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Perder el miedo para conseguir la libertad

En Venezuela la oposición es consciente de su fuerza y sus líderes dan la cara en las manifestaciones contra el régimen. (@liliantintori)
Rolando Gallardo

10 de diciembre 2016 - 13:38

Quito (Ecuador)/En el aniversario 58 del derrocamiento de Fulgencio Batista, la toma del poder por Fidel Castro y la desaparición de la esperanza nacional de un retorno a los valores constitucionales de 1940, el pueblo de Cuba, su emigración y el "exilio histórico" continúan con la misma pregunta retórica: ¿Cuándo seremos libres?

Ante el acercamiento de la administración Obama al régimen de la Isla saltan las alarmas de una posible perpetuación del actual estado de cosas. Grupos opositores han concentrado su fuerza intelectual en deslegitimar las acciones del Gobierno estadounidense y pocos se han preocupado por analizar el nuevo terreno de acción que se presenta. Se exige que Washington retorne a la política de confrontación de los últimos 50 años, una vuelta a una Guerra Fría que ya no encuentra asideros ideológicos, ni amenazas reales a la estabilidad de Estados Unidos. Los tiempos cambiaron, el mundo ya no es el mismo, es un hecho.

A pesar de que el presidente de EE UU, Barack Obama, rompió el tabú poniendo sus pies en La Habana y estrechando la mano del general Raúl Castro, a pesar de que las conversaciones continúan, la situación en Cuba sigue relativamente igual. Los defensores del régimen apuntan a las profundas raíces populares de la "Revolución"; los defensores de la política de Obama culpan a la incapacidad de la oposición de articular un plan para desestabilizar al régimen o ganar apoyo popular; los detractores de su Administración, casualmente la oposición tradicional y el régimen cubano, ambos del mismo lado pero por motivos opuestos, plantean que el acercamiento es inútil. Para los oficialistas es una maniobra para ocultar objetivos mezquinos, para los opositores es una maniobra para fortalecer al régimen y traicionar las aspiraciones democráticas, etcétera.

Los objetivos de la lucha se vuelven fútiles para una mayoría necesitada que depende de una libreta de abastecimiento y del salario mínimo más bajo del hemisferio occidental

¿Pero cuáles son los verdaderos motivos para que en Cuba no se produzca un estallido social?

En el conflicto cubano actual se involucran cuatro elementos. Debemos asumir que hay cuatro figuras determinantes, tres nacionales y una externa. La nacionales son el Gobierno y sus estructuras represivas (organizaciones de masas en la jerga oficialista), los grupos opositores dentro y fuera del país, y el más importante, la población común y corriente (trabajadores, estudiantes, amas de casa, técnicos, doctores etcétera), descontenta en su mayoría pero con elevados niveles de apatía política. El elemento externo es el Gobierno de Estados Unidos y sus políticas hacia la Isla.

¿Dónde está el proyecto?

La oposición tradicional, dispersa y dividida, argumenta sus posturas en las violaciones flagrantes de los derechos humanos. La principal bandera de las decenas de grupos opositores es la instauración de la democracia y elecciones libres, una causa sin dudas justa pero que no plantea un plan inteligible para las masas de cubanos que desean un cambio en sus bolsillos y en sus cocinas. Los objetivos de la lucha se vuelven fútiles para una mayoría necesitada que depende de una libreta de abastecimiento y del salario mínimo más bajo del hemisferio occidental. El discurso opositor olvida sondear las necesidades acuciantes de la población. ¿Qué quiere escuchar el cubano de a pie? Acaso quiere oír hablar de democracia? ¿Son los intereses de la oposición los mismos que los del pueblo común?

¿A qué llaman liderazgo?

El liderazgo opositor es un punto candente. Algunos evitan hablar del tema para que no se les acuse de "hacerle el juego al régimen" y terminar con el cuño de "agentes de G2". La necesidad de un liderazgo ético se impone en los nuevos tiempos, un liderazgo inmune a los caudillos que permita articular las ideas y proyectos diversos que conforman en la actualidad el collage de facciones opositoras.

Se participa en conjunto en la desobediencia civil cuando se ha perdido el miedo y eso se descubre cuando se toma conciencia de que hay muchos dispuestos a ser castigados

Contamos con un rosario de expresos comunes devenidos en patriotas opositores, personajes amantes de cheques y recargas telefónicas, caricaturas opositoras que no actúan si los intereses de su feudo o criterios personales se ven afectados. Un liderazgo que no escatima en lanzarse insultos para demeritar a sus adversarios en el cobro de remesas. Una suerte de chancleterismo político que termina salpicando la labor de opositores éticamente firmes y comprometidos. Cabe preguntarse si benefician más a la causa democrática o al discurso del régimen. Se debe aspirar a un liderazgo preparado, formado en la teoría y la práctica. Líderes, no capataces, es lo que necesita la causa.

¿La desobediencia civil?

La academia de Gene Sharp se ha vuelto famosa entre los opositores. Es usual escuchar sobre el término como si fuese un carta oculta, un arma per se. La desobediencia civil es un proceso que parte de una idea común, un deseo compartido por las mayorías que buscarán en conjunto su cumplimiento partiendo en un primer momento del simple hecho de negarse a ser parte de aquello en lo que no están de acuerdo.

