La trazabilidad del dinero, un escollo en la política cambiaria
Desde aquí
El Estado controlador opta por mantenerse sospechoso y arrogante supervisor, aunque eso le cueste “el placer” de engrosar dólares en sus arcas
La Habana/Como el que teme dejar escapar al genio de la lámpara, así ha temido el Gobierno cubano implementar, de una vez, una política cambiaria que facilite a consumidores y emprendedores adquirir de forma segura y ventajosa los dólares que le permitan comprar lo que quieren consumir o importar lo que pretenden vender.
Todo indica que ese temor se debe al pánico de perder el control.
Las preguntas más frecuentes han sido ¿A cuánto van a poner el dólar? ¿Habrá un límite en las cantidades? ¿Habrá un límite en la frecuencia con la que una vez al año, al mes o a la semana un ciudadano pueda presentarse en un banco o una Cadeca con la intención de comprar o vender esa moneda que tiene la extraordinaria facultad de poder convertirse en bienes o servicios?
¿Será un requisito mostrar, para que se registre, algún documento, carné de identidad o pasaporte?
Resulta prudente introducir una nueva pregunta ¿Será un requisito mostrar, para que se registre, algún documento, carné de identidad o pasaporte? De ser así puede vaticinarse que esa formalidad será el motivo de preponderancia del mercado informal de divisas. La razón es fácilmente comprensible, aquel que acuda a la ventanilla de cambio con una frecuencia, o manejando cantidades que puedan parecer sospechosas al Estado, preferirá contactar al cambista informal que no deja huellas de la operación.
Aquellos que para Navidad o con motivo del cumpleaños reciben de un pariente en el extranjero digamos que 50 ó 100 dólares al año o esos otros que por su vínculo laboral pueden demostrar la santidad de sus billetes verdes, no tendrán que preocuparse por dejar un rastro de su operación cambiaria y optarán por la seguridad que les aporta lo que está dentro de la ley.
No tendrán que preocuparse por dejar un rastro de su operación cambiaria
Lo interesante es que esos que necesitan cambiar más cantidades, en una u otra dirección y que necesitan hacerlo con mayor frecuencia son la fuente principal del movimiento de divisas. Predecir qué será lo que despierte las sospechas del Estado resultará más fácil que responder a las preguntas más comunes.
Como esa persona tóxica que no puede evitar revisarle el móvil a su pareja o le pregunta ¿con quién aprendiste esa caricia?, en lugar de disfrutar la innovación, así, el Estado controlador opta por mantenerse sospechoso y arrogante supervisor aunque eso le cueste “el placer” de engrosar dólares en sus arcas.