Las mentiras son el cimiento del totalitarismo castrista

La primera gran mentira fue vincular a Jose Martí con el proceso insurreccional y la posterior dictadura que se impuso; en la imagen el monumento en el Cementerio Santa Ifigenia. (Cubadebate)
La primera gran mentira fue vincular a Jose Martí con el proceso insurreccional y la posterior dictadura que se impuso; en la imagen el monumento en el Cementerio Santa Ifigenia. (Cubadebate)
Por Pedro Corzo

07 de enero 2024 - 14:55

Miami/El régimen totalitario castrista se constituyó y estableció en base a un entramado de mentiras y mitos que se han reconstruido por generaciones, manteniendo siempre una falsa epopeya e hidalguía que no se corresponden con la verdad histórica, creando una narrativa de victimización heroica que confundió y le hizo posible manipular por décadas a amplios sectores de la población.

La primera gran mentira fue vincular a Jose Martí con el proceso insurreccional y la posterior dictadura que se impuso. Martí era un fervoroso hombre libre y la libertad fue el fundamento de su luminoso pensamiento.

Es falso de todo ver el heroísmo de los hermanos Fidel y Raúl Castro en el ataque al cuartel Moncada. El desaparecido dictador en jefe nunca entró al bastión militar y su heredero atacó el Palacio de Justicia. Ambos fueron posteriormente apresados sin presentar resistencia, aunque estaban armados.

Es falso de todo ver el heroísmo de los hermanos Fidel y Raúl Castro en el ataque al cuartel Moncada. El desaparecido dictador en jefe nunca entró al bastión militar y su heredero atacó el Palacio de Justicia

Es ilusorio describir la llegada a las costas cubanas del yate Granma como un desembarco. En realidad, fue un naufragio, otro gran error de Fidel Castro en el que se evidencia, tal y como ocurrió con el fracasado ataque al cuartel Moncada, la incapacidad estratégica de un sujeto que recurrió a la violencia extrema con el único propósito de proyectarse como figura nacional.

La pésima preparación de las dos operaciones testimonia, sin duda alguna, que Fidel solo buscaba popularidad haciendo morir cubanos de uno u otro pensamiento, o de diferentes intereses. Castro procuraba, con la muerte de los otros, hacerse de seguidores como se dice en el presente.

La dictadura ha pretendido igualar con la heroica gesta de la invasión mambisa que dirigieron el generalísimo Máximo Gómez y el lugarteniente general Antonio Maceo, la incursión que comandaron el asesino en serie Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, dos acontecimientos absolutamente distintas en propósitos y resultados.

Las modestas actividades guerrilleras comandadas por los tristemente famosos hermanos en las montañas de la provincia de Oriente han sido magnificadas.

Es indudable que en las sierras orientales se luchó contra el Ejército de la República, pero no en la medida que la propaganda oficial ha difundido con el único objetivo de otorgarle laureles inmerecidos a los malignos hermanos y sus incondicionales Guevara, Cienfuegos y el sicario sin escrúpulos Ramiro Valdés.

Otra farsa es el cacareado ataque al tren blindado, un término que intimida pero que en realidad no estaba tan revestido de protección como dice la propaganda. Además, el personal que transportaba no era de combate sino ingenieros y otros militares que tenían la misión de reparar las vías, sin obviar, que el tren, según numerosas denuncias, fue negociado económicamente con el jefe militar a cargo del mismo.

El control de la información, además del fusilamiento moral de organizaciones y personas, impidieron a la población acceder a investigaciones que le permitieran balancear el conocimiento del pasado.

El control de la información, además del fusilamiento moral de organizaciones y personas, impidieron a la población acceder a investigaciones que le permitieran balancear el conocimiento del pasado

Un ejemplo notable es que la dictadura castrista siempre promovió al Movimiento 26 de Julio como si hubiera sido la única organización que combatió dignamente al régimen militar de Fulgencio Batista, cuando en realidad fueron varias las que lucharon contra el general golpista, como el Segundo Frente Nacional del Escambray, la Organización Auténtica y el Directorio Revolucionario, entre otros.

Otra gran mentira sobre la que se cimentó el totalitarismo fue que durante el proceso insurreccional perdieron la vida 20.000 personas. Esta falsa información partió de la revista Bohemia –a la sazón bajo la dirección de su fundador, Miguel Ángel Quevedo–, y de uno de los mayores alcahuetes disfrazado de periodista –el totalitarismo ha contado con muchos–, Enrique de la Osa.

La verdadera cifra fue hecha pública por el coronel e historiador Ramon Barquín, jefe de la Conspiración de los Puros, una facción de militares que se opuso al general Batista en 1956 y que cumplió prisión por intentar un golpe militar contra el régimen del 10 de marzo.

Según el coronel Barquín, autor de varios libros de historia de Cuba, entre ellos, El día que Fidel Castro se apoderó de Cuba, la cifra de muertos de ambas fuerzas asciende a 2.495, un número notable de vidas perdidas, pero muy lejos de la cifra oficial del régimen.

En estos 65 años las mentiras han sido muchas, la destrucción de Cuba, casi absoluta.

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