Inclusión a medias: la otra cara del Congreso de los Ciegos en Cuba

No se consigue con lemas, sino con respeto a la diversidad y garantías para todos, piensen como piensen

Invidentes Cuba
Cuba sigue acumulando barreras no solo arquitectónicas, sino actitudinales / 'Juventud Rebelde'
Acelia Carvajal Montané

03 de noviembre 2025 - 11:59

La Habana/"Inclúyeme, no soy diferente". Con ese lema se celebró del 7 al 9 de octubre el 9º Congreso de la Asociación Nacional del Ciego (Anci) en el Palacio de las Convenciones de La Habana. En la televisión, los discursos oficiales se repitieron como un eco complaciente: elogios al trabajo de la organización y promesas de "plena integración" para las personas con discapacidad visual. Pero detrás de los aplausos y los paneles, la realidad que describen muchos de sus propios asociados suena muy distinta.

En teoría, la inclusión es el proceso de eliminar barreras y garantizar la participación social de todos, sin distinción de origen, religión o ideología. En la práctica cubana, sin embargo, esa palabra parece tener condiciones. La Red de Cultura Inclusiva (RCI) ha documentado casos en que aspirantes a ingresar en la Anci fueron rechazados tras responder "no" a una pregunta simple: ¿pertenece usted a alguna organización política o de masas? Si la respuesta es negativa, la puerta se cierra. Ni la condición médica, ni la necesidad de aprender Braille o técnicas de movilidad pesan más que la fidelidad ideológica.

Ni la condición médica, ni la necesidad de aprender Braille o técnicas de movilidad pesan más que la fidelidad ideológica

"Es una exclusión disfrazada de inclusión", denuncia la RCI, recordando que la práctica viola el principio de no discriminación recogido en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, de la cual Cuba es signataria. La Ley de Asociaciones de 1987 exige estatutos para registrar una organización, pero cuando esos estatutos se usan como filtro político, la independencia civil desaparece. Así, la Anci y sus homólogas –la Aclifim (físico-motores), la Ansoc (sordos) y la más reciente asociación de personas con discapacidad intelectual– funcionan como brazos "semioficiales" del Estado.

El precio de esa fidelidad es alto. Quienes quedan fuera no solo pierden su derecho de asociación, sino también el acceso a programas básicos: cursos de Braille, orientación con bastón, formación digital o asistencia técnica para una vida independiente. El resultado, dice la RCI, es una exclusión institucionalizada que condena a muchos ciegos o débiles visuales al aislamiento.

El resultado, dice la RCI, es una exclusión institucionalizada que condena a muchos ciegos o débiles visuales

Los congresos repiten grandes palabras –inclusión, equidad, derechos– pero en la práctica, el concepto parece reducirse a los leales. Mientras tanto, Cuba sigue acumulando barreras no solo arquitectónicas, sino actitudinales: la sospecha política, el miedo a la diferencia, la subordinación del individuo al Estado. La verdadera inclusión no se consigue con lemas, sino con respeto a la diversidad y garantías para todos, piensen como piensen.

Como resume la propia campaña de la Red de Cultura Inclusiva: "La discapacidad no nos limita. Tu actitud sí”.

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