Nos engañaron con el turismo
Miami/Hubo una época en que lo veía natural. Comprendía, por decirlo de alguna manera, que la playa de Varadero no fuera nuestra a pesar de estar en territorio cubano.
El inconsciente me devolvía la imagen de esa franja de tierra, como a muchos, como si formara parte de otro país al estar destinado al disfrute del turista extranjero. Se necesitaba un progreso económico y en una isla con clima y geografía favorables los recursos los aporta mayormente el turismo, de ahí que hasta orgullo sentía de aquello.
Pero los años pasan y como parte de un plan macabro las zonas donde vive el cubano de a pie se deterioran, y en contraste cada día son más los centros turísticos habilitados con comodidades, lujos y la última tecnología para servir mejor al visitante foráneo. Se maquillan las fachadas para que el que viene de visita no vea cómo el resto se cae poco a poco.
Una vez, con mi familia, nos "vestimos como turistas" y partimos a disfrutar de ese, hasta entonces, desconocido lugar de Cuba. Llegamos con los niños previamente advertidos en cuanto a cómo comportarse y dispuestos, después de pasar las de Caín con el transporte desde La Habana hasta allí, a pasar una exquisita jornada.
Fuimos engañados y es tiempo de dejar de creer que las ganancias que deja el turismo chorrearán hacia el pueblo y los más necesitados
El lugar estaba lleno de perseguidoras y policías que no dudaban en devolver una pelota al hijo de un turista pero a la vez estaban "programados" para detectar e impedir que los cubanos y sus hijos se bañaran en las transparentes aguas del balneario.
No pasó mucho tiempo cuando fuimos detectados por dos policías que nos ordenaron desalojar la zona como si fuéramos delincuentes y nos dijeron que fuéramos para Santa Marta, la playa del pueblo.
Hoy, Varadero es aún más elitista, delimitada e infranqueable.
Hoy el ciudadano pena por conseguir un bloque o un poco de cemento para reparar su ruinosa casa y, más penoso aún, se contratan empresas extranjeras para llevar a cabo la construcción de los hoteles turísticos, impidiéndole a un profesional o a un obrero nacional devengar un mejor salario.
Fuimos engañados y es tiempo de dejar de creer que las ganancias que deja el turismo chorrearán hacia el pueblo y los más necesitados.