El argumento secreto

Reinaldo Escobar

24 de enero 2008 - 19:49

Siempre que veo actuar a ciertas personas inteligentes y honestas defendiendo intransigentemente este conjunto de acontecimientos que se suele llamar “la revolución cubana”, me queda la sospecha de que ellos tienen que conocer algún argumento que sólo está al alcance de un grupo de iniciados. Existe ese argumento secreto o yo soy un estúpido o un grandísimo hijo de puta, o ambas cosas a la vez.

Claro que no me refiero a lo que se dice en el diario Granma y se repite en el programa Mesa Redonda de la televisión sobre los logros en la salud pública, la educación y la seguridad social, tampoco hablo del proclamado espíritu internacionalista de médicos, maestros e instructores deportivos que “llevan su aporte solidario a cualquier rincón del mundo” No, no hablo de los recursos de la propaganda, sino de un argumento ideológico contundente para seguir apoyando este proceso.

Exprimiéndome los sesos llegué hasta los viejos postulados de la Revolución Francesa: Igualdad, Libertad, Fraternidad, que traducidos al lenguaje político contemporáneo provocan la idea de intentar un equilibrio entre Justicia Social (la igualdad) y los derechos humanos (la libertad). Pero de inmediato viene la pregunta ¿Dónde ponemos la Fraternidad?

La tercera pata de la mesa era ni más ni menos la fraternidad, entendida como la dosis de generosidad humana que supuestamente hace que aquellos que ascienden económica y socialmente gracias a la libertad, no aplasten a los menos favorecidos. Pero fraternidad, entendida también con reciprocidad, de manera que los desfavorecidos que quieran ser beneficiados por la igualdad no pretendan conseguirlo arrebatando lo conquistado a los talentosos que triunfaron. Para contar con este componente hay que creer en él y lo que ocurre (¡y aquí está el secreto!) es que estas personas inteligentes y honestas han llegado a la conclusión de que el hombre es una bestia despiadada, incapaz de ejercer la fraternidad, y que por lo tanto habrá que escoger entre imponer la igualdad en detrimento de la libertad o instaurar la libertad al precio de renunciar a la igualdad.

Atendiendo a este razonamiento, la justicia social: educación, salud y seguridad social gratuita para todos, solo se alcanzaría en menoscabo de las libertades económicas y políticas, mientras que la aplicación profunda de los derechos civiles, políticos y económicos de los individuos solo conduciría a la explotación del hombre por el hombre y a que se hundan cada vez más los pobres. La fraternidad, como elemento armónico entre ambas antípodas, debe ser entendida como una entelequia que no existe. Ese es el argumento secreto.

Lo novedoso de esta afirmación es que siempre hemos escuchado lo contrario, es decir que los inocentes defensores de la utopía son quienes creen que el hombre es bueno y generoso por naturaleza, mientras que los malvados propugnadores del mercado solo ven un lobo detrás de cada hombre. Si los autores de este proceso hubieran creído en la fraternidad como una realidad tangible en el alma de los seres humanos, todo hubiera sido diferente.

¡Eureka! Ahora que descubro el argumento secreto tampoco me sumo al coro de los aplausos.

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