso muchas veces anda de un lado a otro vendiendo ropa o absorta en las postales que ella misma dibuja por encargo. Setenta y cinco pesos de estipendio al mes, pagados por la Universidad, no alcanzan ni para lo mínimo, aunque su familia también le ayude con algo.

Pese a su ánimo, tan alegre, a veces se molesta cuando no le halla el sentido a ciertas cosas. Como por ejemplo, al hecho que deba dedicarle horas a una materia que ya está cansada de ver y considera que no le sirve en lo absoluto. Esta futura microbióloga ya tuvo que aprender a repetir de memoria la historia de Cuba cuando cursaba la escuela primaria, luego repasarla toda en la secundaria y de nuevo en el preuniversitario; pero ahora, más cerca de convertirse en una profesional, está obligada a cursarla una vez más.

La misma historia, que en Cuba se imparte a la manera de un catecismo donde profetas y demonios, paraíso e infierno son otros. Habrá una pequeña prueba la próxima semana, pero Dayana no tiene ningunos deseos de volver a divagar sobre temas que le aburren demasiado. No le interesan ni el diferendo Cuba-Estados Unidos, ni la consolidación del proceso revolucionario, ni la lucha antiimperialista.

Irónicamente, parte de su familia –unos tíos y primos muy cercanos, según cuenta– vive en Miami desde hace años y ella sueña con unírseles. Está sacando su cuenta: terminará este semestre y lo más posible sea que no comience el siguiente, dedicándose a trabajar en algo mientras espera la oportunidad para irse. Buscará cumplir su vocación viviendo ya del otro lado.

Un plan similar al de varios amigos suyos, que lo intentaron y les salió bien. Sin embargo, le molesta tanto estudiar historia de Cuba por cuarta vez en su vida que suele olvidarse de que se trata de aprobar, y punto. Eso lo hace cualquiera, si al fin y al cabo se trata de repetir el lenguaje utilizado en todas partes, las mismas consignas gubernamentales que todo el mundo está obligado a ver.

"Si voy a repasar, lo único que debo hacer es volver a oír el discurso de Raúl Castro en la Cumbre", bromea Dayana. Puede que deje de sentirse en la obligación de asistir a clases o examinarse, si de todas formas lo abandonará todo, pero por ahora prefiere guardar ciertas apariencias. Además, confiesa que ve su caso como una burla a las consignas y le gustaría demostrar que, para hablar de la misma historia, lo único que hace falta es repetir ciertas "palabras mágicas". Repetir las ideas del pasado una y otra vez, aunque no se crea en ellas.

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