Primero de mayo

Reinaldo Escobar

28 de abril 2009 - 05:00

Como año tras año, en este 2009 las más importantes plazas públicas del país serán el tradicional escenario de la celebración del primero de mayo. En un país donde a nadie le alcanza el salario para vivir, no habrá un solo cartel pidiendo aumentos de sueldo. Aquí donde es ilegal fundar sindicatos independientes, nadie reclamará la más universal conquista de los trabajadores: asociarse para reclamar sus derechos. Cientos de miles de hombres y mujeres desfilarán disciplinadamente en bloques, previamente organizados, para enarbolar las pancartas que les entregaran en el punto de encuentro.

A través de los altavoces, algún locutor profesional estará leyendo las consignas orientadas. Probablemente apunte en un momento que “una vez más los trabajadores cubanos ratifican, con su presencia en la plaza, su inquebrantable adhesión a la revolución, al partido, a Fidel y a Raúl”. Nada de lo que se diga a través de esos micrófonos será espontaneo o improvisado. Todo ha sido meticulosamente planificado en las oficinas del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) del Comité Central del Partido. Quizás por eso habrá que prestar especial atención a las alusiones antimperialistas, pues éstas serán un magnífico termómetro para medir la reacción oficial ante las ofertas de distensión hechas por la nueva administración norteamericana.

A las 9 de la noche de ese propio primero de mayo se ha convocado un “cacerolazo” para reclamar la eliminación de las restricciones migratorias impuestas por el gobierno cubano a sus ciudadanos, especialmente la eliminación del humillante permiso de salida y el requisito de una carta de invitación para viajar fuera de la isla. Personalmente, creo que el cacerolazo será un fracaso debido a la dosis de valor personal que se necesita para hacer ruido con una olla. Los tres o cuatro sonidos que se escuchen no podrán competir en unidad, disciplina y organización con el desfile de la mañana.

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