El Gobierno cubano: un sistema que se desmorona
Opinión
Lo que alguna vez se presentó como un proyecto revolucionario se ha convertido en una vitrina de pobreza
Miami/La dictadura cubana, próxima a cumplir 67 años en el poder, atraviesa una crisis que ya no puede ocultar. Su obstinación en mantener un modelo gubernamental agotado ha transparentado la dramática situación de la población, especialmente en el ámbito de la salud. Los hospitales y policlínicos se encuentran desprovistos de médicos, medicinas y camas, mientras el Gobierno continúa exportando profesionales de la salud bajo condiciones que muchos califican de explotación. La propagación de virus y el aumento de centenares de miles de enfermos han obligado al régimen a admitir la gravedad de la crisis sanitaria, aunque sin ofrecer soluciones reales.
La incapacidad de la dictadura para enfrentar sus múltiples problemas se evidencia en cada rincón de la Isla. El exilio cubano, en unión con la Iglesia católica, ha enviado un avión cargado de alimentos para socorrer a las familias más afectadas por el ciclón Melissa en la provincia oriental. Este gesto solidario contrasta con la indiferencia del Gobierno, que sigue reprimiendo y encarcelando a quienes protestan contra los apagones recurrentes, la escasez de agua y la falta de servicios básicos. Mientras tanto, los dirigentes permanecen ajenos a estas calamidades, dedicándose a denostar al capitalismo estadounidense, incluso cuando este ofrece donaciones millonarias para aliviar la crisis.
El miedo y el orgullo de los gobernantes se erigen como el mayor obstáculo para un cambio que podría salvar a la nación
El régimen parece preferir que la Isla se hunda antes que abandonar el sistema que ha causado esta debacle. Lo que alguna vez se presentó como un proyecto revolucionario se ha convertido en una vitrina de pobreza, subdesarrollo, ateísmo rencoroso y brutalidad. La dictadura ha pisoteado los derechos fundamentales, robado la libertad individual y limitado los sueños de progreso de generaciones enteras, imponiendo obediencia y lealtad con mano de hierro, bajo la amenaza del exilio o la cárcel.
El fracaso del sistema es evidente. Sin embargo, el miedo y el orgullo de los gobernantes se erigen como el mayor obstáculo para un cambio que podría salvar a la nación. La persistencia en mantener un modelo que condena a millones de personas a la miseria y la represión puede considerarse un crimen de lesa humanidad, incluso sin la existencia de una guerra convencional. Cuba se encuentra atrapada en un callejón sin salida, y el mundo observa cómo un gobierno se aferra a su poder mientras su pueblo se desangra en silencio.