El pastor de las ovejas negras
Tenía alguna razón Elaine Díaz, la bloguera independiente que coincide con tantos criterios oficiales, cuando definió los acontecimientos de la Iglesia de Santa Marta como una especie de Rashomón. Han sido tantas las versiones, tanta la expectación que a las autoridades no les quedó más remedio que emitir una nota oficial en la sesión estelar del Noticiero Nacional de la televisión cubana.
Lo cierto es que Braulio Herrera Tito, el pastor de esta congregación de La Asamblea de Dios no es una persona común. Es uno de esos predicadores que en cualquier lugar del mundo encuentra un espacio para fundar una iglesia, una secta, un grupo de seguidores, pero que vive en un país donde sin la autorización del estado no se puede organizar ni un club de colombofilia. No me sumo ni reniego de sus doctrinas que, según se dice, privilegian las revelaciones personales antes que la letra de la Biblia, pero me parece que él tenía el derecho a desagregarse de su congregación y abrir su propia plaza, sin que tuviera que aprobarlo el departamento de asuntos religiosos del partido comunista y con la posibilidad de alquilar o construir su propio templo.
Me preguntó qué hubiera ocurrido si al secretario del partido de un municipio se le ocurre desobedecer los lineamientos del sexto congreso y amotinarse con un grupo de militantes en la sede de la organización. ¿Acaso las ovejas negras solo aparecen en el rebaño de Dios?