Una explicación inexplicable

Interior de la maleta de un viajero proveniente de Miami. (14ymedio)
Interior de la maleta de un viajero proveniente de Miami. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

14 de julio 2014 - 14:30

La Habana/Con motivo de las últimas regulaciones aduaneras que limitan aún más los productos que puede traer un pasajero a la Isla, un grupo de funcionarios de la Aduana General de la República de Cuba (AGR) ofreció una conferencia de prensa para responder a algunas inquietudes de la población. Entre las perlas allí expuestas, vale la pena resaltar un argumento esgrimido por Idalmis Rosales Milanés, vicejefa de la AGR donde se intenta equiparar estas medidas con lo que ocurre fuera de Cuba. "Todos los países –dijo– regulan las importaciones no comerciales en su territorio".

Y es verdad. Lo que no dice la funcionaria es que en todos esos países existen además otras regulaciones para la importación comercial a entidades no estatales. De no ser así, habría que creer dos cosas: o que en el resto del mundo todas las tiendas son del Estado o que las mercancías que en ellas se ofertan se producen exclusivamente en el país donde están radicadas. Da la impresión que esta precisión es para tontos pues es tan irracional que casi da pena tener que aclararlo.

Lo absurdo se vuelve normal si todo el entorno es también absurdo. Quienes elaboran y aprueban estas resoluciones están íntimamente persuadidos de que el comercio es un crimen a menos que lo realice el único monopolio estatal que ellos mismos regentean.

En lugar de elaborar una lista detallando cuantas máquinas de afeitar, pares de zapatos o juegos de uñas postizas puede llevar un pasajero en su maleta, sería mucho más útil acabar de permitir ya la importación y comercialización de cuanta mercancía (no letal) se produce en el mundo y propiciar su libre comercialización por personas particulares que serían quienes asumieran el riesgo de quedarse con ellas en el almacén en caso de no poder venderlas.

La legalidad debe permitir que el dueño de un restaurante pueda importar, en su condición de empresario privado, el vino, las pastas y el queso que consumen sus clientes. La modista también tiene derecho a traer desde otros países las telas y los tintes con los que diseñará sus ropas y el pequeño comerciante debe contar con la posibilidad de trasladar el pegamento instantáneo, las esponjas para fregar y el tinte de pelo desde otras latitudes hasta la Isla. Todo eso, avalado y respaldado por permisos y licencias de importación comercial... en manos del sector no estatal.

Que esa importación con fines comerciales incluya una lista de productos prohibidos, que se añada un límite a la cantidad de piezas admisibles, que se imponga un impuesto diversificado según el artículo..., todo eso sería casi comprensible y sobre todo discutible. Lo que no tiene ni pies ni cabeza es esta conducta de "perro del hortelano" que ni come ni deja comer, y que en este caso sería ni importa ni deja importar; ni comercia ni deja comerciar.

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