Estado de SATisfacción
El pasado sábado tuve la oportunidad de participar como espectador en la más reciente edición del espacio Estado SAT donde un grupo de jóvenes promotores de arte se reunieron para debatir sobre los proyectos alternativos y la censura. Fue significativa la presencia allí de un público atento y respetuoso a pesar de las amenazas que se cernieron de parte de las autoridades y de las intenciones descalificadoras de un estrecho sector de la oposición.
Quedó claro que todo aquel que pretenda llevar a efecto cualquier proyecto independiente en el ámbito artístico tendrá que estar dispuesto a convivir con las angustias de un estado de guerra permanente. Las instituciones, cuyo fin último se supone que sea promover la cultura, se comportan como mecanismos de freno no solo por sus pretensiones fiscalizadoras de contenidos, sino por la existencia de mezquinos celos de protagonismo.
En el año que los intelectuales orgánicos han celebrado el cincuenta aniversario de las “palabras a los intelectuales” muchos de ellos pretendieron aclarar que el apotegma “dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada” no significaba una condena a “estar fuera” de la revolución, sino solamente a “estar en contra”. Sin embargo, los testimonios vertidos en esta discusión evidenciaron que el proceso de institucionalización trajo una sustitución en los elementos de la ecuación para dejar una regla no enunciada: “Dentro de las instituciones algunas cosas; fuera de las instituciones, nada.”
No obstante, la fuerza opresiva de esta regla no ha conseguido su propósito de extinguir los anhelos libertarios que anidan en la naturaleza de los creadores. Unas veces jugando con el lenguaje ambiguo, otras apelando a los trucos de la clandestinidad o en algunos casos desafiando abiertamente a censores y represores, numerosos artistas cubanos han hecho suya una frase que se le atribuye a José Martí: “El que es capaz de crear, no está obligado a obedecer”.