La oposición cubana se autodestruye cuando el castrismo está en crisis terminal

El presidente de EE UU, Barack Obama, se reúne con representantes de la sociedad civil independiente cubana. (14ymedio)
El expresidente de EE UU, Barack Obama, en una reunión con opositores cubanos. (14ymedio)
Jorge Hernández Fonseca

15 de septiembre 2020 - 15:44

Miami/El mundo de la oposición política cubana está lleno de muchas figuras disímiles, que parecen más un colchón de retazos que un telón listo para proyectar. Siempre se ha hablado de la "necesaria unidad", tesis negada con tal profusión de argumentos por ellos mismos, que ya nadie en sus cabales se aventura a hablar del tema. Sin embargo, que no se produzca esa unión no es motivo para que los opositores se ataquen sin misericordia.

Hoy el castrismo está derrotado, ideológica y prácticamente. El marxismo no funciona en la Cuba castrista como no ha funcionado en ninguno de los muchos países donde se ha implantado. Sin embargo, la oposición tampoco es una opción de gobierno a los ojos de nadie.

Es evidente que el castrismo es responsable en parte de la crítica situación de la oposición, porque una de sus estrategias ha sido el "divide y vencerás", teniendo especial éxito la que la separa en interna y externa. También el protagonismo, la lucha por los recursos materiales y otras características nocivas del ser humano, contribuyen a que no haya podido concretarse la tan ansiada coordinación entre los grupos opositores.

El panorama descrito contrasta, sin embargo, con la existencia de opositores jóvenes, valientes, inteligentes y dispuestos al sacrificio por liberar la patria de la férrea dictadura que se les ha impuesto, que deberían tener como tarea prioritaria la coordinación con sus homólogos.

Hay señales de discretas conversaciones de la dictadura castrista con Estados Unidos, básicamente porque Washington quiere resolver el problema venezolano usando "la buena voluntad" de los cubanos, dueños y señores de la Venezuela chavista

Hay señales de discretas conversaciones de la dictadura castrista con Estados Unidos, básicamente porque Washington quiere resolver el problema venezolano usando "la buena voluntad" de los cubanos, dueños y señores de la Venezuela chavista. Estas conversaciones implicarían también resultados positivos para la Isla, pero no hay opositores capaces de responsabilizarse de las tareas de Gobierno, porque sus disputas podrían desestabilizar el Estado y dar al narco la oportunidad de asumir el poder.

El modelo de sociedades de narcotraficantes existente en buena parte de Centroamérica, empezando por México, sería muy fácil de introducir en Cuba con un Gobierno débil y dividido, como el que proyecta la oposición cubana, que carece del líder fuerte que necesita Estados Unidos para salvaguardar sus costas, pasada la pesadilla castrista de estos años.

Para una potencia mundial como Estados Unidos, que necesita una Cuba estable por encima de cualquier otra cualidad (incluida la democracia), la negociación con un Gobierno autoritario en Cuba -conformado por sectores del castrismo actual y dejando intactas sus fuerzas armadas- sería preferible a un equipo democrático en la Isla, compuesto por los actuales opositores cubanos, débiles y divididos, blanco fácil para los carteles de narcotraficantes centroamericanos y mexicanos.

Ante esta realidad, la propia oposición política cubana dividida, inestable y descoordinada -honesta pero dividida- podría no dejarle a EE UU otra alternativa que negociar con el enemigo.

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