El error está en convocar a las masas a participar en marchas y huelgas cuando no se les ha incitado primero a abandonar las estructuras represivas del régimen. Se participa en conjunto en la desobediencia civil cuando se ha perdido el miedo y eso se descubre cuando se toma conciencia de que hay muchos dispuestos a ser castigados.

La oposición cubana no tiene en la actualidad empuje ni arraigo popular para forzar a un diálogo con el Gobierno

Un acto simple de desobediencia civil es poner un lazo en la puerta o una pegatina en la ventana. No se puede pretender hacer una marcha como la del 1 de septiembre en Venezuela si antes las personas no se identifican con el proyecto opositor.

"El síndrome de la sospecha"

El miedo a ser marcado por el régimen es uno de los motivos de la apatía política. La gran mayoría de los cubanos hablan bajo en casa para criticar las barbaridades y arbitrariedades del Gobierno. La gente evita hablar de más en el trabajo aduciendo: "No se sabe quién es quién". El temor a ser puesto en la lista negra hace que las personas prefieran estar fuera de todo debate político y se limitan a repetir la propaganda del régimen o se unen a sus organizaciones represivas (organizaciones de masas) "para no marcarse". El oportunismo o la amoralidad se han vuelto instinto de conservación.

El fin del gobierno de carisma

Fidel Castro llegó a su fin. El líder carismático portador de toda verdad es hoy un viejo decrépito. Aunque algunos, pegados a la crítica de su imagen y legado, le siguen culpando de todo como si aún gobernara, la realidad es que la naturaleza, única opositora eficiente del régimen, ha puesto a Fidel Castro fuera.

La personalidad hipnótica de Fidel fue la piedra angular del Gobierno cubano. El traspaso intrafamiliar del poder generó un vacío que obviamos. Raúl Castro, anciano general, es una persona con poca facilidad de palabra, jovial entre su gente pero poco carismático, incoherente, una lánguida sombra de lo que fue la imagen de sex-symbol del Comandante en Jefe en sus tiempos mozos.

La visita de Obama develó un Raúl Castro sin argumentos, desorientado, sumado a su voz estridente y desagradable, reflejo de lo que ha quedado del "liderazgo histórico de la Revolución". La dictadura ha perdido su carisma y se vuelve más evidente su esencia.

La posibilidad del diálogo

La oposición cubana no tiene en la actualidad empuje ni arraigo popular para forzar a un diálogo con el Gobierno. Algunos apasionados y poco pragmáticos líderes se niegan, como ejercicio de bravuconería, a aceptar un posible diálogo en un futuro lejano con el régimen. El diálogo es deseable, puede ser una vía para negociar acuerdos y obtener cuotas de poder cuando estén creadas las condiciones. Pero, siendo realistas, muy poco ha hecho la oposición en Cuba aun para tener elementos de presión.

La política Obama y la "normalización"

La "normalización" tomó por sorpresa a la oposición. Algo se cocinaba tras bambalinas hasta que el jarro de agua nos mojó a todos. El presidente Obama, concluyendo su mandato, se lanza a una aventura que tiene un futuro incierto. Guste o no ya hay relaciones diplomáticas fluidas entre ambos Gobiernos. Se aflojan tuercas a las restricciones del embargo-bloqueo, política que ha sido apaleada durante dos décadas en la Asamblea General de Naciones Unidas por la mayoría de los países. Mantenerla era ilógico y probar una nueva vía es la única opción razonable.

La desaparición de tensiones y el fin eventual del embargo acabarían con el concepto del enemigo imperialista y marcarían el fin del trabajo político ideológico

La desaparición de tensiones y el fin eventual del embargo acabarían con el concepto del enemigo imperialista y marcarían el fin del trabajo político ideológico. El régimen se queda sin la excusa que le ha mantenido como el héroe de una plaza sitiada. Las culpas no podrán recaer eternamente sobre Estados Unidos: no hay motivos para la escasez, la corrupción, la persecución de los emprendedores, la desconexión impuesta a internet, la falta de libertad de expresión y la violación de los derechos humanos. ¿Podrá la oposición adaptarse a las nuevas reglas del juego y abandonar las pataletas?

Las claves

Un estallido social no ocurrirá en Cuba mientras persista una separación de intereses inmediatos entre población y oposición. La población debe perder el miedo y tomar consciencia de que la mayoría de los cubanos desean un cambio inmediato en las relaciones con el Estado. Se vuelve imperiosa una renovación ética de la oposición y el encuentro de un punto intermedio que permita la unidad en la idea de cambio para Cuba sobre la base de un proyecto viable para socavar las bases de un régimen que ha perdido su "líder carismático". Articular un proyecto de futura República que no asuma una retórica anticuada con proyectos económicos caducos y licencias para matar. Un estallido social solo llegará cuando la mayoría de la población identifique a un solo culpable de sus males, para ello deben desaparecer los distractores y las excusas, debemos terminar con la idea del "enemigo Imperialista". Se necesita una oposición comprometida que aproveche las nuevas condiciones y no se preste a las actuaciones inverosímiles de quienes se han acomodado a una forma de vida garantizada por la disidencia.

La libertad de Cuba no depende de Estados Unidos, depende de nuestros esfuerzos. Hasta que no comprendamos nuestra responsabilidad no lograremos los cambios a los que aspiramos.

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